Por Bolivar Hernández.
Cuento corto. Tuve una esposa que era bruja profesional, ella decía 'que a mucha honra'; y por poco pierdo la vida en sus manos. A raíz de haber contraído una enfermedad mortal, ella asumió el asunto como de orgullo personal ¡O lo sano o lo mato! Era más fácil que ella acabara conmigo que la enfermedad. Me sometió a varias sesiones de tortura con un brujo muy afamado de Querétaro. Siempre me intr...oducía en un círculo de fuego, en mi propia casa, para sacarme el 'chamuco' (el diablo) del cuerpo, y rezaba o invocaba a seres extraños en un idioma cavernícola. Practicó el VUDU, hizo una figura de cera que me representaba y la quemó también, y pensaban ambos que así me curaría.
Ella me amaba tanto que me obligó a beber veneno de alacrán todos los días en un licuado con otros ingredientes raros. Me cocinaba unos suflés hechos con víbora de cascabel (como carne machaca), asaba hormigas gigantes que sabían a chicharrón de cerdo para botanear los domingos. Me untaba en todo el cuerpo unos cocidos de hierbas 'milagrosas', era una especie de 'limpias' vegetarianas. Acostado me ponía piedras calientes encima, que pesaban horriblemente, mientras ella rezaba quién sabe qué cosas en Arameo antiguo. El día que decidí terminar la relación con ella, mediante un divorcio pactado en forma civilizada, me ofreció para beber un raro menjurje y celebrar la separación. Pero sospecho que ese rico brebaje contenía altas dósis de cianuro, me las olí de pronto y rechacé rotundamente su taza hirviente y humenante. Ella se indignó lo suficiente como para romper todo lo que encontró a su paso, me acabó con el menaje pero salvé la integridad física; nunca más supe de ella. Y así está mejor.
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