Una mujer árabe muy enfadada
Mónica García.
Imagino que el grito desmayado de Zeinab al Khawaja que le costó su enésimo arresto fue producto de la impresión y del alivio. Impresión por verse privada de su padre de por vida. Alivio por saber que el régimen no le condenaba a muerte, como muchos se temían.
'Allahu Akhbar', 'Dios es el más grande', gritó en plena corte marcial cuando escuchó la sentencia que condenaba a su padre a pasar el resto de sus días en prisión. Su padre, el activista por los Derechos Humanos más respetado de Bahréin, con un impresionante currículum labrado en organizaciones de la talla de Amnistía Internacional, Human Rights Watch o Frontline Defenders. Su padre, el hombre que le enseñó desde que era una niña que la dignidad es más importante que el pan y que más vale "morir de pie que vivir de rodillas".
Su padre es Abdulhadi al Khawaja, un hombre que abandonó su cobertura internacional que le proporcionaban las agencias internacionales para participar en la revolución pacífica que sacudió Bahréin el pasado marzo. Decenas de miles de personas tomaron las calles del diminuto reino del Golfo para exigirle a la dinastía suní gobernante (200 años en el poder) que acabase con la discriminación de la mayoría chií (el 70% de la población) y que emprendiese reformas democráticas. No exigían el final de la dictadura, ni tampoco una democracia real. Sólo que sus tiranos trabajen un poco para el pueblo, para todo el pueblo, en lugar de para la elite suní.
Abdulhadi no tardaría en ser detenido, como casi un millar de personas más. Llegaron a su casa el 9 de abril. La familia esperaba a sus captores, porque la represión había comenzado y Abdulhadi estaba habituado a pasar temporadas en prisión. Su labor de denuncia al frente del Centro de Bahréin para los Derechos Humanos, de la que fue presidente durante años, le tenía marcado, pero esta vez el régimen quería que se tratase de una lección definitiva.
Khawaja fue torturado, incluso denunció un intento de violación en prisión. Le golpearon en la cara tan salvajemente que tuvieron que someterle a una intervención quirúrgica de urgencia para salvarle la mandíbula. Fue acusado junto a otros 20 prominentes activistas y líderes políticos y religiosos de la oposición bahreiní de organizar un “grupo terrorista” destinado a “derrocar el régimen” y juzgado por una corte militar. Los jueces ni siquiera quisieron escuchar sus denuncias de torturas.
Su hija Zeinab se las ingenió para ser invitada a cada vista y a cada posible visita. Fue la voz que denunció los abusos –imaginen lo que puede suponer para un árabe confesar a su hija un intento de violación, y para una hija observar los golpes en la cara de su padre- y la que los difundió mediante las redes sociales. Quien habla con los periodistas y activistas de todo el mundo que no pueden entrar en Bahréin. Porque Zeinab se ha convertido en angryarabiya –una árabe enfadada-, una prolífica twittera que está ayudando a que se conozcan las torturas y los abusos del régimen de Bahréin, sede de la V Flota norteamericana y aliado estratégico de Occidente.
Zainab tiene muchos motivos para estar enfadada. Su padre, su tío, su cuñado y su marido permanecen encarcelados por la dictadura. Los dos últimos ni siquiera conocen los cargos en su contra.
Cuando arrestaron a su esposo, Wafu al Majid, Zainab se cargó de paciencia para exigir, un día tras otro, una visita en prisión. Unos minutos que le permitieran ver a su marido y que la pequeña hija de ambos, Jude, pudiera reconfortar a su padre. Terminó poniéndose en huelga de hambre durante 10 días, tras los cuales el régimen accedió a sus demandas. Llevaba 70 días sin verle. Angryarabiya tuiteó su encuentro con descripciones de 140 caracteres.
“Nos llevaron a una sala tras registrarlos. Después entró Wafi. No sé explicar cómo me sentí... Le abrazamos, y después le hicieron sentarse en una silla a cuatro metros de nosotras… Había al menos cinco policías con nosotras en aquella pequeña sala, otros dos en la puerta, todos mirando y escuchando… Desperté a Jude y caminé hacia él y se la puse encima.
Estaba luchando con sus lágrimas… Wafi comenzó a cantar la canción de Barney I love you a Jude, delante de la policía. Jude se despertó y empezó a mirarle, probablemente sorprendida”. No hubo preguntas comprometidas ni comentarios políticos. Tampoco hubo tiempo para ello. “El seguía diciendo ‘Jude ha crecido, está muy grande. ¿Ya anda? ¿Qué palabras dice?’ Preguntó por la familia, por qué había perdido tanto peso. Me preguntó si estaba bien. Todo el encuentro no duró más de seis minutos. Entonces la policía dijo “la visita se ha acabado””.
Si alguien pensaba que el hecho de tener a buena parte de la familia en prisión y al resto represaliada - su madre fue expulsada de su trabajo como profesora en una escuela pública por órdenes del Ministerio del Interior, su hermana Mariam se ha establecido en Europa- le iba a achantar, es que no conocen a esta activista. Fue la única familiar de Khawaja presente en el juicio, y así vio cómo los guardias golpeaban a su padre cuando, tras conocerse la sentencia, éste se pronunció contra la dictadura.
“Justo cuando leyeron los veredictos, mi padre gritó Debemos continuar en el camino de la lucha pacífica. Fue golpeado y sacado a la fuerza del tribunal. Mi hermana se levantó y gritó Allahu Akhbar, y se la llevaron arrestada. Fue acusada de desafiar a la corte, pero tras hacerle firmar un papel según el cual no volverá a hacerlo fue liberada”, explicó Mariam, de 23 años, que se exilió en marzo de Bahréin aprovechando una visita a Ginebra.
Ella también ejerce de tuitera para denunciar al régimen, solo que la valiente Zainab lo hace desde dentro. Confían en que, gracias a las redes sociales, la presión crezca lo suficiente un día como para obligar a la dictadura a liberar a los presos políticos. Mientras tanto, Zainab seguirá tuiteando mensajes tan conmovedores como los que se podían leer ayer en su cuenta. “Ojalá mi padre pudiera oírme. Papá, te quiero, eres más duro que tus torturadores. Me siento orgullosa de ti cada segundo de cada día”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario