lunes, 23 de noviembre de 2009

Al rescate de La Brenda

Sacar la visa canadiense en Guatemala es algo complicado para cualquier habitante de un país subdesarrollado, para empezar las filas de gente que van a tramitar la visa son numerosas, pero existe una solución ideal; varios indigentes se forman en la entrada de la embajada de Canadá, desde las 4 de la mañana. Asi que cuando uno llega al filo de las 8 de la mañana, se hace necesario pagar por uno de esos codiciados primeros sitios.

El otro trámite que tuve que realizar fue el de cambiar el boleto de La Brenda del regreso de Montreal a México, de Iberia a Mexicana de Aviación, para volver juntos. Si se pudo.

Después de más de 10 horas de haber salido de Guatemala con la consabida escala en México, por fin aterricé en Montreal. El frío es intenso pero vengo preparado para ello. La gente de acá sale poco a la calle, parece que la vida normal transcurre bajo tierra, en los subterráneos comerciales y demás.

Me apersoné de inmediato en el Hospital Metropolitano de Montreal, que por cierto está situado en la periferia de la ciudad, por lo que tuve que pagar muchos dólares canadienses al taxista.

Me recibió el doctor Rody Oñate y me informo que La Brenda había superado la crisis de la gripe debido a su excelente condición física, pese a que había bajado un poco de peso; además aprovecharon para hacerle una biopsia de los nódulos del pecho, cuyos resultados fueron negativos, eran simples acumulaciones de grasa.

Ya me llevó el doctor a la sala donde estaba La Brenda, ella me vió con ojos de alegría, no dijo una sola palabra, simplemente se soltó a llorar como una niña, nos abrazamos fuertemente y nos despedimos del doctor y de las enfermeras que estuvieron cuidándola tanto tiempo. Para mi sorpresa La Brenda había reservado un buen hotel en las cercanías del aeropuerto, para poder salir de inmediato a México.

Pagué otro taxi para ir al hotel, y circulamos lentamente hacia el aeropuerto, bajo el intenso frío invernal, le pedí al chofer que pusiera la calefacción porque las orejas me ardían y la naríz también, me dijo que yo era un exagerado que eso no era tan frío, que más adelante sí hacía demasiado frío.

Llegamos al hotel a descansar, La Brenda ya subió de peso gracias a los sueros y a una dieta especial del hospital, pero está harta de lo mismo; ahora quiere comer decentemente, se le antojan cosas del mar: camarones, langostino, ostras, etcétera; y también salmón en diversas presentaciones. Así que salimos a un buen restaurante cercano al hotel y encontramos todo lo que La Brenda deseaba, siempre acompañada la comida con buenos vinos tintos, aunque sean australianos o californianos.

Me dijo La Brenda, que en algún momento de la crisis de salud estando ella en Madrid, pensó en la muerte y durante el vuelo de madrid a Montreal también. Solamente la sostuvo en la vida la idea de volver a estar conmigo, e intentar recomponer las cosas que se salieron de madre, cuando ella pensó que su futuro era con el rico industrial vasco.

En unas horas más salimos rumbo a México, luego de descansar un rato en la comodidad de este bello hotel, que tiene buena calefacción y una ducha extraordinaria, jacuzzi incluído. Ya nos pusimos de acuerdo con sus amigas queretanas para que nos reciban en México y se lleven a La Brenda en una de sus modernas y confortables camionetas; ya que yo continúo mi viaje a Guatemala después de unas cuantas horas de espera para la conexión con el vuelo a mi país.

Acordamos descansar y conversar durante el vuelo de retorno, pero la noche amenaza con una larga conversación hasta que salga el sol, no podemos quedarnos en silencio después de todo, hay muchas cosas que contarnos y que son vitales para la relación.

Soy un desastre para los desvelos, me gusta dormir temprano, pero esta vez tendré que seguirle el paso a La Brenda, hasta que amanezca. Ella vuelve a ser la misma de siempre, emotiva, intensa, parlanchina y amorosa. Le siento un poco de culpa conmigo por su aventura con el vasco, quiero que ese tema no la otosigue demasiado, yo soy de mente abierta y puedo entender que esas cosas suceden hasta en las mejores familias.

La Brenda me llama a la cama donde reposa cómodamente ahora, ya bien cenada y serena de espíritu, quiero hablar, me dijo enfáticamente. Ella sabe que estoy escribiendo como lo hago todos los días, me dió de plazo cinco minutos para cerrar este correo para mis amigos.

Pasado mañana continuamos con esta historia de amor.

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