Los ojos sirven para acompañar la ceguera mental"
Comer con los ojos no es, en su caso, algo retórico; de ellos come, profesionalmente. Y para ellos vive. Por eso, conseguir que Carlos Ruiz Lapuente (Barcelona, 1962), haga un hueco en su agenda para almorzar no es fácil; demasiado ocupado en buscar soluciones a los problemas oculares de sus pacientes. La vida de este oftalmólogo e inventor -es propietario de casi una docena de patentes- transcurre a caballo entre Barcelona y Sevilla, ciudades en las que pasa consulta y opera. En esta última ha sido también ocho años jefe del servicio de Oftalmología del hospital Virgen del Rocío.
El oftalmólogo lanza un quirófano móvil para catástrofes. Ya suma 12 patentes
A la cita llega puntual. Y mientras repasa distraído la carta y observa la sala del que, se dice, es el restaurante más antiguo de Sevilla, pide gazpacho; una disculpa para empezar a conversar. Su pasión son los ojos, claro. "Sí... A los 16 años soñé que un día se acabaría la ceguera. Aunque, creo que los ojos nos sirven, sobre todo, para acompañar la ceguera de la mente", dice misterioso. Y añade: "En realidad mi deseo era ser ingeniero, pero opté por estudiar Medicina y la especialidad de oftalmología en donde, pensé, podría concentrar mis deseos de inventar mediante la tecnología".
El gazpacho se olvida en el plato. Ruiz Lapuente prefiere charlar. Acaba de sacar al mercado el primer quirófano móvil que existe. De él dice que "se vende bien en Europa" y en España, donde "el hospital de la Fe de Valencia ya ha adquirido uno". Permite aumentar un 30% la capacidad quirúrgica y reduce los costes de la hora de quirófano de 800 euros de media a 70. Puede instalarse en una sala sencilla, o en una escuela o tienda militar, en caso de catástrofe.
Plegable y versátil, resulta muy útil para curas de urgencia que necesiten asepsia, para hacer transplantes de córnea u operar cataratas. ¿El precio? A partir de 45 mil euros. "Siempre me ha preocupado que una operación realizada con éxito, luego fracase por culpa de una infección de quirófano. Así que me puse a pensar en cómo crear una zona de asepsia permanente; esta es la clave de mi hallazgo".
La merluza tiene buen aspecto y Ruiz la ataca, ¡ahora sí!, como el que sabe que si quiere vivir ha de comer. "Uno puede inventar en cualquier sitio; basta con tener serenidad y capacidad de abstracción". Siempre pensando en los ojos, un día se dio cuenta de que las señales de tráfico -si el sol daba de frente, al alba o al crepúsculo, en días de lluvia- no se distinguían bien. Y diseñó un prototipo, siempre visible, para el que está a punto de encontrar fabricante.
Polifacético e inquieto, Ruiz Lapuente comenta que la ceguera algún día será residual. "Confío más ahora en la neurobiología, en el transplante celular, que en las máquinas y la visión artificial, la verdad". Lector de periódicos, hasta cuatro lee al día; algunos ya en Internet. Y de Internet afirma, en lo que atañe a su oficio, que "se ha convertido en una especie de tercer doctor que discute, como si fuera Dios, la primera y segunda opinión con los médicos". "¡Cuidado con eso! Que la Red propicia errores, le digo a mis pacientes". No hace deporte. "Pero admiro a quien es capaz de llevar un calzón deportivo en una maleta y ponerse a correr en cualquier sitio".
Un café con leche y un taxi le ponen fin a esta conversación que podría ser eterna. El AVE a Barcelona no espera.
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