Los tuaregs toman por primera vez una capital de región
Los rebeldes controlan la ciudad de Kidal, la principal del territorio que reclaman
Los rebeldes tuaregs controlan por primera vez una ciudad importante desde el comienzo de su ofensiva contra el Ejército de Malíel 17 de enero. Al grito de ¡Alá es grande!, los nómadas del grupo salafista Ansar al Din entraron en la ciudad de Kidal, capital de la región homónima. Testigos de la toma de la ciudad relatan que los rebeldes van casa por casa para comprobar que no hay soldados escondidos, y están robando los coches estatales y públicos. Los rebeldes independentistas lanzaron a continuación una ofensiva contra al menos tres ciudades de la provincia de Gao (Bourem, Menaka y Asongo), en el noreste del país, según testigos y fuentes militares.
El jefe de la Junta Militar que tomó el poder el 22 de marzo, capitán Amadou Sanogo, ha reconocido en la televisión estatal la conquista de Kidal, que achacó a la superioridad militar de los insurgentes. "Tras Aguelhok, Tessalit y Tinzauten [localidades del noreste del país ya en poder de los sublevados], el caso de Kidal no era más que una consecuencia lógica (...) El enemigo está en una situación de superioridad", confesó Sanogo en la cadena ORTM.
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La desesperación de los soldados de Malí —que, escasos de armamento y provisiones, intentaban frenar las victorias de los tuaregs— alimentó el alzamiento de los militares el 22 de marzo. En palabras de la Junta, los militares tomaron el poder ante “la incapacidad de gestionar la crisis del norte” por parte del depuesto presidente, Amadou Toumani Touré.
El sentimiento patriótico de la mayor parte de la población de Malí se ha exacerbado estos días. Pese a la incertidumbre que se vive en el país desde el alzamiento militar, tanto la población a favor de los golpistas, como un número elevado de quienes se han manifestado contra el golpe, apelan a “un Malí unido”.
Sin embargo, los problemas del norte del país y la presión de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) podrían terminar con esta frágil cohesión. Después de cancelar una reunión con la Junta en Malí por motivos de inseguridad, la organización ha puesto un ultimátum de 72 horas a los golpistas: si no vuelven a instaurar el orden constitucional, a partir del lunes los miembros del grupo impondrán un embargo diplomático y financiero que aislaría totalmente al país. Esta medida asfixiaría la débil economía de Malí y supondría un cierre de las fronteras y la congelación de las cuentas nacionales en el Banco Central de África Occidental.
Ante las amenazas, el líder golpista Sanogo pidió ayer disculpas a los países vecinos por no poder garantizar su seguridad en Malí y solicitó su apoyo. “Los rebeldes siguen atacando nuestro país y aterrorizando a nuestra población (...). La situación es crítica y nuestro Ejército necesita el apoyo de los amigos de Malí para salvar la población civil y la integridad del territorio nacional”, aseguró ayer Sanogo en rueda de prensa.
La mayor parte de la población de Malí vive bajo el umbral de la pobreza —el 51% subsiste con menos de 1,25 dólares al día, según el Banco Mundial— y las sanciones empeorarían la precariedad del país. Cada vez son más las voces que consideran que si la CEDEAO lleva a la práctica el embargo, los que hoy respaldan a los golpistas acabarán rebelándose contra la Junta.
Esto no impide que personas como Oussmane Sy, secretario de Adema-PASJ —el principal partido de Malí, integrante de la plataforma a favor de la democracia— apoyen la intervención de la CEDEAO: “Malí tenía un compromiso con la CEDEAO y hay que cumplirlo. Además, Malí envió tropas a Sierra Leona para restablecer la democracia. Creo que la CEDEAO tiene toda la razón: el golpe va contra el pueblo y los militares han aprovechado que tienen armas para imponer sus normas”.
Adema-PASJ es el primer partido político de Malí y uno de los 36 que conforman la Alianza para la Democracia y el Progreso, creada tras el golpe de Estado para denunciarlo y posicionarse a favor del restablecimiento de las instituciones constitucionales.
No está claro si en la toma de Kidal participaron solo los tuaregs salafistas (Ansar al Din), que pretenden introducir la sharía o, como afirman otras fuentes, también participó la facción laica de los tuaregs. Moussa Ag Assarid, portavoz de estos últimos en París, asegura: “Tenemos un enemigo común, así que tomamos Kidal juntos. Más adelante, cuando tengamos nuestro país, nos ocuparemos de los islamistas, los traficantes y los terroristas de Al Qaeda. Ahora nos centramos en recuperar nuestro territorio”.
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