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jueves, 6 de enero de 2011

Dostoievski, ruso que hay que leer.

Yo había imaginado que Dostoievski era una suerte de gran Dios insondable, capaz de comprender y justificar a todos los seres. Me asombró que hubiera descendido alguna vez a la mera política, que discrimina y que condena". A Borges -autor de las palabras recién citadas- no le hubiese gustado el "Diario de un escritor", de Dostoievski: hay en él mucho de mera política. O talvez sí, porque como buen Dios, el escritor ruso tiene allí ojos para todo: lo mero, lo grande y lo mediano.

Acaba de ser publicado por Páginas de Espuma con el subtítulo de "Crónicas, artículos, críticas y apuntes" y llega a Chile este mes distribuido por Uqbar. Es la primera edición completa en castellano e incluye una selección de los cuadernos de Dostoievski.

Mil seiscientas dieciséis páginas que, a juicio de su editor, Paul Viejo, muestran, "por fin, todas las facetas y caras de Dostoievski, desde el polemista, serio y grave que conocíamos, hasta un autor mucho más burlesco, satírico y sarcástico que permanecía algo más oculto". Páginas que -cree- "representan al ciudadano, al lector, al padre de familia, al partidario político, al hombre de fe, etcétera".

Un libro que no existe

Según narra Paul Viejo en la nota previa al libro, en diciembre de 1873, Dostoievski fue contratado como director de la revista "El Ciudadano" y decidió reservarse una sección propia a la que bautizó como "Diario de un escritor". El mismo novelista se encargó de explicar con qué se encontrarían los lectores: "Pero hablaré para mí mismo y por puro gusto... y después que salga lo que salga. ¿De qué voy a hablar? Pues de todo lo que se me ocurra, o de lo que me haga pensar". El diario se interrumpió un año después, tras la salida de la revista del autor de "El jugador", y volvió recién en 1876, cuando a cuenta propia Dostoievski inició una publicación mensual bajo el mismo título.

En diciembre de 1877, el proyecto volvió a detenerse hasta que, tras la redacción de "Los hermanos Karamazov", se reanudó en 1880 con un número único dedicado a Pushkin. Luego, en enero del año siguiente, se publicó una edición que no se pensó como la última, pero lo fue: Fiódor Mijailovic Dostoievski murió el día 28 de enero de 1881.

En rigor, el Diario es lo aparecido en dichas publicaciones periódicas: nunca se planteó como un libro, ni menos como el universo que podemos hojear hoy. ¿De dónde surge entonces este diario ampliado? Ocurrió que, tras la muerte de Dostoievski, las primeras ediciones de sus obras completas sumaron al diario propiamente dicho, artículos aparecidos en otras publicaciones e incluso textos inéditos, en el entendido de que respondían al mismo espíritu (el de "hablar de todo lo que se me ocurra"). Eso, con las sumas y restas del editor del caso (partiendo por su mujer), es lo que hoy conocemos como "Diario de un escritor".

Y un escritor insondable

Paul Viejo erige al ruso como precursor del blog. Pasan por estas páginas (en un período que va desde 1845 a 1881) relatos de Dostoievski como "El Bocazas" o "La mansa"; o juicios sobre "Anna Karénina", de Tolstoi: "Este libro directamente se elevó ante mis ojos con una dimensión, que podría responder por nosotros ante Europa, ese buscado hecho, que deberíamos mostrar a Europa... 'Anna Karénina' es una obra de arte perfecta, que ha aparecido justo en el momento adecuado, con algo que en nada parece que pueda compararse en las literaturas europeas en la presente época...".

Dostoievski también fija su atención en la "gente culta" de Rusia y su "manía por las bellezas del gran mundo, con sus ostras y sandías a cien rublos en los bailes". En la burguesía europea, que "al ocupar el lugar de sus antiguos señores y apoderarse de lo suyo,... se separó completamente del pueblo, del proletario y sin reconocerle como hermano lo convirtió en una fuerza de trabajo, por su bienestar, por un pedazo de pan".

Y en los delincuentes: "Lo diré directamente: sólo mediante el castigo severo, la cárcel y el trabajo forzoso, podrían salvarse la mitad de los delincuentes. El castigo no agobia... sino que, por el contrario, alivia. La purificación por el dolor es más sincera, más liviana que el destino que se les prepara absolviéndolos en los juzgados".

También en el reclamo de un suscriptor de su Diario: "Usted, excelentísimo señor, de todas las suposiciones a por qué pudo no llegarle el número, se decantó precisamente por un engaño... A consecuencia de lo cual la redacción se ha apresurado a devolverle sus dos rublos con cincuenta kopeks y pedirle que no le moleste más". O en el suicidio de una joven rusa: "¿Qué la había torturado tanto con sus diecisiete años? Esta es la espantosa cuestión del siglo".

¿Qué es entonces este diario? Talvez los caprichos de un demiurgo, de ese "gran Dios insondable" del que habla Borges. Como explica Paul Viejo, están "todos los conflictos y problemas habituales del pueblo ruso, como su propia idiosincrasia o la integración con Europa", y también los de Dostoievski: "No quiso escribir un diario íntimo, pero me temo que en ocasiones (y para el lector, por suerte) no supo controlarlo y nos lo dejó escrito". Sí, a Borges le hubiese gustado el libro: "Leer un libro de Dostoievski -dice el argentino- es penetrar en una gran ciudad, que ignoramos, o en la sombra de una batalla".

"La burguesía europea... se separó completamente del pueblo, del proletario y sin reconocerle como hermano lo convirtió en una fuerza de trabajo".

Juicios sobre sus colegas
León Tolstoi

"Este libro ('Anna Karenina') directamente se elevó ante mis ojos con una dimensión, que podría responder por nosotros ante Europa, ese buscado hecho que deberíamos mostrar a Europa.../ 'Anna Karenina' es una obra de arte perfecta, que ha aparecido justo en el momento adecuado, con algo que en nada parece que pueda compararse en las literaturas europeas en la presente época; y en segundo lugar, y según su idea, es algo nuestro, algo absolutamente nuestro, y precisamente eso mismo es lo que conforma nuestra singularidad ante el mundo europeo, lo que conforma nuestra 'nueva palabra' nacional o, al menos, su comienzo; esa palabra, que precisamente sin haber sido escuchada en Europa y que, sin embargo, tan necesaria le es, a pesar de todo su orgullo... En 'Anna Karenina' se introduce la idea de la culpabilidad y la criminalidad humanas".

Nikolái Gógol

"Además, ¿qué significa eso de que lo artístico excluye el contenido interior? Es todo lo contrario, lo genera casi todo: Gógol en su Correspondencia es débil, pero es muy individual; el mismo Gógol, en aquellos fragmentos de 'Almas muertas' donde, dejando de ser artista, empieza a razonar como persona común, es francamente débil y ni siquiera original, y, sin embargo, tales obras suyas como 'El matrimonio', 'Almas muertas' son composiciones muy profundas, son las más ricas en contenido interior precisamente gracias a los personajes típicos sacados en ellas. Las imágenes creadas, por poco hacen reventar la cabeza de uno con preguntas superiores a sus capacidades mentales, provocan en la mente rusa inquietudes que, según parece, pueden ser resueltas sólo en el futuro muy lejano; incluso es dudoso que esto sea posible en general".

Alexander Pushkin

"En toda nuestra literatura genios indiscutibles, con una indiscutible 'nueva palabra' sólo hay tres: Lomonósov, Pushkin y en parte Gógol. Toda esta pléyade (Turgueniev, Goncharov, Ostrovski, Tolstói y Nekrásov) surge directamente de Pushkin, uno de los más excelsos personajes rusos, pero está lejos de ser comprendido y explicado. En Pushkin hay dos ideas principales, y ambas incluyen el prototipo de todo futuro y de todo el objetivo futuro de Rusia, por consiguiente, y de todo nuestro destino futuro./ La primera idea es la universalidad de Rusia, su receptividad y la real, indiscutible y profundísima familiaridad de su genio con genios de todos los tiempos y todos los pueblos del mundo.../ La otra idea de Pushkin es este retorno suyo hacia el pueblo y la esperanza sólo en su fuerza, en el legado de que sólo en el pueblo y únicamente en el pueblo hallaremos enteramente nuestro genio ruso y la conciencia de su misión".

Iván Turgueniev

"En 'Humo' de Turgueniev es perceptible un descenso horrible del nivel artístico./ No conoce a Rusia. ¿Qué clase de gente? ¿Qué personajes? ¿Qué tipo es Gubarev, qué tipo de mujeres con los más nuevos vehículos? Todo está inventado. El valor artístico sólo lo desdeñan personas sin educación y poco desarrolladas; el valor artístico es lo más importante, porque ayuda a expresar la idea con el relieve bien dibujado del cuadro y de la imagen; en cambio, si prescindimos del arte, explicando la idea a secas, sólo causamos tedio, acostumbramos al lector a dejar pasar inadvertidos los detalles, al pensamiento superficial y, a veces, a la incredulidad ante juicios mal expresados y hombres de papel... ¡Allá él, qué me importa! ¿Qué nos importa a todos nosotros? ¿Y qué le importa todo esto a cualquiera que sea?"

Edgard Allan Poe

"Se puede decir que Edgar Allan Poe es más un escritor caprichoso que fantástico. ¡Y qué caprichos tan raros, qué atrevimiento en esos caprichos! Casi siempre escoge una realidad extraordinaria, pone a su personaje en unas condiciones circunstanciales o psicológicas extraordinarias, ¡y con qué capacidad de clarividencia, con qué precisión sorprendente cuenta el estado de ánimo de este personaje! Además, Edgar Allan Poe tiene una característica que lo distingue absolutamente de todos los demás escritores, este rasgo distintivo es la fuerza de su imaginación. No es que supere en imaginación a otros escritores, es que en su capacidad de imaginación hay una particularidad que no hemos visto en ninguno: la fuerza de los detalles... en los cuentos de Poe se ven todos los detalles de cada imagen o acontecimiento hasta tal grado, que casi se convencen de su posibilidad, de su realidad, aun siendo este acontecimiento imposible o no habiendo sucedido nunca".

George Sand

"George Sand no era una pensadora, pero era una de las más clarividentes vaticinadoras... de un futuro más feliz, futuro que espera a la humanidad, cuyos ideales, según había creído animada y magnánimamente a lo largo de toda su vida, son accesibles, porque ella misma, en su alma, fue capaz de edificar el ideal. George Sand murió deísta, creyendo firmemente en Dios y en su inmortalidad, pero decir esto de ella es muy poco: fue más que deísta, talvez, fue la más cristiana de todos los escritores franceses de su tiempo, aunque no profesase el cristianismo como católica formal.../ fue, talvez, una de las más fieles creyentes en Jesucristo, sin que ella misma se diese cuenta".

Alexandre Dumas

"Por eso Dumas no es un maestro, porque no puede contener su fantasía desenfrenada, lo que produce efectos desmesurados. Supongamos que el conde de Montecristo sea rico, pero ¿para qué le hacía falta tener un frasco de esmeralda para el veneno? ¿Para qué tenía aquella sustancia nutritiva de la que podía alimentarse durante varios días usando sólo una pizca? Claro está, existe la probabilidad física de encontrar en la naturaleza una esmeralda grande que sirva para hacer un frasco. Pero hay que saber la medida, hay que saber contenerse a tiempo... Los verdaderos maestros saben medir con tacto sorprendente y entienden esta medida correctamente".

domingo, 5 de diciembre de 2010

Fellini, el inmortal.

Por primera vez en México el Instituto Italiano de Cultura ofrece una retrospectiva completa de la obra de Federico Fellini, en copias de 35 milímetros facilitadas por Cinecittà. El ciclo Tutto Fellini comprende 20 largometrajes y tres cortos, y se proyecta del 2 al 26 de diciembre en la Cineteca Nacional. Muchas de las obras capitales del cineasta de Rímini son ampliamente conocidas por los cinéfilos en nuestro país, algunas las exhiben ocasionalmente la televisión cultural, y la totalidad de su filmografía circula en video por esos cine-clubes itinerantes que son los puestos de piratería.

Sin embargo, la oportunidad de ver las cintas en pantalla grande, presentadas en orden cronológico, es única. Cabe señalar con respecto al realizador algo interesante que alguna vez comentó el hoy centenario cineasta portugués Manoel de Oliveira: “Considerando ahora su obra, puedo decir de Fellini que es muy viejo en sus primeras películas y terriblemente joven en las últimas”.

Son precisamente estas últimas obras (Amarcord, Roma, Satiricón, Y la nave va) las que mayor atractivo tienen entre los jóvenes, por su esplendor visual y por los arreglos musicales de Nino Rota. Muchos espectadores ya maduros prefieren, en cambio, el discreto encanto de sus primeras obras melancólicas, con los apuntes autobiográficos que señala su ruptura inicial con las opresiva atmósferas de provincia, los desengaños amorosos vividos en tono trágico, los titubeos en la sensibilidad de algún artista adolescente, el color local de las ferias itinerantes, el azoro juvenil ante el desbordamiento erótico de la carne.

Una cinta de juventud, Los inútiles (I vitelloni, 1953), segundo largometraje de autoría completa (si exceptuamos Luces de variedad, 1951, en colaboración con Alberto Lattuada), realizado a los 23 años, contiene muchos de los elementos narrativos y estilísticos de la obra futura, sobre todo la serenidad moral del director contemplando, con ironía y ternura, el mundo de su propia adolescencia a través de su personaje Moraldo (Franco Interlenghi, aquel niño de El limpiabotas, 1946, de Vittorio de Sica).

El título original, I vitelloni, exigencia irrenunciable de Fellini, procede del vocablo vidlòn en dialecto riminés, y alude a una persona ociosa que mata el tiempo perpetrando fechorías menudas; Fellini lo aplica a estudiantes abúlicos y sin convicciones que pertenecen a las clases acomodadas en provincia.

Ese mundo que posiblemente fuera el suyo, lo describe en una crónica sentimental en la que destacan a cuatro personajes juveniles: Alberto (Alberto Sordi), el pícaro edípico incapaz de controlar la vida de su hermana menor, voluntariamente sometida a un gigoló de barriada; Leopoldo (Leopoldo Trieste), el dramaturgo mediocre que lamentablemente confunde el asedio sexual de un viejo actor con una disposición generosa hacia su trabajo de escritor; Fausto (Franco Fabrizi), el seductor impenitente, carente de escrúpulos morales, que sumido en sumido en el autoengaño traiciona la confianza de quienes le rodean, y Moraldo (Interlenghi, alter ego del cineasta), el observador ecuánime y sensible que solícito responde a las exigencias del código de amistad del grupo, sin vida amorosa propia, sin derrotero profesional claro, en espera solamente del momento de abandonar ese mundo de frivolidad y despreocupación, toda esa adolescencia prolongada en torno suyo, para buscar en la ciudad una vida propia.

Federico Fellini pensó continuar esta parábola de iniciación juvenil en una cinta que llevaría por título Moraldo en la ciudad, pero pronto abandonó el proyecto por presiones de sus productores, y al joven Moraldo le dio el nombre de Marcello para describir, de modo más audaz e inventivo, su incursión en el ámbito mundano de La dulce vida (1960), estelarizada esta vez por el doble definitivo del cineasta, Marcello Mastroianni.

Los inútiles es así una primera pieza autobiográfica, compendio también de las inquietudes persistentes del cineasta, indispensable para apreciar y valorar cabalmente la retrospectiva que este mes propone la Cineteca Nacional.

martes, 30 de noviembre de 2010

Woody Allen, 75 años.

Woody Allen, el genio incansable, cumple mañana 75 años en una etapa de su filmografía en la que parece haber dejado atrás la brillantez de épocas pasadas, aunque mantiene la mordacidad que siempre le ha distinguido y la capacidad para atraer a las grandes estrellas de la industria.

Apenas mide 1,65 metros, pero ya se sabe que las grandes esencias se guardan en frascos pequeños. Tiene tres Óscar -esos premios que desprecia y de los que se refugia tocando el clarinete en algún local-, dos de ellos por "Annie Hall" (1977), al mejor director y al mejor guión original, y otro por el texto de "Hannah and Her Sisters" (1986).

Además ha recibido candidaturas al mejor actor por "Annie Hall", y al mejor director por "Interiors" (1978), "Broadway Danny Rose" (1984), "Hannah and Her Sisters" (1986), "Crimes and Misdemeanors" (1989) y "Bullets Over Broadway" (1994).

Sin embargo, su mayor poder de atracción para la Academia de Hollywood reside en sus textos, como lo demuestran las nominaciones al mejor guión original por "Interiors", "Manhattan" (1979), "Broadway Danny Rose", "The Purple Rose of Cairo" (1985), "Radio Days" (1987), "Crimes and Misdemeanors", "Alice" (1990), "Husbands and Wives" (1992), "Bullets Over Broadway", "Mighty Aphrodite" (1995), "Deconstructing Harry" (1997) y "Match Point" (2005).

Allen, nacido como Allan Stewart Konigsberg, es un cineasta puntual en su cita con los espectadores, a quienes ofrece sus pensamientos y fantasías sobre la muerte, el sexo, la frustración y las relaciones personales.

Ofrece una película cada año desde 1977, y aunque la crítica especializa coincide en señalar que ha pasado la última década ofreciendo títulos menores con baja recaudación (los casos de "Cassandra's Dream", "Whatever Works" y "You Will Meet a Tall Dark Stranger"), no es menos cierto que su tirón entre las estrellas de Hollywood sigue intacto.

Incluso en su próximo estreno, "Midnight in Paris", cuenta con la primera dama francesa, Carla Bruni.

A lo largo de su carrera ha conseguido que numerosos actores den lo mejor de sí mismos, y hasta quince (Michael Caine, Penélope Cruz, Judy Davis, Mariel Hemingway, Diane Keaton, Martin Landau, Samantha Morton, Geraldine Page, Chazz Palminteri, Sean Penn, Maureen Stapleton, Jennifer Tilly, Mira Sorvino, Dianne Wiest y él mismo) resultaron candidatos al Óscar en películas dirigidas por Allen.

Caine ("Hannah and Her Sisters"), Cruz ("Vicky Cristina Barcelona", 2009), Keaton ("Annie Hall"), Sorvino ("Mighty Aphrodite") y Wiest ("Bullets Over Broadway") finalmente se llevaron la estatuilla dorada.

Allen, maestro a la hora de perfilar personajes femeninos inolvidables -generalmente ligados a la clase burguesa-, de psicoanalizarse en la gran pantalla y de crear diálogos acerados, recitados en la ficción a la misma endiablada velocidad con la que habla el neoyorquino, no fue ajeno a la polémica en su vida personal.

Estuvo casado con Harlene Rosen desde 1956 hasta 1962 y con Louise Lasser desde 1966 hasta 1970. Finalmente contrajo matrimonio con Soon-Yi, hija adoptiva de Mia Farrow, la pareja del cineasta durante más de una década, con la que adoptó a dos hijas.

Para el futuro, Allen no es modesto. Pretende mantener su ritmo de trabajo y considera que su gran obra aún está por llegar.

"Me gustaría hacer una gran película", dijo a la prensa tras el estreno de última cinta, "You Will Meet a Tall Dark Stranger". "He hecho muchas películas. Creo que algunas buenas películas, pero nunca he sentido que haya hecho una genial", añadió, en referencia a obras como "Rashomon", "The Bicycle Thief", "8 1/2" o "Grand Illusion", consideradas por él como las cotas más altas del cine.

"No es algo que te puedas proponer. Tienes suerte y si trabajas lo suficiente tal vez una se convierte en algo magnífico, pero hasta ahora no ha sucedido", concluyó.

Visto lo visto, a buena fe que seguirá intentándolo. Año tras año. Incombustible