domingo, 25 de septiembre de 2011

Doble sueño del arte.

Doble sueño del arte
Ángeles González Gamio
Aun costado de la Alameda Central se encuentra la Plaza de la Santa Veracruz, una de las más hermosas de México. La rodean magníficas construcciones: la iglesia de la Santa Veracruz, la de San Juan de Dios y entre ambas, los museos Franz Mayer y el Nacional de la Estampa. Cada una con su estilo arquitectónico muy distinto, lo que no quita al conjunto una gran armonía.

“El prietito en el arroz” es el descuido de las fuentes que adornan la plaza, que están sin agua, el pavimento maltrado y los jardines mal cuidados. Para no mencionar el estado lamentable de la Alameda, de lo que ya hemos hablado.

Sigamos con lo grato: El Museo Nacional de la Estampa fue creado en 1986 con el objetivo de promover y difundir la obra gráfica de los artistas mexicanos y extranjeros. En la hermosa mansión decimonónica que ocupa nos agasaja con la exposición Doble sueño del arte: entre el artista y el artífice. Aquí nos enteramos de que para llevar a cabo el proceso de estampación, el artista requiere de las manos diestras y la resolución técnica del maestro impresor. Así, la estampa es el resultado de una estrecha y efectiva colaboración entre ambos.

La muestra rinde homenaje al trabajo que ha realizado el taller italiano 2RC, de la mano de los artistas más sobresalientes de la escena internacional: Miró, Moore, Calder, Alechinsky, Schnabel, Bacon, por mencionar unos cuantos. Hoy podemos apreciar obras espectaculares de estos artistas, muchas de gran formato, en una exposición que podría estar en Nueva York, Londres, París o cualquier ciudad cosmopolita del mundo. De verdad no hay que perdérsela. Estas son de las cosas que contrarrestan los padecimientos cotidianos de vivir en esta macro urbe.

El gozo continúa en el adjunto Museo Franz Mayer, cuyo inmueble es en sí una obra de arte, con su majestuoso patio enmarcado por la espléndida arquitectura barroca y su notable colección permanente de artes aplicadas. Ahora presenta la exposición Arte y erudición en el mobiliario virreinal de la Villa Alta de Oaxaca. Todo un descubrimiento; resulta que durante los siglos XVIII y XIX en un barrio de un municipio de la sierra zapoteca, bajo la dirección de frailes dominicos, los pobladores manufacturaron muebles que son auténticas obras de arte. Trabajaron una técnica de marquetería utilizando finas maderas y una labor exquisita. No se queda atrás el trabajo de los herreros, que diseñaron herrajes que semejan encajes. Eran muebles de tal finura que muchos se exportaron a Europa.


Esto lo sabemos ahora gracias a la investigación de un grupo de especialistas del museo, que dirige con gran entrega Héctor Rivera Borrel. Por el 25 aniversario de la institución, la Fundación Getty le otorgó un donativo para detectar por medio del estudio de las maderas el origen de las piezas que integran la colección.

Al igual que la exposición del Museo de la Estampa, de alguna manera es un homenaje a esos artífices que interpretaron los sueños de otros con tal maestría que los volvieron suyos y en buen número de casos se tornaron ellos mismos consumados artistas.

Con el grato sabor que nos dejaron ambas exposiciones, caminamos hasta el Palacio de Bellas Artes que siempre ofrece múltiples deleites: conciertos, espectáculos, los murales maravillosos del tercer piso, exposiciones temporales como la de Rafael Coronel, que se exhibe estos días, y la ópera. Acabamos de ver Madama Butterfly, si puede no se la pierda, la va a gozar. Y como pilón, la librería, la tienda y el restaurante.

Aquí, Luis Bello Morín, mes a mes, nos sorprende con novedosos y suculentos platillos, además de la carta usual que es riquísima. Estos días tiene sus ya clásicos chiles en nogada. Todavía ofrece gazpacho, esa sopa fría de jitomate española, que para mí es la mejor de ambos continentes. Adelantándose a los fríos ya maneja la sopa de lentejas y de plato fuerte el robalo en hoja santa, el corazón de filete al chimichurri o el chile con puntas.

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