sábado, 24 de septiembre de 2011

El Madrid se enreda y golea.

El Madrid se enreda y golea
Tras media hora de zozobra, la entrada de Özil dispara a los de Mourinho ante un Rayo Vallecano que tardó en darse por vencido

De un partido de momentos imprevisibles, de sombras y luces, sacó provecho el Madrid para sellar una goleada y sacudirse algunos fantasmas. No fue un Madrid imperial, como puede destilar el marcador, sino un equipo borroso al inicio, orgulloso después y desatado en el último tramo. Los madridistas pasaron por todas las fases posibles, lo que no es una buena señal cuando un conjunto de su graduación se mide en su casa ante un adversario novel. Pero en estos días, para el Madrid un simple resultado ya es balsámico. Sea ante el adversario que sea.

Aunque para ello tenga que corregir la alineación a la media hora. Lo hizo Mourinho al dar vuelo a Özil por Lass, sin importarle dejar al equipo a la intemperie en la cocina. Es el modelo que más le gusta al portugués: la caballería sin riendas. Ante el Rayo le salió bien y solventó un enredo considerable ante un contrario que mantuvo el tipo durante muchos minutos.

REAL MADRID, 6 - RAYO, 2
Real Madrid: Casillas; Ramos, Varane, Albiol, Marcelo; Alonso, Lass (Özil, m. 29); Di María, Kaká (Khedira, m. 60), Cristiano; e Higuaín (Benzema, m. 60). No utilizados: Adán; Arbeloa, Granero y Callejón.

Rayo: Dani Giménez; Tito, Arribas, Jordi, Casado; Movilla, Javi Fuego, Michu (Trashorras, m. 69), Piti (Dani Pacheco, m. 67), Lass; y Tamudo (Delibasic, m. 55). No utilizados: Cobeño; García, Míchel y Susaeta.

Goles: 0-1. M. 1. Michu. 1-1. M.39. Cristiano. 2-1. M.45. Higuaín. 3-1. M. 51. Cristiano, de penalti. 3-2. M. 55. Michu. 4-2. M. 67. Varane, en acrobático remate. 5-2. M. 73. Benzema. 6-2. M. 84. Cristiano, de penalti.

Árbitro. Paradas Romero. Expulsó a Di María, por doble amarilla (m. 56) y amonestó a Arribas, Movilla, Lass y Dani Giménez.

Unos 72.000 espectadores en el Santiago Bernabéu.


En plena tempestad, el Madrid no tuvo sosiego. Doce segundos tardó el Rayo en hurgar en la herida. Lass, distraído, perdió la pelota de forma parvularia. Tamudo avanzó, soltó un zapatazo y el balón botó a un palmo del flequillo de Casillas, que solo pudo despejar. Antes que nadie llegó Michu al rechace. Un gol para medir el grado de ansiedad del Madrid tras una semana entre tinieblas, con el eco del gruñido de la hinchada, contrariada por las últimas turbulencias.

Pero el equipo no reaccionó hasta que lo hizo su técnico, cuando rectificó la alineación a la media hora. Özil, sospechosamente reserva en las últimas jornadas, relevó a Lass, y el Madrid, con todo el pelotón de delanteros salvo Benzema, ayer el suplente de turno, tocó la corneta con más empeño que fútbol. El Rayo, intrépido y dicharachero hasta entonces, se sintió atropellado, con demasiadas estrellas a su alrededor.

Lejos de aprovechar la deforestación provocada por Mourinho en el medio campo, zona que nunca ha sido siquiera de paso en los esquemas del técnico portugués, el conjunto vallecano perdió el hilo, más aplicado en achicar que en mantenerse altivo. En plena efervescencia local, algunos de sus chicos contribuyeron a la causa blanca. El primero, Tito, al que se le resbaló la pelota en un saque de banda ofensivo. Metió gas Kaká, más activo que en los últimos tiempos, conectó con Cristiano y el remate del portugués se filtró entre las piernas del portero Dani.

Dos concesiones en una misma jugada. Toda una condena cuando se producen ante futbolistas como CR y Kaká. Sin respiro, a unos segundos del descanso, Alonso ejecutó una falta lateral, la defensa visitante tiró mal el fuera de juego y Ramos, al límite reglamentario, superó a Dani en su mala salida aérea. Higuaín sopló el balón bajo el larguero.

Con dos patinazos rayistas, el Madrid logró retorcer el resultado y sobreponerse a una primera media hora de espantos, lo que tardó en aparecer Özil. De entrada, Mourinho volvió a tocar las teclas. Esta vez, lo pagaron el alemán, Benzema y Arbeloa, al que destronó un suplente eterno, Albiol.

Fue el Madrid destemplado de la última semana, espeso, con un punto de decaimiento, con las líneas muy separadas, sin auxilios. Un sueño para el Rayo, que se sintió en el paraíso, con gobierno en el medio, sin rasguños en retaguardia y con su Lass de agitador, un quebradero para Marcelo, al que nadie socorrió. El joven africano, ágil, veloz y descarado, simbolizó como nadie lo sucedido en los primeros 30 minutos.

En la otra acera, Di María como síntoma. El argentino es ahora la imagen de este Madrid tan proclive a la crispación. Di María ejemplifica como ninguno al Madrid más confuso, el que se precipita sin venir a cuento, ese equipo con momentos en los que es incapaz de jugar con equilibrio táctico y mental. Di María quiso hacer de todo y casi todo lo hizo mal. Si en Valencia, ante el Levante, fue el pirómano que saco de quicio a su gente, ante el Rayo se ganó la expulsión de forma inocente cuando quedaban 35 minutos. Con una tarjeta bien ganada en el primer acto, dio un manotazo a la pelota en una jugada intrascendente en el medio campo.

Por suerte para su equipo, el mejor Kaká en muchos meses había propiciado poco antes un penalti de Movilla que transformó Cristiano. Michu acortó distancias, pero con el formato de Mourinho al Madrid no le importa quedarse con 10 si ello agiganta al adversario y este le concede espacios. Con pista, el Madrid es casi único, es su mejor registro. Está gestado para el vértigo, para el fútbol a la carrera.

Hinchado el Rayo, Varane dejó su primera huella en Chamartín. Un tanto que no está al alcance de cualquiera, lo que hace pensar que el francés tiene un repertorio técnico impropio de un central. Su remate de espuela en un córner, en pleno vuelo y desequilibrado por un defensa rival, fue magnífico, pictórico y efectivo. Ahí llegó la rendición rayista. Y el sedante definitivo para el Madrid, que en días de zozobra necesitaba como nunca despejar algunas dudas. Lo hizo con el marcador, engordado por Benzema y otra vez CR de penalti. El juego está por llegar. Y el Madrid pletórico de la Supercopa, también.

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