Por Juan José Lara.
El escritor y la mesera
A Ernesto se le terminó la tinta. No lograba hilvanar la maldita trama para concluir la obra, que presentaría al premio de novela. Solo se le ocurrían argumentos sin sangre, y construcciones sintácticas sin calle.
Exasperado decía para sus adentros: “El talento es limitado, la mediocridad es infinita”.
Se daba ánimo pensando en la memorable anécdota cuando Schopenhauer sentado en un club, como él ese día en el restaurante Fu Lu Sho, un joven le hizo una pregunta, él displicente contestó:
- No sé.
Ante la insistencia del muchacho que dijo:
- Bueno, pensaba que un gran sabio como usted los sabía todo, Schopenhauer le contestó:
- Ningún conocimiento es ilimitado; lo único que no tiene límites es la estupidez.
Pidió otro café a la mesera, morena, de unos veinte años, delgada, pálida, de dulces ojos castaños.
- ¿Cómo va su libro?, preguntó la muchacha; él le había contado sus delirios de escritor.
- Se está cocinando despacio, contestó. La mesera sonrió desapareciendo detrás del mostrador.
Un rato después llegó un amigo suyo, le preguntó también sobre la novela. En seguida sacó un legajo gris con tachones frecuentes sobre la escritura. El otro leyó con dificultad, porque además lo diezmaba la miopía que lo obligaba a acomodarse constantemente los anteojos.
No mostró ningún entusiasmo, al contrario optó por marcharse sin ningún miramiento. Solo se lamentaba del calor.
Descorazonado y abatido pidió la cuenta; observó a la mesera llegar solícita. Había llegado a creer que a través de las visitas habituales, ella le prodigaba más afecto del que comúnmente suele nombrarse como tal.
Después de la fecha límite de recepción de obras, sin haber terminado su libro ni presentarlo al certamen, pasó un día por el restaurante. Inesperadamente se inquietó, porque no encontró a la mesera de siempre. En su lugar lo atendió otra mujer que le dio un sobre. Lo abrió y leyó una nota concisa como luna, sencilla como hierba, espontánea igual que la vida: “No soporté seguir en la espera sin sentido, y que un día usted no aparezca porque se ha ido a Europa como es su sueño; con la fama, los premios y el futuro en el equipaje. Siempre lo llevaré en mi corazón”.
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