Mujeres salidas del infierno ayudan a los otros a dejarlo.
Por: Juan Arias
.No todo en el submundo del crimen y de la droga está perdido. Hay personas, y en este caso de hoy, mujeres, que después de haber bajado ellas mismas al infierno del que muchos nunca consiguen salir, han sabido no sólo rescatarse, sino que están ayudando o otros condenados a él, abandonarlo.
Me refiero a ese ejército de 1.250 mujeres curtidas en las favelas de la ciudad de Rio que han decidido dedicarse a arrancar del terrible mundo del crac, a los jóvenes que se han dejado arrastrar por esa droga que afecta ya a 600.000 jóvenes brasileños.
Es en las favelas y en las grandes urbes, donde les es más fáciles a esos jóvenes vivir con impunidad tanto el consumo como la venta de crac. Y es allí donde estas mujeres van a tentar redimirles para que no sacrifiquen al dios de la droga su juventud aún en flor.
Son mujeres, como explica Clarissa Thomé en el diario O Estado de São Paulo que ellas mismas han pasado ya por todo. “Son historias de abandono, hambre, malos tratos y abusos sexuales. Algunas ya usaron drogas, vivieron en la calle, dejaron a sus hijos”, afirma Thomé.
Las llaman ahora “mujeres de paz”. Han sido reclutadas dentro de las favelas en las que han vivido y siguen viviendo, y actuarán allí mismo, con los hijos de los que un día fueron sus compañeros en los caminos del vicio o de la violencia.
El programa es concreto, sin flecos técnicos ni jurídicos y sin catecismos en la mano. Cada una de ellas se encargará de tentar rescatar a dos adolescentes en situación de riesgo. Como ha afirmado, Rodrigo Bethlem , secretario municipal de Asistencia Social, nadie mejor que ellas que estuvieron involucradas en esos infiernos de la droga, para saber cómo abordar, hablar y convencer a los adolescentes de pararse al borde del precipicio, sin caer en el pozo del que nunca saldrían solos.
Ellas saben que necesitan mucha paciencia para poder abordar a esos jóvenes, para poder convencerles, incluso con su propia experiencia personal, de que es mejor para ellos seguir el ejemplo de ellas que supieran salir del infierno sin morirse dentro de él.
La historia de una de las mujeres de ese ejército de “Mujeres de paz”, que dicen que lo que pretenden es “prestar su hombro” para ayudar a sus hermanos, es ejemplar para entender la fuerza que pueden tener estas mujeres que consiguieron superarse y hoy quieren ayudar a hacerlo a sus semejantes.
Se llama Anara Coutinho Macedo. Tiene 42 años y actúa en la comunidad carente de Vila Kenndey. Su vida no fue fácil. Violentada por su padre con nueve años, su madre acabó vendiendo su cuerpo a los clientes de turno. Vivió en la calle, donde dormía. De los 13 a los 15 años, a cambio de comida trabajó como criada en la casa del famoso narcotraficante Paulo Roberto de Moura, que murió en una caida de helicóptero huyendo de una cárcel de máxima seguridad.
Tras haber sido estuprada por dos de los hombres de Moura, y obligada a tener una hija, fue expulsada de la favela. Abandonó la ciudad de Rio y se fue a vivir durante diez años al Estado de Espíritu Santo donde tuvo otras dos hijas. De vuelta a Rio consiguió dar de comer a sus hijas haciendo trabajos domésticos saltuarios.
“Mi madre me decía que nunca sería feliz porque yo había sido lo peor que le había pasado en la vida”. Y sin embargo, confiesa que hoy es feliz con su nuevo trabajo de rescatar a los jóvenes de la droga. Y curiosamente su primer trabajo ha sido convencer a la hija adolescente de una de sus colegas de “Mujeres de paz”, a dejar de usar el crac.
A veces nos acusan a los periodistas de no dar noticias “buenas”. Lo que ocurre es que el mundo está demasiado lleno de las otras noticias, las negras, y no suele haber lugar para las blancas, las de superación. Ésta es una de ellas: mujeres que consiguieron salir de la noche de la desesperación y de las vejaciones para intentar que otros más jóvenes que ellas puedan ahorrarse el dolor que ellas llevan gravadas a fuego en su carne.
DEDICADO A LAS MUJERE DE PAZ DE RIO
Es mejor tentar y fallar
que ver la vida pasar,
es mejor tentar, aunque en vano,
que sentarse sin hacer nada hasta el final.
Yo prefiero caminar en la lluvia,
que esconderme en casa en los tardes frías,
prefiero ser feliz, aunque loco,
que vivir conformado
(Martin Luther King)
Aprendemos a volar como los pájaros
y a nadar como los peces
pero no a preendemos
a convivir con los hermanos.
( Luther King)
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