Correa protagoniza la cumbre con un desplante al Banco Mundial
El temor a los efectos de la crisis europea dejó en segundo plano el tema central de la cumbre
Zapatero no ahorró adjetivos a la hora de describir “la crisis más grave que ha afrontado Europa desde la II Guerra Mundial”
El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha asumido en la Cumbre Iberoamericana celebrada este sábado en Asunción (Paraguay) el protagonismo que en el pasado tuvieron el cubano Raúl Castro o el venezolano Hugo Chávez al ausentarse de la sala durante la intervención de la vicepresidenta para América Latina del Banco Mundial (BM), Pamela Cox. Correa acusó al organismo multilateral de “chantajista” por haber cancelado un crédito previamente concedido a su país después de que él llegara al poder en 2007 y cambiara de política económica, y se preguntó por qué tenía que escuchar a quien calificó de “heraldo de neoliberalismo en América Latina”. El anfitrión, el paraguayo Fernando Lugo, le respondió que se trataba de un “foro amplio y abierto”. El boliviano Evo Morales secundó a Correa y añadió que el BM y el Fondo Monetario Internacional (FMI) deberían “pedir disculpas” por lo sdaños que causaron en el continente la aplicación de sus recetas económicas.
Previamente, el mandatario ecuatoriano también se había quejado de que se le diera la palabra al presidente de la OCDE, el mejicano Ángel Gurría, y pidió que, “en reciprocidad”, a la próxima reunión de los países más ricos del mundo “vaya un latinoamericano a darles cátedra”. Al final, se conformó con una petición más modesta: que los representantes de organismos internacionales hablen después de los mandatarios y no antes.
En todo caso, habrá que cambiar algo más que el orden de intervenciones para salvar las cumbres iberoamericanas. La cita de Asunción ha sufrido un plantón sin precedentes por parte de los líderes de la región. Ha faltado la mitad de los mandatarios invitados (solo 11 de las 22 delegaciones han estado representadas al máximo nivel), incluidos los tres socios de Paraguay en Mercosur (Argentina, Brasil y Uruguay).
Por eso, el mayor empeño de la delegación española, encabezada por el Rey y el presidente del Gobierno, fue asegurar el éxito de la próxima edición, en Cádiz en 2012. “Les esperamos el año que viene con los brazos abiertos”, se despidió don Juan Carlos de los presentes. Zapatero, por su parte, defendió el denostado sistema de cumbres y reiteró el compromiso de España con Iberoamérica, que extendió a su sucesor en la Moncloa.
Variosde los asistentes le dedicaron afectuosas palabras de despedida, además de una bandeja de plata de recuerdo, pero el interés que suscitaba Zapatero tenía que ver con su condición de representante de la zona euro, cuya crisis puede acabar teniendo efectos devastadores sobre el frágil crecimiento económico de América Latina. El peruano Ollanta Humala, que se estrenaba en esta cumbre, expresó gráficamente el temor de todos: “Hay una tormenta que viene de norte y no sabemos si nos traerá un chubasco o un huracán”.
Zapatero no ahorró adjetivos a la hora de describir “la crisis más grave que ha afrontado Europa desde la Segunda Guerra Mundial”, pero se mostró confiado en que las medidas adoptadas por el último Consejo Europeo y la cumbre del G-20 de la semana próxima en Cannes permitan “restaurar la confianza”. Para ello, explicó, España debe mantener su política de ajuste fiscal, pero los países con margen para ello (entre los que citó a las potencias emergentes y algunas europeas, como Alemania) deben poner en marcha “planes de estímulo urgentes” para “que se pueda seguir creciendo”, aunque sea lentamente.
El temor a los efectos de la crisis europea dejó en segundo plano el tema central de la cumbre: Transformación del Estado y Desarrollo. En la declaración final, se aboga por “fortalecer la administración pública” para hacerla más eficiente, lo que pasa por erradicar el nepotismo y la corrupción, y “promover un sistema de recaudación más transparente que combata la evasión fiscal”.
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