El Sur de la basura
Los napolitanos achacan al racismo del norte y a la colusión de sus políticos con la Camorra la crisis permanente de los residuos. Pero esta vez todo parece distinto.
Nápoles apesta otra vez. Pero esta vez las cosas son distintas. Esta vez quizá sea la última vez. Eso piensa al menos Gigino 'Il Tassista', un hombre sabio y razonable que conduce con maestría y sortea el endemoniado tráfico de Nápoles y las negras colinas de basura. "La Camorra es solo una coartada", explica. "Los políticos dicen que todo es culpa de la Camorra, pero en realidad ellos son los camorristas. Son socios, ¿comprende? Van a medias. Ese es el problema, por eso llevamos 18 años así.
Pagamos la tasa de basuras más cara del país y no hay servicio de basuras. Pero el alcalde nuevo va a acabar con ellos, ya lo verá. Ese no es un político y no se deja comprar, ni se asusta si lo amenazan con darle una paliza o pegarle unos tiros en las piernas. Él ha sido fiscal aquí, y está habituado a sus amenazas. Y por eso han puesto así la ciudad. Los políticos camorristas saben que el negocio se ha acabado".
La tensión en la ciudad del Vesubio está en su punto más alto. La población parece unida por la vergüenza y dividida sobre la solución. Algunos vecinos, desesperados, tiran su basura directamente a la calle y la prenden fuego para empeorar la situación con la esperanza de que el Gobierno declare el Estado de emergencia. Se asocian así, sin pretenderlo, con los grupos de asalto organizados por la Camorra, que impiden que los camiones recojan y descarguen y que cada noche queman montañas de 'monnezza' para advertir al nuevo alcalde, Luigi de Magistris, de que aquí mandan ellos.
Por las mañanas, hacia las siete, grupos de jóvenes acuden a la sede de la Región, junto al paseo marítimo, y lanzan bolsas llenas de desperdicios por encima de la verja. Tienen donde elegir. En cada esquina hay un montón.
La región la gobierna Stefano Caldoro, del Pueblo de la Libertad, el partido de Silvio Berlusconi, que está enfrentado a Nicola Cosentino, coordinador regional del partido, llamado Nick O'Mericano por sus lazos con Los Casaleses. Los jueces pidieron el arresto del segundo por asociación mafiosa hace un año y medio. Pero el Parlamento en Roma negó la autorización. ¿Significa eso que Caldoro no tiene lazos con la mafia y Cosentino sí? Difícil pregunta. La lista electoral que aupó a Caldoro a gobernador estaba repleta de acusados e imputados por mafia.
Al otro lado, el Partido Democrático está casi peor. Después de 20 años de gobierno municipal y regional, marcados por el poder clientelista de Antonio Bassolino (imputado por la emergencia) y la alcaldesa Rosa Russo Iervolino (más de 200 asesores, muchos de ellos inútiles), la limpieza decidida por los ciudadanos en las urnas les ha relegado a la nada: el tercer puesto en las municipales les sitúa lejos de todo poder local.
Otros muchos napolitanos, la gran mayoría, siguen al dedillo las ordenanzas aprobadas por la nueva junta municipal: hacen la recogida selectiva, ayudan a limpiar a los servicios municipales, y depositan sus desperdicios en las innovadoras "islas ecológicas", contendores limpios que solo se abren con una llave facilitada por el ayuntamiento.
Son gente como Elvira, profesora de español y dueña de una agencia de viajes de estudios. Gente normal, honrada, profesionales que todavía creen en el futuro de su martirizada ciudad. "Corre un nuevo viento, el alcalde ha empezado a cambiar la mentalidad de los ciudadanos, hay mucha ilusión entre la gente y creo que pronto vamos a salir por fin del tercer mundo", dice Elvira.
El flamante alcalde, Luigi de Magistris, es el héroe y la víctima de esta nueva crisis. De 43 años, miembro de Italia de los Valores, se impuso partiendo desde abajo al candidato apoyado por Berlusconi, el empresario Gianni Lettieri, con el 65% de los votos. Los jóvenes festejaron la simbólica e inesperada victoria de la justicia sobre la corrupción cantando el Bella ciao. Igual que pasó en Milán. "Las municipales han puesto a Nápoles en la vanguardia del país, a la misma altura de la capital financiera. La gente ha dicho que no quiere mafia ni políticos chorizos", explica Andrea Arragosa, manager musical, de 41 años. "Y eso ha dolido a muchos".
La nueva Nápoles es un símbolo del fin de la inmunidad. Los fiscales napolitanos acaban de abrir una investigación por epidemia culposa. Y han destapado toneladas de basura metafórica con el caso P4: una supuesta asociación de tipo masónico que operaba desde la propia presidencia del Gobierno, y que algunos creen puede acabar siendo un nuevo maxiproceso Manos Limpias.
Durante la campaña, Berlusconi animó a los napolitanos a llevar su basura a la puerta de la fiscalía porque esta se negaba a autorizar nuevos vertederos. Ahora se sabe que la frase escondía su temor a que su sistema, basado en el binomio vertederos-incinerador, quedara paralizado del todo.
Preocupado por la situación sanitaria, pero en absoluto atemorizado, de Magistris explica así la génesis de la actual crisis: "Mucha gente se estaba lucrando con el sistema anterior, basado en una cierta forma de hacer política, en verter e incinerar. Nosotros en diez días hemos hecho tres decretos para cambiar la gestión y establecer otra estrategia: recogida selectiva del 100%, reciclaje y compostaje. Es normal que traten de obstaculizarnos. La situación es difícil pero pronto veremos la luz".
¿Cuándo dice "mucha gente" se refiere a una mezcla de Camorra y política? "Está claro que es así", responde el alcalde. "El viejo sistema necesitaba más descargas y un nuevo incinerador para seguir, pero este hay que construirlo y eso requiere cinco años. No tenemos tiempo, y además los incineradores son contaminantes y no resuelven el problema, solo aplazan la solución".
Mucha gente perderá mucho dinero con la suspensión del proyecto del nuevo incinerador. El único que funciona, y solo a ratos, lo inauguraron Berlusconi y Cosentino en Acerra. Ahora el antiguo régimen se tambalea. De Magistris ha logrado fondos del ministerio del Ambiente para crear las plantas de compostaje. Pero para que el plan pueda partir, necesita que el Gobierno central apruebe un decreto que permita sacar la basura acumulada hacia otras regiones de Italia. La Liga del Norte ya ha advertido que, si "Berlusconi lo aprueba, volarán las sillas".
El paseo por la capital de los Borbones acaba con Giggino Il Tassista: "Yo he conocido el norte. Todo. Milán Marítima, Liguria, Rímini... Es una estafa, una cerveza allí te cuesta seis euros. Nápoles tiene al lado Positano, Amalfi, Ravello, Pompeya, Paestum, los sitios más bonitos del mundo. Si esto funcionara bien, si Nápoles estuviera limpia, ¿al norte quién iría? Vendrían todos aquí. ¿Entiende lo que le digo? Hay mucha gente que quiere que Nápoles esté lo peor posible".
Oyéndole, y recordando que los empresarios del norte llevan 30 años contratando a la Camorra para que entierre sus deshechos tóxicos en las tierras del sur y a bajo precio, se comprende que esa es, a grandes rasgos, la historia de Nápoles, la capital del Sur de la Basura. Una historia del norte llena de inmundicia; sobre todo, moral.
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