Envenenamiento y muerte de Chimalistac
Elena Poniatowska
Si usted va a comprar un libro en la Librería Gandhi, hágalo en el menor tiempo posible para no regresar a su casa a desmayarse sobre su cama, por la contaminación. Si también va al Fondo de Cultura Económica, apúrese para que no le lleguen los olores del río Magdalena. Si quiere alquilar una película, suba a la tienda y baje corriendo sin respirar. Si quiere un café, pídalo para llevar, si se le antoja un rico coctel de mariscos, solicite que se lo sirvan en un frasco y arranque su coche lo más rápido posible y tápese la nariz.
Si quiere ir a misa a San Sebastián, la maravillosa capilla del siglo XVI de Chimalistac, no vaya a creer que va a morir en olor de santidad. Morirá, sí, pero envuelto en el olor del biogás, una mezcla de metano, dióxido de carbono, hidrógeno y sulfuro de hidrógeno.
De estar vivo, León Toral no habría necesitado una pistola para asesinar a Álvaro Obregón en el parque de la Bombilla: habría bastado con ponerlo a respirar el aire de una planta potabilizadora como la que nos quieren construir y que ya están excavando en la noche, cuando creen que nadie los ve, en la esquina de Miguel Ángel de Quevedo y Paseo del Rio, los trabajadores de Fyphasa y sus cuates del Sistema de Aguas de la Ciudad de México.
Chimalistac-Panzacola se encuentra al borde del envenenamiento y sus temerosos habitantes caminan con los pelos parados por sus calles empedradas cuando no se han desvanecido. Cruzar los viejos puentes que antes permitían llegar al otro lado del río Magdalena, hoy entubado, resulta peligroso porque en ellos se condensan emanaciones mortíferas.
–Todavía no nos morimos, sólo falta el empujoncito de la planta.
La doctora Raquel Gutiérrez Nájera, experta en derecho ambiental y premio al Mérito Ecológico de la Semarnat, afirma que es muy difícil mantener las plantas de tratamiento de aguas residuales en la ciudad de México. Graves problemas son la generación y disposición final de lodos, los olores y principalmente la exposición permanente al ácido sulfhídrico, lo que disminuye la calidad de vida de los habitantes.
La construcción y el mal mantenimiento de las plantas de tratamiento de aguas negras y desechos pueden traer como consecuencia muertes por la exposición al cloruro o gas de sulfuro de hidrógeno, además de los olores y lodos residuales.
El gobierno capitalino persiste en la construcción de esta planta a pesar de la protesta de los vecinos y el reconocimiento de que la planta puede ser un peligro. El gobierno pretende vender el agua tratada en la planta a un peso el litro cuando a él le costará 1.2 centavos. La planta, según los que han iniciado la obra, a la que se han opuesto radicalmente los vecinos, servirá para resucitar al río Magdalena en la avenida empedrada de Paseo del Río, a costa del envenenamiento de los habitantes de Chimalistac.
Los vecinos, entre otros el distinguido doctor Ignacio Chávez de la Lama, quien no ha cejado en su esfuerzo por defender su zona habitacional, creen que las consecuencias pueden ser letales.
El artículo 109, fracción III, de la Constitución, protege a los ciudadanos, y la secretaria del Medio Ambiente del DF, Mar-tha Delgado Peralta, actúa en perjuicio del interés público.
Desde la influenza, nos volvimos muy higiénicos. Usamos el tapabocas con fervor, dejamos de besarnos hasta mucho tiempo después de la época del supuesto peligro. Nos cortamos las uñas, compramos cepillos para tallarlas, los vendedores de gel antibacterial se volvieron un must (a mí me regaló uno Ana Guevara y todavía lo tengo), dejamos de tallarnos los ojos, tocarnos la nariz, ya no comimos tacos en la calle.
Pero ahora nos acechan caídas, vómitos, dolores de cabeza, debilidad, fiebre tifoidea y cólera y parásitos, retortijones y náuseas, amén de oclusión intestinal. ¿No sería mejor la oclusión definitiva de esta planta potabilizadora que tanto daño está empezando a hacer y que todos en Chimalistac-Panzacola, Coyoacán y San Ángel (Chimalistac es puente de enlace entre estas antiguas colonias) repudiamos en masa?
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