Ayuda humanitaria a Gaza, so pena de cárcel
Rodrigo Hernández
Atenas, 24 de junio. Guernika es el nombre del barco en el que más de 50 activistas españoles partirán rumbo a Gaza. Acompañados de embarcaciones de diversas nacionalidades y dimensiones pretenden llevar ayuda humanitaria a una población asediada por el ejército israelí desde hace más de cuatro años, intentando romper un bloqueo ilegal en una zona donde la comunidad internacional está acostumbrada a mirar hacia otro lado.
Esta impunidad generalizada parece no ser un obstáculo para cientos de personas que han decidido invertir su tiempo y su dinero cruzando el Mediterráneo, pero en lugar de grandes cruceros con paradas turísticas, les esperan diminutos barcos cargados de alimentos y medicinas, siendo su final más probable una cárcel israelí. Desde la pasada semana, diversos medios de comunicación hebreos se hacían eco de la redistribución de sus presos en centros penitenciarios para dar cabida a unos activistas que parecen no temer las amenazas del gobierno de Benjamin Netanyahu.
“No debemos dejarnos llevar por el miedo, porque ese es el mayor aliado de los totalitarismos y eso es precisamente lo que pretende Israel”, comenta Antón Gómez Reina, uno de los coordinadores de esta iniciativa. “Es importante plantarse aquí con alegría y con deseo de cambiar la situación”, una postura admirable conociendo el resultado de la última flotilla humanitaria, donde las fuerzas armadas israelíes asesinaron a nueve ciudadanos turcos en aguas internacionales.
Todos ellos formaban parte del Mavi Mármara, la embarcación de mayores dimensiones en la primera travesía y hasta hace pocas semanas el buque insignia en esta última flotilla. Pero los daños estructurales causados en el barco durante el ataque del año pasado y las presiones que el gobierno turco de Recep Erdogan mantiene tanto con Israel como con Siria –donde las tensiones parecen el preludio de un nuevo conflicto internacional– han provocado que finalmente el Mavi no forme parte de la expedición. Esta presión internacional ha provocado que ninguno de los buques tenga todavía fecha ni lugar de salida.
Pero en este viaje solidario no es el transporte el verdadero protagonista, sino sus pasajeros. Zohar Chamberlain es un buen ejemplo: “como israelí y como judía siento el deber como ser humano de no callarme cuando hay tanta violencia contra la población civil de Gaza”. Esta mujer de 41 años ha vivido los últimos siete fuera de su país. “Salí de Israel no sólo por la ocupación, sino por muchos procesos que ocurren en mi patria y es inevitable que en este territorio termine viviendo la gente sin represión, porque la fuerza que les da a los palestinos su propia tierra es mayor a la fuerza armada de Israel”.
Pero las relaciones diplomáticas que mantiene el partido derechista Likud con la mayor parte de las potencias occidentales ha provocado que sean muy pocos los países que se atreven a apoyar esta flotilla, bajo las sugerencias de que probablemente transporten armamento destinado a brindar ayuda a la organización política y militar Hamas. Pero para estos activistas esta justificación no es más que una nueva excusa de un gobierno al que se le suele permitir todo tipo de respuestas.
“Israel parece que puede actuar impunemente sin que pase absolutamente nada; ahí tenemos la matanza de 2008, donde asesinaron a mil 500 personas, 400 de ellas niños, sin que haya recibido ninguna sanción. Es lo que provoca la complicidad de Estados Unidos y de la Unión Europea”, comenta Marina Albiol, diputada de Izquierda Unida, uno de los pocos partidos políticos en el estado español que ha decidido participar activamente.
En la sociedad civil, en cambio, los apoyos no dejan de crecer. Un importante grupo de intelectuales se han comprometido con esta acción y es que para muchos de los artistas que formarán parte de esta iniciativa la actitud de los organismos internacionales resulta frustrante “Demuestra la hipocresía de las Naciones Unidas. Para ellos un bombardeo salvaje contra la población civil en Libia se llama intervención humanitaria, y sin embargo un barco cargado con material quirúrgico, escolar y de construcción es llamado la flotilla del terrorismo. Se ha dado la vuelta de tal manera a los términos que nosotros no podemos más que oponernos a lo que está pasando”, comenta Guillermo Toledo, uno de los actores más conocidos en el panorama cinematográfico español.
También el escritor sueco Henning Mankell volverá a embarcarse después de vivir en carne propia el encarcelamiento y maltrato al que le sometió el ejército israelí durante la pasada flotilla. Algo que parece no importarle con tal de cambiar la situación en la que viven casi dos millones de personas en una de las superficies con mayor densidad de población en el mundo y con problemas en el abastecimiento del agua corriente, la electricidad y los alimentos.
Para cientos de ciudadanos de todo el mundo que se embarcarán en pequeños navíos como el Guernika, esta lucha resulta un símbolo parecido al del famoso cuadro de Picasso. El de una sociedad cansada de vivir los horrores de una guerra.
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