Nairobi
Olga Harmony
Juan Carlos Vives, hombre de gran simpatía personal y escénica, actor de texto y de improvisación, dramaturgo premiado y director de varias obras, ha declarado que para enfrentar la crisis por la que pasa gran parte del gremio artístico –y en general también los que somos de a pie– es necesario diversificarse y plantear varios montajes con su grupo Búho Grande Teatro en diferentes escenarios.
Nairobi es una de las cinco escenificaciones, alguna reposición de obra estrenada tiempo atrás, que el colectivo mantiene de manera simultánea y que es acogida por el Teatro Helénico. Planteados por la publicidad hecha en varios medios, casi siempre entrevistas a Vives, como una exploración de la pareja y de las familias disfuncionales, y como denuncia de la doble moral, texto y montaje resultan discutibles porque no demuestran las premisas que el autor y director declara.
Como ya se ha escrito en los lugares en que se promueve la obra, tres matrimonios con viejos problemas se encuentran en la sede diplomática mexicana en Nairobi, sin mayores lazos que compartir la nacionalidad, y para no aburrirse se proponen cambios de pareja mediante un sorteo en el que el azar diga quién se empareja con quién esa noche.
Eso es un malicioso pretexto para encubrir sus infidelidades.Antes, y en la primera parte, el público ya pudo presenciar que por lo menos en dos de las parejas presentadas el adulterio es algo recurrente y por lo menos en una, la cocaína es parte del juego erótico.
En la segunda parte, el recuento de encuentros pasados y de antiguas infidelidades, dados en confidencia, confirman el poco amor y respeto que estas personas tienen por sus cónyuges.
Es difícil aceptar que esto sea una exploración de la pareja, porque si bien en la vida real el adulterio se da por parte de marido y mujer y existe entre personas que se piensan muy sofisticadas el cambio de pareja, en la mayoría el lazo se establece por verdadero amor y mutuo entendimiento y, de no existir estos ingredientes, la separación o el divorcio rompen con ese lazo. No creo que se deba caracterizar únicamente por la infidelidad un asunto tan complejo como es el de la pareja, que no es únicamente heterosexual, aunque eso es otro problema.
Un político exitoso casado con una mujer dedicada al hogar, una mujer profesional con un hombre fracasado y una pareja liberal que presume de contarse todo, son los personajes de esta obra. Por cierto, en dos de los casos son las mujeres las que toman una ruda iniciativa para incitar a sus amantes, verdaderas hijas de Eva, lo que además de tener un tinte misógino puede ofrecer un matiz religioso que se ayunta con eso de la doble moral.
Es curioso cómo lo moral se asocie con el sexo, lo mismo que la doble moral, cuando en todas partes –eso incluye a México– sabemos de políticos y gobernantes que claman a favor del pueblo mientras se enriquecen desmesuradamente a costa de ese mismo pueblo. Eso es, para muchos de nosotros, la verdadera doble moral y no únicamente lo sexual, como años de coloniaje eclesiástico nos hacen pensar. En cuanto a lo de familia disfuncional nunca vemos en escena (siempre están en lo que se supone un jardín tras bastidores) a los niños, ni presenciamos una reunión familiar.
El título de Nairobi es un pretexto para ubicar la acción en una legación muy aislada, aunque se den palabras en idioma suajili, incluso las llamadas a escena y se ofrezca la Canción africana compuesta por Paco Vives. Juan Carlos Vives utiliza una parca escenografía: un sillón, unas sillas, algún otro objeto, iluminados por Raúl Castillo y que son movidos por las actrices y los actores para dar los diferentes cambios de escena.
En algún momento muy logrado están tres parejas que se destacan por pares mientras las demás se congelan. Sus actrices, Edurne Ferrer como Begoña, Guadalupe Damián y Yolanda Navarrete como María Luisa; sus actores, Gastón Yáñez como Bruno, Antonio Rojas como Osborne y Rodolfo Blanco como Víctor, tienen un desempeño apenas regular, aunque es de más calidad el de las actrices que el de los actores. El vestuario fue diseñado por Ingrid Sac.
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