miércoles, 26 de octubre de 2011

Artistas, poetas, banqueros.

Artistas, poetas, banqueros


¿Italia, una sospechosa financiera? Pero si el sistema bancario tiene sus raíces en su historia... Así lo demuestra la exposición 'Denaro e Bellezza. I banchieri, Botticelli e il rogo delle vanità' ('Dinero y belleza. Los banqueros, Botticelli y la hoguera de la vanidad'), que ocupa este otoño el Palazzo Strozzi de Florencia, y que relata la relación entre la construcción del modelo financiero europeo y la bella edad del arte italiano, en los siglos XV y XVI.

Y así, las obras de Botticelli, Fra Angelico, Piero del Pollaiolo, Della Robbia y Lorenzo di Credi, entre otros, cuentan la aventura de los Medici, los Datini y simillares.



¿Cómo lo cuentan? Por ejemplo: tomemos el asunto de la legitimidad moral del negocio bancario, que entonces, como ahora, tenía sus detractores. Por entonces, el gran censurador era la Iglesia católica, que seguía considerando que a cualquier actividad financiera le correspondía la fea palabra de usura. Y la usura, desde los tiempos del Antiguo Testamento, era pecado (en hebreo antiguo, arameo y persa, las palabras préstamo, deuda y pecado coinciden en una sola). Esos reparos hicieron que los holandeses tomaran ventaja sobre los italianos, como muestra la presencia de Marinus van Reyerswaele y otros pintores flamencos en la muestra.

Y ahí, para legitimar el negocio, los banqueros florentinos abrieron un camino que, después, casi todos sus sucesores han continuado: el de apoyarse en el arte. A veces, para presentarse a sí mismos como gente respetable y piadosa. En 'La adoración de los pastores' de Domenico Ghirlandaio, coloca entre la Sagrada Familia y los pastores que anuncia el título, a Filippo Strozzi, uno de los banqueros italianos de aquel momento de esplendor (al que debe su origen y su nombre el 'palazzo' que acoge la muestra).

La otra estrategia fue la de hacer visible y socialmente aceptable la riqueza y crear un deseo del lujo y el poder. Y ahí, los Medici fueron los campeones y el famoso Cardenal Girolamo Savonarola, el enemigo. En el siglo XIV, los códigos morales marcaban la relación de los cristianos con los objetos. La austeridad en el vestir, el comer y el habitar eran un mandamiento que bloqueaba el despegue de la economía mercantil. Para romper con esas barreras, aparecieron los cuadors de Sandro Botticelli, por ejemplo, cuya carga subversiva, en realidad, residía en las lujosas túnicas que caían al suelo, más que en los cuerpos desnudos que no cubrían. Y eso, al 'ludista' Savonarola lo sacaba de quicio.

En paralelo a la 'masa artística' de la exposición, aparece otra línea narrativa más economicista. En ella, y a partir del archivo y de los enseres de la familia Datini, milagrosamente bien conservado, se cuentan las dificultades para monetarizar definitivamente el conjunto de la economía y el valor que tuvo el florín, la moneda acuñada por los florentinos, como instrumento de propaganda para su 'Repubblica Fiorentina'.

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