martes, 26 de julio de 2011

Para ser menos perfectos.

Cuervos y lotos, para ser menos perfectos
La periodista Claire Dederer relata en 'Mi vida en 23 posturas de yoga' cómo esa práctica ha mejorado su estresada existencia



Los primeros pasos son fáciles. Basta con poner las manos en el suelo, estirar los brazos y hacer otro tanto con las piernas. Pero si eso fuera todo no se llamaría "vertical". De manera que todavía queda lo más complicado: levantar las piernas hacia el techo y mantenerlas allí, sin perder el equilibrio. La recompensa por tanta tensión muscular es que la vida adquiere una perspectiva distinta. Más bien, al revés. O, paradójicamente, "más real", según afirma Claire Dederer, periodista del diario The New York Times, entre otros medios, y autora de Mi vida en 23 posturas de yoga (Reservoir Books), su relato de cómo esta práctica ha mejorado su existencia (y de paso le ha hecho triunfar en las listas de los libros más vendidos en EE UU).



Perdido en esa postura y en ese minúsculo ecosistema ("estás solo tú, tus manos, tus piernas y el pavimento", explica Dederer) el yogui (el practicante del yoga) aprende a reflexionar. "El yoga te enseña a relajarte, a entender que no hay que ser perfecto a toda costa", asegura la escritora. Dederer lo descubrió gracias a un dolor de espalda, origen casual de su encuentro con el yoga. Desde entonces fió su vida de estadounidense obsesionada con ser "óptima" al filtro de medias lunas, palomas, pinos y otras posturas de nombres curiosos y efectos sorprendentes, al menos para ella.

Así, Dederer resolvió el estrés de ser madre, esposa, crítica de libros y periodista a la vez, encontrando el tiempo para un papel más: el de yogui. Las jornadas por fin ralentizadas de Dederer protagonizan 28 capítulos y 323 páginas de una autobiografía ambientada entre casa, gimnasio y trabajo y que a veces huye hasta el Oriente del III siglo antes de Cristo. Allí conversaban el dios Krishna y el guerrero Arjuna acerca de servir Dios. En su charla, reproducida en la escritura sagrada hinduista Bhágavad-guitá, se dice que se colaron las primeras referencias al yoga de la historia.

Es una de las pinceladas de contexto entre legendario e histórico que Dederer ofrece para explicar qué es el yoga y de dónde salió. Aunque, por mucho que se lo pregunte a lo largo del texto, la respuesta le sigue sin llegar. "Es parecido a una religión por sus reglas y sus valores como no robar y no mentir. Luego también tiene posturas y estrategias de meditación. De cierta forma es un modo de estar más cerca de Dios", aclara, hasta cierto punto, la autora.

Es algo "a lo que no estamos acostumbrados", asegura Dederer. La estadounidense sostiene que el mundo occidental no ama meditar, sino todo lo contrario. "Somos unos frikis del control y nunca nos paramos a pensar. No nos gusta estar incómodos y el yoga te obliga a estarlo constantemente", sostiene la autora. Ella llegó a acostumbrarse, aunque le costara decenas de intentos fallidos de posturas, varios baños de humildad y horas de clases escondida al fondo de la sala. Años después ya se siente más experta, aunque no tanto. Es lo que tiene el mundo al revés: nunca puedes perder el equilibrio.


¿Por qué nos gustan los métodos orientales?
Desde que el pilates se introdujo en los gimnasios de barrio o el monitor de spining se reconvirtió en profesor de body-balance, la literatura también ha reflejado este nuevo interés por métodos y conceptos orientales. Aparte de los manuales ilustrados de herbolario, existen unas cuantas obras que se han convertido en títulos reconocidos o incluso en películas. Aquí van algunos ejemplos:

Los vagabundos del Dharma. El clásico de Kerouac y el movimiento beat trastea en la búsqueda de uno mismo sin el snobismo occidental y la investigación exótica de otras religiones. Su discurso espiritual solo es su modo de vivir y contarlo. Un clásico anterior a que los Beatles fueran a Rishikesh y los hippies volaran a Nepal y Goa.

El camino del corazón. Fernando Sánchez Dragó se considera "el primer jipi español en Asia" mientras relata su recorrido por los principales países de ese continente aderezado de mandamientos del Tao-Te King y del Bhágavad-guitá.

El Dios de las pequeñas cosas. La historia de tres generaciones de una familia del estado de Kerala (al sur de la India) le sirvió a la escritora india Arundhati Roy para ganar el premio Booker de 1997, ser traducida a más de 21 idiomas y comparada con García Márquez.

Indian Express. El último Premio Azorín de Novela se falló a favor de la obra escrita por la periodista y escritora Pepa Roma y el viaje que hacen dos amigas a la India y que desvela la construcción de la amistad, las relaciones de pareja y- en un momento propicio de lecturas new age- la insatisfacción de la vida cotidiana.

Maldito Karma. El alemán David Safier hilvana una historia de amores y desamores por medio de las sucesivas reencarnaciones de una mujer y la decisiva importancia de los buenos o malos actos. Un éxito de ventas anterior a su última novela, Dios me quiere.

Come, reza, ama. Una mujer en crisis busca su verdadero yo en el placer de la comida, en el de la meditación y, por fin, en el amplio mundo del amor. El destino, en este caso, es Bali y los mandamientos budistas a seguir abogan por la sencillez en medio de un resort paradisíaco. Se convirtió en una de las películas más taquilleras del año pasado con el protagonismo de Julia Roberts y Javier Bardem.

ALBERTO G. PALOMO

1 comentario:

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