Frente a los recortes, autogestión
Los centros culturales que proponen un nuevo modelo cultural se consolidan
La Tabacalera en Madrid o la Casa Invisible en Málaga se vuelcan en el entorno ciudadano
Se consideran hijos de la crisis porque el modelo de la opulencia se está demostrando inviable. Y, en general, están hermanados con movimientos de arraigo ciudadano como los indignados del 15-M. La Tabacalera en Madrid, La casa Invisible en Málaga, TRN en Granada o Hangar en Barcelona, son unos cuantos ejemplos de que el final de la cultura de la subvención no tiene por qué paralizar la actividad cultural. Eso sí, estos centros no tienen en su horizonte el número de visitantes ni el precio de sus obras. Conceptos como los bancos de tiempo y el trueque de conocimientos son sus activos más importantes y con ellos consiguen que los artistas cuenten con los medios imprescindibles para ejecutar sus proyectos.
Hace un par de años que el Centro Social Autogestionado La Tabacalera de Madrid, situada en la antigua fábrica de tabacos, en el barrio de Lavapiés, es un referente para otras iniciativas similares. Después de cerrado a causa de batallas institucionales, el centro funciona casi a pleno rendimiento desde febrero de 2010, momento en el que el Ministerio de Cultura cedió la planta baja del edificio (más de 9.000 metros cuadrados) en un acuerdo renovable cada dos años. La luz, el agua y la seguridad la aporta el Ministerio. Todo lo demás se logra gracias los usuarios del centro. Ahí entra desde la restauración de las espléndidas salas del edificio, la recuperación de ordenadores, las clases y los ensayos que posibilitan las producciones cinematográficas, teatrales o la edición de libros a través de la editorial Papel de Fumar.
Mariví Sonte (pseudónimo que colectivamente utiliza cada portavoz para evitar personalismos) explica que en el centro participa todo aquél que tenga algo que aportar y que tenga muy claro que el colectivo no está en función de intereses individuales. Ese es el único principio innegociable. Arraigado en un vecindario multicultural y multiétnico, el programa de cada día se va comunicando en una pizarra grande situada en la entrada principal del edificio. Allí se puede leer que las clases de chino, van seguidas de un taller teatral o de un encuentro con los últimos represaliados del franquismo.
La Casa Invisible de Málaga se halla en un amplio edificio situado en el centro de la ciudad y en funcionamiento desde hace cinco años. Producto de una iniciativa okupa, firmaron hace un año un protocolo de funcionamiento con el Ayuntamiento, la Diputación y la Junta de Andalucía. Es un acuerdo que esperan ampliar a cinco años en una reunión prevista para la semana próxima.
Con el objetivo de fomentar la autogestión ciudadana y mantener las actividades sociales y culturales que el vecindario no encuentra en las instituciones públicas, los usuarios del centro se cuentan por cientos. Uno de los participantes habituales en las reuniones, Nico, explica que hay tres áreas esenciales de actividad: la participación, la formación y la experimentación. En esta última tienen cabida las actuaciones musicales de toda clase, las actividades plásticas, los seminarios históricos. La gente participa cada vez más y Nico no tiene duda de que es un modelo sostenible porque no sirve a más intereses que a los puramente ciudadanos.
Los colectivos sociales y artísticos que hacen posible este otro modelo cultural tienen en la Red una aliada que les permite difundir sus actividades fuera de los escenarios situados entre las cuatro paredes en las que trabajan. Los formatos convencionales no entran en sus aspiraciones. Forma parte de ese otro modelo que agoniza en España bajo los recortes institucionales. Ni aspiran a ello, ni están remotamente interesados, puntualiza Mariví Sonte. "Es un modelo que responde a planteamientos de los ochenta, cuando lo único que se buscaba era el enriquecimiento y el famoseo. El momento es otro".
Los colectivos sociales y artísticos que hacen posible este otro modelo cultural tienen en la Red una aliada
En general, la relación intercentros se queda en el ámbito de quienes sostienen este modelo. Pero hay otros que podrían calificarse de convencionales. Son pequeños museos que como el José Guerrero funcionan para ámbitos discretos y están fuera de de los objetivos a gran escala.
Yolanda Romero, su directora, alza la voz contra el pesimismo en estos momentos: "En años de bonanza también se han desarrollado pequeñas iniciativas que son las que tienen mas papeletas para sobrevivir a esta gran glaciación cultural. Es importante contar que también durante estos años de bonanza y despilfarro, en España, ha habido algunos ejercicios de sensatez. Probablemente la falta de dimensionamiento de los centros y museos de arte en relación con las ciudades en las que se insertan está en el origen de su tragedia. Creo que no es bueno extender la idea de que existen demasiados museos/centros de arte en nuestro país. ¿Es que una ciudad ciudad media no puede asumir perfectamente el mantenimiento de un museo dinámico, insertado en lo local, pero sin ser localista, gestionado por un pequeño equipo muy profesional y trabajando con otras instituciones en red?".
Romero es de las que opina que hay nuevas experiencias de gestión que pueden suponer un balón de oxígeno. Como ejemplo cita a la Casa Invisible de Málaga, el proyecto TRN en Granada , gestionado por artistas y Tabacalera, Noestudio o off Limits en Madrid. "Hay muchos otros. No va a ser un problema de imaginar".
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