lunes, 19 de septiembre de 2011

Debate sobre Feminismo/México.

El feminismo según las mujeres
Esta teoría ha puesto en el centro de la discusión el respeto a los derechos de las mujeres; sin embargo, ha incurrido en excesos poco productivos. Un conjunto de mujeres aporta sus ideas al respecto.



El feminismo mexicano no es un movimiento homogéneo. Existen grupos radicales y otros integrados a la corrección política oficial, y el tema no está exento de controversia.
Aquí presentamos las respuestas que 24 mujeres escritoras, periodistas, académicas y artistas dieron a dos preguntas de M Semanal: ¿Eres feminista? y ¿Por qué?

Beatriz Guadalupe Aldaco (Hermosillo), escritora y editora.
No. Porque sobre todo asumo y practico los fundamentos del humanismo. Aunque coincido y practico algunos de los principios básicos del feminismo, no puedo suscribir totalmente su teoría y praxis en tanto no he profundizado suficientemente en ellas; además, circunscribirse a una escuela, doctrina o tendencia significa avalar todos o la mayoría de sus postulados, lo cual me parece ideológica y filosóficamente limitante. Lo que puedo suscribir del feminismo (la equidad de género; la no discriminación; el derecho a una vida libre de violencia; el derecho a la libre preferencia sexual) lo he interiorizado a partir de disciplinas alternas a esa doctrina —la historia, la literatura, el psicoanálisis, la cultura, el arte—, lo que ha devenido en una especie de “sentido común-racional sobre la equidad”, que incluye pero rebasa el tema de las mujeres. La visión del mundo que lleva a repudiar la estela de injusticias ancestrales cometidas contra mujeres en el marco del “sistema patriarcal” está, para mí, englobada en la que repudia la opresión histórica de grupos sociales, razas, religiones, personas, y ésta es la que yo comparto.




Mónica del Arenal (Guadalajara), arquitecta, autora de Guadalajara de alarifes, catrines y bicicleteros (2009).
No. Al menos no de manera conciente. Tuve un papá que siempre estuvo orgulloso de que yo fuera una niña independiente, con sueños propios y no precisamente tradicionales. Con mi madre ha sido un trabajo de años, pero en este momento de mi vida me satisface que ella esté contenta con las decisiones que he tomado. Estoy contenta con el hecho de ser mujer y con la otredad respecto de los hombres. No creo en la igualdad entre hombres y mujeres, sino en la equidad, que es algo muy diferente. Creo en la responsabilidad individual de defender las convicciones propias y, sobre todo, en el trabajo del día a día como el mejor antídoto contra la discriminación sexual. He tenido que lidiar con hombres (y mujeres) machistas, pero si la autoestima está bien, es más fácil plantarse, defenderse o hacer lo que la situación pida, desde ser capaz de discutir en un ambiente hostil hasta denunciar formalmente.

Ivabelle Arroyo (Ciudad de México), periodista.
No. Por dos motivos: el íntimo es que me gusta la idea de los roles en mi hogar; el ideológico es que me inclino más por el respeto al individuo en términos de garantías constitucionales y derechos humanos. Ése es un paraguas más amplio y poderoso.

Nadia Baram (Ciudad de México), fotógrafa.
Sí y no. Mientras que el feminismo se trate de obtener igualdad en derechos sociales, políticos, económicos y reproductivos para la mujer, me identifico por completo con la palabra y con el movimiento. Pero dejo de sentirme identificada con el término cuando el discurso feminista es llevado a un extremo. No coincido con la corriente del feminismo que sugiere que las diferencias entre el hombre y la mujer no son más que una construcción social. Considero que sí existen diferencias naturales entre el hombre y la mujer y que éstas, lejos de ser motivo de recelo o beligerancia, son motivo de celebración.

Lolita Bosch (Barcelona), escritora y activista, coordinadora del blog Nuestra Aparente Rendición.
Sí. Porque me parece necesario serlo. La desigualdad entre géneros es evidente, porque la información que hemos recibido es esencialmente masculina y no nos incluye; porque creo que hay que estar del lado de los débiles y las mujeres lo son infinitamente más en infinitos lugares del mundo. Ser feminista es estar del lado de la igualdad. Y creo que hoy nuestro mundo necesita ese tipo de respeto. Aunque aclaro: ser feminista es una postura defensiva, no opresiva. Es un reclamo esencial de derechos por el que todos nosotros deberíamos luchar. No es una lucha de género, sino social.





Verónica Bujeiro (Ciudad de México), escritora, autora de Nada es para siempre (2010).
No. Creo en los individuos y no en las afiliaciones políticas. Es un tema muy complicado, porque parecería que al decirle “no” al feminismo inmediatamente te adscribes a la misoginia y viceversa.

Ana Clavel (Ciudad de México), escritora, autora de El dibujante de sombras (2009).
No me declaro como tal. Detesto las etiquetas sexistas. Pero sí trabajo en mi espacio individual por los derechos de los hombres y las mujeres a una vida más compartida y menos prejuiciada.




Jacaranda Correa (Ciudad de México), periodista y documentalista, directora de Morir de pie (2011).
Sí, porque reconozco la importancia y el valor de muchas mujeres que antecedieron a mi generación y que lograron reconocimiento y participación importante en la vida pública. Soy feminista cuando recapitulo y valoro las teorías que replantearon las explicaciones naturalistas del sexo y la sexualidad femeninas. Me reconozco en aquellas teorías que insistieron en que ser mujer, y por extensión cualquier género, más que un hecho natural es una situación histórica y cultural, aunque percibo, en ocasiones, un discurso feminista algunas veces radical y unilateral con el que se margina la posibilidad de replantear también la categoría de lo masculino. Es momento de replantear en muchos sentidos las posturas feministas en un momento en el que para cerrarle el paso a la desigualdad y la creciente violencia es necesario pensar en derechos que también incluyan a los hombres. Mientras no miremos al otro, a ese victimario que se ha vuelto el enemigo a vencer, mientras no pensemos también en políticas públicas incluyentes que atiendan desde el punto de vista cultural esa violencia, no podremos avanzar.

Gabriela Damián (Ciudad de México), escritora, autora de La tradición de Judas (2007).
Sí. Porque, antes que nada, el feminismo no es la revancha del machismo: es un movimiento social que ha evolucionado históricamente y que hoy apuesta por la equivalencia humana; el feminismo no es un asunto exclusivo de mujeres, se preocupa por una nueva configuración de las identidades aspirando a conseguir una sociedad más justa y armónica cimentada en la plenitud vital de sus individuos. Me siento comprometida con el feminismo incluyente porque soy mexicana, y en mi país las condiciones de vida son particularmente difíciles para muchas.


Malva Flores (Xalapa), poeta y ensayista, autora de Luz de la materia (2010) y El ocaso de los poetas intelectuales (2010).
No. Creo en la lucha contra los sometimientos que sufren o han sufrido distintos grupos humanos. Creo en la imperiosa obligación de defender la igualdad de las personas frente a cualquier instancia, como creo en el derecho de los animales a no padecer atropellos o crueldad. No creo en las “cuotas de género” en la Cámara de Diputados ni en las antologías literarias. En ambos casos es una búsqueda de poder disfrazada de buenas intenciones, una perversión del espíritu primero que animó la lucha de las mujeres. Sé en carne propia lo que es la discriminación. Pertenezco a muchas “minorías”: la primera de ellas “de género”, pero ser mujer no me hace una mejor poeta ni, tampoco, una persona mejor.

Úrsula Fuentesberáin (Ciudad de México), comunicóloga y buzzer (escritora en redes sociales).
¿Feminista? ¿Es un club? ¿Qué incluye la membresía? Creo que la versión del feminismo que le tocó vivir a mi generación se llama pro-equidad de género. Porque el feminismo tal como lo entendían Gertrude Stein o Virginia Woolf ya no existe. Lo que nos corresponde hoy no sólo a las mujeres, sino a la sociedad en conjunto, es arrancar de raíz las nociones que más tarde se convierten en crímenes de género, desigualdad y falta de oportunidades profesionales para las mujeres.



Francesca Gargallo (Ciudad de México), profesora universitaria y escritora, autora de Ideas feministas latinoamericanas (dos tomos, 2004-2007).
Soy feminista y he cruzado por varias redefiniciones de mi feminismo, sin jamás perder de mira la necesidad de ubicarme como mujer. Soy feminista porque no puedo vivir en la misoginia que actúa a cada instante desde todas las acepciones de lo social. Soy feminista porque odio las jerarquías sociales, porque en la escuela me escondieron a excelentes poetas que nunca figuraron en los cursos de literatura única y exclusivamente porque eran mujeres.

Matiana González Silva (Guadalajara), redactora científica en el Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona y profesora universitaria.
Si por feminismo se considera la convicción absoluta de que los derechos y las obligaciones de las personas no deben estar condicionados por ser hombre o mujer, por supuesto que soy feminista. También lo soy en el sentido de que creo que las relaciones sociales están determinadas por categorías de género, que estas categorías no son naturales sino que han sido construidas socialmente y que, para modificar un modelo esencialmente desigual que históricamente ha privilegiado lo masculino, se necesita una voluntad explícita y una serie de acciones deliberadas. Soy feminista porque estoy convencida de que hay espacios de decisión estrictamente personales, como el aborto, y porque me indigno ante las variadas formas de discriminación que todavía sufren muchísimas mujeres. Si en el adjetivo incluimos la reivindicación de los homosexuales a tener los mismos derechos que los que no lo son, incluyendo la posibilidad de adoptar y contraer matrimonio, también soy feminista. Soy feminista porque parto de esta perspectiva vital cuando me relaciono con los otros, cuando voto, cuando escojo a mis amigos y a mis parejas, y cuando analizo la realidad en mi trabajo como historiadora. Pero aunque admiro de manera profunda la lucidez de las primeras feministas para señalar un problema donde todos veían normalidad, así como su coraje para intentar cambiarlo, nunca he sido activista.


En un terreno más subjetivo, no me gusta la mimetización de géneros y creo que la igualdad de derechos no tiene por qué significar la abolición de la diferencia. Sé que la separación entre el terreno público y privado es una falacia y que culturalmente los roles masculinos y femeninos se conforman a partir de los detalles más pequeños, pero en el ámbito de las relaciones personales no me escandalizo porque haya algún resabio de roles tradicionales, y disfruto si un caballero me ayuda a cargar bultos pesados. En resumen, exijo la igualdad más básica, pero reivindico también la imaginación y la libertad para inventar maneras nuevas y variadas de relacionarnos entre todos.




Norma Lazo (Ciudad de México), escritora, autora de El mecanismo del miedo (2010).
Sí, aunque siempre he tenido problema con las etiquetas, sobre todo cuando se trata de la defensa de derechos, porque no me gusta sentir que me ciño a uno en particular. No sólo me importan los derechos inalienables de las mujeres, sino también de los seres humanos, de los animales, de la Tierra como ente biológico, el derecho del migrante por buscar una mejor vida en otro país y el derecho al pensamiento y las decisiones libres alejadas de estructuras hegemónicas ya sean religiosas, políticas o ideológicas.

Mónica Maristain (de Entre Ríos, Argentina, vive en Ciudad de México), periodista, autora de Futbolistas, el club de los cien (2006).
No, para nada. Creo que hay que defender los derechos de todos los seres humanos en posición de debilidad o de riesgo, y no comulgo con los colectivos. El feminismo radical, por otra parte, poco ha hecho para propiciar un verdadero encuentro nutritivo entre los sexos. Por supuesto, allí donde haya una mujer sometida o abusada, levantaré mi voz, pero en forma individual, sin suscribirme a ninguna corriente de pensamiento más que a mi propio sentido moral.



Mónica del Arenal. Foto: Giorgio Vieira

Fernanda Melchor (Veracruz), periodista y escritora, ganadora del primer Virtuality Literario Caza de Letras de la UNAM, 2007.
No creo. Soy consciente de la inequidad histórica del sexo femenino en materia de derechos fundamentales y sí, también reconozco que, sin la participación activa de colectivos formados en su mayoría por mujeres, ciertas conquistas (el voto, la despenalización del aborto) no tendrían lugar. Pero tampoco voy por la vida blandiendo la bandera del feminismo exacerbado, especialmente ése que busca el escándalo y la provocación. Trato de ver a la gente que me rodea más allá de su sexo y género. No creo que las mujeres somos superiores a los hombres ni tampoco creo lo opuesto: la experiencia me ha hecho comprobar que ambos, hombres y mujeres, somos capaces de llevar a cabo tanto las más nobles acciones como las más terribles injusticias.

Gabriela Onetto (Montevideo, Uruguay), coordinadora de talleres de motivación literaria y licenciada en Filosofía.
Para contestar “sí” o “no” habría que definir el alcance del término “feminista”. Por definición, no secundo ninguna palabra terminada en “ista” porque no me gusta verme atada a doctrina alguna. Si hablamos de “feminista” como se entiende corrientemente, diría que, lejos de serlo, abogaría porque las mujeres contemporáneas lleváramos adelante una demanda judicial contra las feministas históricas por daños y perjuicios: habernos añadido más carga a las mujeres, la laboral y económica, sin que en la práctica hayamos sido relevadas de las domésticas y familiares que ya caían sobre nosotras. ¡Bonita independencia nos legaron, con cero tiempo libre y mucha más responsabilidad! Ahora, si “feminista” se refiere a tener una mirada atenta sobre los problemas de género, en particular los del género femenino, en ese caso sí, acompaño. Porque no se trata de un partido de futbol de hombres contra mujeres, en el que yo pueda “irle” a las mujeres porque “somos” mejores que los hombres o tenemos la razón: por eso rechazo las acepciones más “combativas” del término. El sesgo que me interesa incluye a los hombres, no los expulsa como “lo otro”.




Kenia Ortiz (Guadalajara), profesora universitaria y estudiante de doctorado en Ciencias Sociales.
Crecí en el seno de una familia muy religiosa, donde por años escuché que según las sagradas escrituras el varón es la cabeza de la familia, y después de experimentar la expulsión de la congregación religiosa por cuestionar estos y otros principios, encontré en el feminismo una vía de escape. Recuerdo lo libre y feliz que me sentí al leer El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, y durante años participé en grupos feministas con chicas de mi edad que compartíamos la militancia en el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Todo esto me llevó a un redescubrimiento de mi cuerpo, mi sexualidad y mi forma de ver la vida. Pasados algunos años de convivir con feministas, mi visión sobre el movimiento se transformó, descubrí que muchas de estas mujeres defendían los principios del feminismo de forma dogmática; el fanatismo y la intolerancia se imponían muchas veces ante el diálogo y la reflexión, cosa que también ocurría en el PRD. Yo no fui ajena a esta práctica, en cierta medida porque arrastraba aún vestigios de mi educación religiosa. Con el tiempo esto empezó a incomodarme y comencé a alejarme poco a poco de esos grupos feministas y del partido. A la fecha, cuando me preguntan si soy feminista me encuentro en una encrucijada, no me identifico con la intransigencia de algunos de estos movimientos, aunque sí defiendo las aportaciones que el discurso feminista ha traído consigo, por ejemplo, en el campo de la sexualidad femenina.

Elvira Reyes (Ciudad de México), psicóloga, activista, autora de Gritos en el silencio: mujeres y niñas frente a redes de prostitución. Un revés para los derechos humanos (2007).


Me declaro feminista porque aprendí a defender mis derechos apenas salida de la infancia. Desde edad temprana me di cuenta de que estaba atravesada por discursos que esclavizaban a las mujeres; de que las ideas y las acciones de los hombres estaban destinadas a dividirnos y a violentarnos en todas las formas posibles, abierta o encubiertamente. He de admitir que en los primeros años de mi infancia caí en la trampa, pero alrededor de los 12, por un hecho brutal de parte de mi padre, me di cuenta del engaño; desde entonces aprendí a ser más observadora, a escuchar de otra manera: a solidarizarme con las demás mujeres, a declarar otras verdades haciendo a un lado las que provenían de discursos patriarcales. Luego empecé a preocuparme por la violencia de que son objeto otras mujeres tanto en el espacio público como en el privado, y adquirí el compromiso conmigo misma de hacer todo lo que estuviese a mi alcance por prevenir y, en su caso, defender los derechos de toda mujer víctima de maltrato por sustratos de una cultura sexista y opresora.


Vanesa Robles (Guadalajara), periodista.
Nunca he leído tratados feministas, pero en la práctica coincido con algunas ideas que enarbolan las feministas. Como muchas mujeres, me crié en un hogar que privilegiaba al hombre, auque en casa había más mujeres que hombres: mis dos hermanas y mi madre. También tuve una educación sexual muy tradicional. Mi “ventaja” fue que cuando yo tenía ocho años mi mamá quedó cuadrapléjica, y durante años sus hijas la educamos; ahora mi papá se hace de comer y es más solidario que en su juventud. A mí me quedó la maña de cuestionar las prácticas que favorecen al hombre, las cuales me parecen injustas. Por ejemplo, el quehacer doméstico; la libertad sexual; la maternidad, pues me han despedido por estar embarazada; el cuidado de los hijos, que no debe ser una ayuda sino una acción compartida; los asesinatos de mujeres por sus parejas, que suman más que los de hombres. Pero no lo puedo negar: algunas veces admiro a las mujeres que, gracias a su educación machista, viven con más satisfactores materiales. Soy feminista en la práctica, no en la teoría. Por fortuna, mi compañero de vida es machista nomás en la teoría. Compartimos el cuidado de los hijos, el quehacer de la casa, la vida nocturna por separado. Incluso así, reniego algunas veces: no sé si por feminista o por la costumbre de cuestionar.

Tania Tagle (Ciudad de México), licenciada en Lengua y Literatura.
No. Considero peligroso cualquier radicalismo —digan lo que digan las feministas “buena onda”, para mí el feminismo actual sigue siendo igual o más o radical que el de mediados del siglo pasado—, así como considero peligrosa cualquier ideología que vea a la otredad como un enemigo. Los hombres no son mis enemigos, y los problemas que enfrentamos como sociedad son mucho más complejos y no pueden explicarse atendiendo nada más al género. Admiro a las feministas de antaño porque se impusieron y lucharon contra paradigmas que era necesario romper, y las hubiera apoyado aun creyendo que se equivocaban, porque su esquema de pensamiento siguió siendo falocéntrico, no lograron pensarse desde afuera de éste sino en contra... Mucho cuidado una vez que un movimiento social halla cobijo en las instituciones, como lo ha hecho el feminismo en la actualidad; a las feministas actuales no tengo gran cosa que admirarles.

Magali Tercero (Ciudad de México), periodista, autora de Narcotráfico en México: cuando llegaron los bárbaros (2011).
No exactamente. Aunque toda la vida he defendido la igualdad de derechos para ambos sexos, no soy activista. Sólo he participado en una marcha feminista, a favor del aborto, cuando tenía 20 años. Entonces trabajaba en una revista femenina, y gracias a Beatriz Martí, hija de una feminista reconocida, escribí mis únicos textos declaradamente feministas. Fue una época interesante, formativa en relación con el tema, pero mi vocación siempre fue escribir libremente. Mi madre fue una de las tres primeras alumnas de la Facultad de Filosofía y Letras, de manera que para mí es natural la equidad. Debo decir que adoro las diferencias entre hombres y mujeres.

Paola Tinoco (Ciudad de México), escritora y representante de Editorial Anagrama en México.
Nunca me adherí al movimiento feminista ni he participado en sus iniciativas. Respeto la teoría feminista y alabo su preocupación por la igualdad, pero detesto el comportamiento extremista al que pueden llegar y que las convierte en algo semejante a los machistas. Creo que se puede luchar por los derechos de las mujeres desde diversas trincheras y no necesariamente tratar de demostrar que las mujeres son mejores y los hombres unos animales —eso es lo que he escuchado y hasta leído en algunas novelas feministas (Amora es una de ellas). No comparto esa opinión y prefiero no ser parte de ello.


Maya Viesca (Guadalajara), académica y gestora cultural en el Instituto Tecnológico y de Estudios Sociales de Occidente (ITESO).
Es un concepto que no termino de asir con naturalidad. No me siento cómoda con la imagen del feminismo que tengo en mi cabeza, ésa en la que las mujeres luchan por la igualdad y en la que hay un dejo de revanchismo y un halo de competencia. Socialmente, hay que reconstruir fórmulas que nos permitan movernos de manera más cómoda sin tener que estar adivinando o construyendo los diferentes roles a cada momento. Como mamá trabajadora he pensado mucho en cómo las prácticas laborales están edificadas sobre principios masculinos; me parece que ni el mejor sistema de seguridad social ha logrado que atiendas a tus hijos con calidad y cantidad de tiempo y que al mismo tiempo te mantengas con un ritmo competitivo de desarrollo y capacidad laboral. Así como me gustaría ver que el ámbito laboral se feminizara, en términos generales, algunos otros tendrían que masculinizarse (hay que ver los líos que tiene mi esposo para cambiar un pañal en un espacio público, pues ningún baño de hombres tiene cambiador de bebés).

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