El amor no lineal
Por: Juan José Lara.
Cuando te quería me gustabas, ahora que no te quiero me gustas mucho más.
El amor es como la narración, puede ser lineal o no. El primero es soso, aburrido y convencional, simplificándolo en una palabra obscenamente “falso”. El segundo se manifestó, puedo decir con propiedad en el amor memorable por Miriam. La quise con pasión, variaciones y retrospectivas.
La conocí en la universidad, era soñadora, curiosa e independiente; en una charla que di sobre el surrealismo en la obra literaria de Miguel Ángel Asturias uncimos nuestras almas al son de las letras. No pasamos a más porque tenía una relación bastante formal con otro versificador.
Recuerdo cuando una compañera radiante, proporcionada y voluptuosa se ofreció a estudiar conmigo el fin de semana, Miriam se exaltó y lívida de cólera le dijo que me encontraría en su compañía, lo cuál por supuesto no estaba programado, ni era cierto.
Sin embargo a pesar de los impedimentos sostuvimos jornadas intensas con ejercicios académicos, literarios y políticos. Nos cobijó un amor silencioso, ahogado por los prejuicios que en esa época nos marcaban la vida.
Dejé de verla en la etapa de la agudización del conflicto armado interno; me confesó que se iría a Ixcán.
Después de muchos años leí en el periódico que en la librería Sophos, darían una conferencia: “El Surrealismo en Miguel Ángel Asturias” y, para mi sorpresa, la dictaría ni más ni menos que mi antigua amiga cuyo paradero ignoraba.
Fui con el recelo de quién va a encontrarse con alguien que no sabe si lo recordará o se azorará al reconocerlo.
En la entrada de la librería se encontraba una muchacha y, cuando la vi de cerca, por poco enmudezco para siempre, porque creí reconocer a mi musa de otros tiempos; ¡Parecía igual después de treinta años!
-¡Miriam, hasta la victoria!… le dije como era costumbre en los viejos tiempos.
Se volteó hacia mí y escrutándome la mirada con un destello de extrañeza articuló:
- BONJOUR monsieur
Después supe que era su hija crecida en Montreal, pero en aquél instante presa del vendaval de emociones me sostuve en el mostrador, vi hacia el interior del salón y entre el tumulto de libros y visitantes contemplé una señora de redondez sensual como emergida del mundo de Botero, luciendo unas gafas de alta graduación impartiendo la conferencia.
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