“A todo aquel que ayuna le preguntan si no siente mucha hambre. Y los preguntones ponen una cara de incredulidad cuando se les responde que no, que el hambre es un estado psicológico, inseparable de la digestión, y que, cuando ésta desaparece por la falta de alimento, desaparece también aquel efecto o servidumbre de la alimentación. Tampoco suelen creerme cuando aseguro que ocurre al revés. Que una de las más sorprendentes consecuencias del ayuno, una vez pasados los dos primeros días, es la energía que genera, la formidable disposición del organismo a hacer cosas, empezando por ejercicios y deportes”.
Son palabras del escritor Vargas Llosa, un fan del ayuno como herramienta terapéutica. Sus virtudes –terrenales y espirituales– han sido, a lo largo de los tiempos, tan alabadas por las religiones como ignoradas por la ciencia, pero la cosa está cambiando rápidamente. El Congreso de Ayuno Terapéutico, que se celebra este fin de semana en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, es buena prueba de ello.
Se trata de “una de las mejores técnicas de curación física, emocional, mental y espiritual”, en palabras de Karmelo Bizkarra, licenciado en medicina y uno de los participantes en este encuentro. Durante el ayuno, señala Bizkarra, “el cuerpo se alimenta de sus propias reservas, y orienta su energía hacia los procesos de curación. La curación es un proceso biológico inherente al organismo vivo y el ayuno posibilita que el cuerpo ponga en marcha todos los procesos de desintoxicación, limpieza y auto regeneración”.
Vargas Llosa sigue el estilo de ayuno Buchinger (agua, zumo de frutas, tisanas y caldos de verduras), que dura 17 días. Pero se puede comenzar poco a poco. El doctor Pablo Saz Peiró, profesor de la Facultad de Medicina de Zaragoza y director del congreso, recomienda una práctica higiénica de un día o día y medio a la semana, “un entrenamiento al que puede habituarse una gran cantidad de gente para luego utilizarlo a otros niveles”.
En estos otros niveles cabría incluirlo con el cambio de las estaciones. En verano, los seres humanos (al igual que los animales) comen y acumulan grasas. Cuando llega el invierno, es hora de vivir de lo almacenado. De esta forma, “el que ayuna presta más atención a su cuerpo y goza del tiempo libre con mayor autonomía”, indica la doctora Françoise Wilhelmi de Toledo, presidenta de la Asociación Médica para el Ayuno y la Nutrición.
Más ventajas: no hay que cocinar, ni digerir alimentos. “La persona va a tomar conciencia de su vida, de sus necesidades no satisfechas y de sus potenciales. La distancia de la rutina diaria lo hace posible. Si el ayuno es voluntario, tras dos o tres días de adaptación el humor mejora ostensiblemente, la persona se apacigua, está más abierta a la naturaleza”, asegura esta experta.
Una advertencia: cuando se ayuna, el cuerpo vive de sus reservas. No está indicado para hombres y mujeres muy delgados. Tan importante como eso, es que la persona esté plenamente convencida: no se la puede obligar.
¿Son unos “raros” dentro de la comunidad médica? Saz Peiró cree que hay un incremento de su uso con fines terapéuticos. Para tratar la hipertensión, la arterioesclerosis, las enfermedades reumáticas o la dermatitis. En el congreso, por ejemplo, se hablará del ayuno para tratamientos de infertilidad; ayuno y prolongación de la vida y de su acción positiva contra el cáncer y la osteoartritis.
A pesar de todo, Wilhelmi de Toledo cree que la comunidad médica todavía no está lo suficientemente informada, una desventaja para todos los enfermos que podían mejorar de una forma tan simple y evitar así tratamientos con efectos secundarios. “Necesitamos más estudios científicos y eso es difícil de financiar. Los recursos se invierten hoy en el desarrollo de fármacos o de aparatos de diagnóstico que son rentables. ¡El ayuno, como las medicinas naturistas no se puede patentar!”, señala.
“Los ojos me son necesarios para ver el mundo exterior, el ayuno para el interior”. La frase, atribuida a Gandhi, muestra la simbiosis entre la dimensión física y la espiritual. “El ayuno profundiza: quien es espiritual se encuentra rezando, lleno de gratitud para la vida. La música, los textos, el arte nos tocan, somos más sensibles, más receptivos", dice Wilhelmi de Toledo. La doctora, que emprendió su primer ayuno con 18 años, señala que lo que hoy le motiva es “un encuentro conmigo misma, una pausa terapéutica para considerar mi vida y preguntarme si estoy en coherencia con mis aspiraciones”.
Como apuntaba Vargas-Llosa, uno de los principales escollos es el mito de que, si no comes, no tienes energía. Pero según Saz Peiró no es más que eso, un mito con mucha fuerza en nuestra psique. “Es justamente lo contrario. Se han hecho estudios con atletas y no se detectó pérdida de rendimiento deportivo”.
Esta es, en efecto, la experiencia de Ricardo Valverde, un ingeniero de Madrid que desde hace un año ayuna un día a la semana. A lo largo de esa jornada, bebe agua y come alguna fruta de temporada. “La experiencia muestra que sienta muy bien”, señala. “No tienes esa sensación de somnolencia después de las comidas. Y es una buena manera de entrenar el autocontrol e identificar la diferencia entre necesidades reales y simples hábitos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario