La reina Isabel II ha celebrado este viernes el 60 aniversario de su acceso al trono invitando a un almuerzo privado en el castillo de Windsor a sus pares: monarcas de todo el mundo que formaban un batiburrillo en el que se mezclaban reyes, emperadores, príncipes, jeques, emires, herederos, alguna sobrina y sobrino y hasta representantes de monarquías que están en el limbo, como las de Grecia, Rumanía, Bulgaria y hasta un país que ni existe: Yugoslavia.
Hubo otras mezclas aún más llamativas. En la mesa de Windsor, degustando un menú de productos locales (huevos escalfados con espárragos, cordero de Windsor con verduras y fresas de Kent con Charlota de vainilla) había lo mismo monarcas procedentes de democracias que conocidos déspotas, lo que a juicio de algunos ha enturbiado las celebraciones en honor de Isabel.
La presencia de indeseables la han encabezado los monarcas de Bahréin y de Suazilandia. El rey Hamad al Jalifa de Bahréin, país en el que el Gobierno está ahogando por la fuerza las manifestaciones populares en demanda de democracia, tuvo la prudencia de declinar a última hora la invitación que recibió para asistir el año pasado a la boda de los ahora duques de Cambridge. Esta vez ha decidido asistir.
Igual de polémica ha sido la presencia del rey Mswati III de Suazilandia, cuya vida de lujo y placeres contrasta con el hambre y la pobreza que sufren muchos de sus conciudadanos. Mswati se aloja estos días en el hotel Savoy acompañado de una comitiva de 30 personas. Allí le esperaron el viernes un puñado de activistas para reprocharle su presencia.
El palacio de Buckingham se escuda en que la lista de invitados ha sido aprobada por el Foreign Office, aunque nada habría impedido a la reina podar la lista en lo que, al fin y al cabo, ha sido un almuerzo privado. Tan privado que ellos iban de traje oscuro y ellas de cóctel y, por una vez, el boato ha brillado por su ausencia.
Aunque esa no ha sido la única ausencia brillante. La reina Sofía de España ha encabezado, a distancia, esa lista particular. Los reyes de España estaban invitados, pero Juan Carlos declinó por razones de salud –y seguramente también de oportunidad– tras romperse la crisma en su polémico viaje a Botsuana para cazar elefantes.
La reina sí iba a asistir, pero a última hora el Gobierno español ha preferido que se quedara en casa dados los roces que se dan con Reino Unido a cuenta de Gibraltar. Roces coyunturales, como el conflicto entre los pescadores de la bahía de Algeciras y la policía gibraltareña. Pero también roces de mayor calado y tradición, como el deseo español de protestar por la decisión de Isabel II de enviar a su hijo Eduardo a Gibraltar en el marco de los viajes de los familiares de la reina por los países de la Commonwealth y los territorios de dependencia británica con motivo de los festejos del Jubileo.
La de la reina Sofía, sin embargo, no ha sido la única ausencia. Algunos monarcas han preferido no asistir personalmente al banquete de Windsor y han enviado a algún familiar. El rey Mohamed VI de Marruecos ha enviado a su hermana Lalla. El de Tailandia, Bhumibol Adulyadej, ha estado representado por el heredero, el príncipe Vajiralongkorn.
Otros monarcas quizás hubieran querido asistir pero no estaban en la lista de invitados. Como el joven rey de Bután, Jigme Khesar Namgyel Wangchuck; o el de Camboya, Norodom Sihamoni. O el papa Benedicto XVI, monarca absoluto del Estado Vaticano. Se han quedado sin almuerzo privado en Windsor y sin banquete oficial, por la noche, en el palacio de Buckingham. Con más boato, pero menos glamour: la reina Isabel cedía esta vez la plaza de anfitrión al heredero de la corona, el príncipe Carlos.
Hubo otras mezclas aún más llamativas. En la mesa de Windsor, degustando un menú de productos locales (huevos escalfados con espárragos, cordero de Windsor con verduras y fresas de Kent con Charlota de vainilla) había lo mismo monarcas procedentes de democracias que conocidos déspotas, lo que a juicio de algunos ha enturbiado las celebraciones en honor de Isabel.
La presencia de indeseables la han encabezado los monarcas de Bahréin y de Suazilandia. El rey Hamad al Jalifa de Bahréin, país en el que el Gobierno está ahogando por la fuerza las manifestaciones populares en demanda de democracia, tuvo la prudencia de declinar a última hora la invitación que recibió para asistir el año pasado a la boda de los ahora duques de Cambridge. Esta vez ha decidido asistir.
Igual de polémica ha sido la presencia del rey Mswati III de Suazilandia, cuya vida de lujo y placeres contrasta con el hambre y la pobreza que sufren muchos de sus conciudadanos. Mswati se aloja estos días en el hotel Savoy acompañado de una comitiva de 30 personas. Allí le esperaron el viernes un puñado de activistas para reprocharle su presencia.
El palacio de Buckingham se escuda en que la lista de invitados ha sido aprobada por el Foreign Office, aunque nada habría impedido a la reina podar la lista en lo que, al fin y al cabo, ha sido un almuerzo privado. Tan privado que ellos iban de traje oscuro y ellas de cóctel y, por una vez, el boato ha brillado por su ausencia.
Aunque esa no ha sido la única ausencia brillante. La reina Sofía de España ha encabezado, a distancia, esa lista particular. Los reyes de España estaban invitados, pero Juan Carlos declinó por razones de salud –y seguramente también de oportunidad– tras romperse la crisma en su polémico viaje a Botsuana para cazar elefantes.
La reina sí iba a asistir, pero a última hora el Gobierno español ha preferido que se quedara en casa dados los roces que se dan con Reino Unido a cuenta de Gibraltar. Roces coyunturales, como el conflicto entre los pescadores de la bahía de Algeciras y la policía gibraltareña. Pero también roces de mayor calado y tradición, como el deseo español de protestar por la decisión de Isabel II de enviar a su hijo Eduardo a Gibraltar en el marco de los viajes de los familiares de la reina por los países de la Commonwealth y los territorios de dependencia británica con motivo de los festejos del Jubileo.
La de la reina Sofía, sin embargo, no ha sido la única ausencia. Algunos monarcas han preferido no asistir personalmente al banquete de Windsor y han enviado a algún familiar. El rey Mohamed VI de Marruecos ha enviado a su hermana Lalla. El de Tailandia, Bhumibol Adulyadej, ha estado representado por el heredero, el príncipe Vajiralongkorn.
Otros monarcas quizás hubieran querido asistir pero no estaban en la lista de invitados. Como el joven rey de Bután, Jigme Khesar Namgyel Wangchuck; o el de Camboya, Norodom Sihamoni. O el papa Benedicto XVI, monarca absoluto del Estado Vaticano. Se han quedado sin almuerzo privado en Windsor y sin banquete oficial, por la noche, en el palacio de Buckingham. Con más boato, pero menos glamour: la reina Isabel cedía esta vez la plaza de anfitrión al heredero de la corona, el príncipe Carlos.
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