miércoles, 27 de julio de 2011

El decálogo de Jan de Vos.

El decálogo de Jan de Vos
Carlos Martínez García

Ejerció su ministerio de historiador con igual o más intensidad que su anterior vocación sacerdotal. Jan de Vos, flamenco-chiapaneco, nos deja una gran obra de lo que él llamó historia regional. Su incursión en el pasado lejano y reciente de Chiapas es un ejemplo de investigación abarcadora de distintas fuentes, en las que cuentan tanto los documentos de papel como los documentos” de la historia viva contenida en las transmisiones de las narraciones orales.

De su amplia obra historiográfica he leído y releído, sobre todo, la trilogía publicada por el Fondo de Cultura Económica y dedicada a desentrañar la transformación de la selva Lacandona: La paz del dios y del rey: la conquista de la selva Lacandona (1525-1821), Oro verde: la conquista de la selva Lacandona por los madereros tabasqueños (1822-1949) y Una tierra para sembrar sueños: historia reciente de la selva Lacandona (1950-2000).

El último volumen de la triada es mi preferido. En el mismo, Jan despliega con maestría el oficio de historiador en plena madurez. Nos cuenta la intensa historia de cinco décadas en una zona de México poseedora de características muy singulares: “En ninguna otra región del país hubo cambios tan profundos y tan drásticos en por lo menos seis ámbitos de la vida humana. La migración campesina, la degradación ambiental, la movilización popular, la radicalización religiosa, la efervescencia política y la insurgencia armada: en la Lacandona se dieron más que en cualquier otro lugar de la República”.

Además de ser un gran historiador, Jan de Vos fue un magistral docente, y quienes tomaron clases con él pueden dar infinidad de testimonios sobre su capacidad para transmitir conocimientos, experiencias, anécdotas y formas de inculcar en otros y otras el amor por el oficio de indagar en el pasado y difundir los hallazgos. Echaba mano de recursos pedagógicos nada frecuentados por la ortodoxia académica, como antes lo hizo cuando, como refirió ayer en estas páginas Luis Hernández Navarro, presidía los oficios religiosos en la parroquia de San José Obrero, en San Cristóbal de las Casas: “Como oficiaba cantando y tocando la guitarra, se corrió el rumor de que era protestante”.

Un texto relativamente breve, si se le compara con su amplia producción historiográfica, es el que lleva por título La memoria interrogada. En él, Jan de Vos resume lúcidamente los pasos seguidos en su labor de investigador. En el escrito subraya la influencia en su formación de un texto de metodología (“ha sido mi libro de cabecera”) de Luis González y González, El oficio de historiar. Inspirado en esa obra, Jan trazó su propio derrotero en, como dijo, “un modesto folleto”, al que llamo El decálogo del historiador.

Con su decálogo, Jan de Vos no busca catequizar mecánicamente a quienes de él quieren aprender los entretelones de la pesquisa histórica, aunque es obvia la influencia de la imagen de lo acontecido en el monte Sinaí y que ha dado lugar a la confección de muy variados decálogos para infinidad de disciplinas. Nos dice De Vos: “La idea me vino de las doctrinas cristianas elaboradas por los misioneros españoles del siglo XVI. A la manera de aquellos tratados sencillos y didácticos, explico –a los demás y a mí mismo– que mi oficio incluye 10 preceptos que hay que obedecer en su totalidad si se quiere obtener un buen resultado. Sólo que en este caso ya no es el profeta judío Moisés el que baja del monte Sinaí cargando sus dos tablas de piedra, sino la musa griega Clío la que desciende del Olimpo con un códice doblado bajo el brazo. Y ya no es el pueblo creyente el destinatario del mensaje divino, sino un cenáculo de discípulos ávidos de aprender la esencia de una disciplina que desde los tiempos de Herodoto llamamos Historia”.

Los preceptos de Jan de Vos están a la mano de quien desee conocerlos, se pueden consultar en la versión que de ellos fue publicada en la revista Desacatos, prohijada por la institución de la que Jan fue investigador, el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas). En la liga www.ciesas.edu.mx/desacatos/15-16%20Indexado/4%20Legado%202.pdf se puede abrir el texto.

Por cierto que a Jan le sorprendió cuando le comenté que la sede del Ciesas en la que hizo sus estudios de posgrado, en la Casa Chata en Tlalpan, había sido por un tiempo, y a partir de 1882, el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Hizo referencia al hecho, con gran sentido del humor, en la mesa de ponentes en la que nos tocó participar en un congreso sobre las transformaciones religiosas de Chiapas.

En el discurso que dio, cuando en 2004 se le puso el nombre de Jan de Vos a la biblioteca del Ciesas-Sureste, en San Cristóbal de las Casas, el historiador lo concluyó con estas palabras: “Gracias por esta distinción, que se me da cuando aún puedo disfrutar plenamente de ella. Los libros que con los años coleccioné y ahora conforman mi modesta biblioteca personal están ya con ganas de enriquecer algún día el acervo que desde hoy lleva mi nombre”.

El libro de la vida de Jan de Vos se cerró el 24 de julio; los libros que escribió y reunió engrandecerán la biblioteca nombrada justamente en su honor. Gracias, muchas gracias, Jan.

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