Una bazuka, un bumerán
Alejandro Nadal
Sarkozy y la Merkel tienen semanas prometiendo la solución a la crisis del euro. Se supone que una fórmula mágica se anunciaría en la cumbre europea del 26 de octubre por la tarde en Bruselas. En la mañana de ese día, el parlamento alemán decidirá si autoriza la ampliación del Fondo europeo de estabilidad financiera (EFSF). La señora Merkel podría viajar a Bruselas con las manos vacías. En ese caso, las cosas se pondrían realmente interesantes.
Sarkozy ha tenido que someterse a la insistencia alemana de que el Banco Central Europeo (BCE) no intervenga en combatir la crisis. El BCE ha quedado imposibilitado de intervenir a la manera de la Reserva Federal en Estados Unidos o del Banco de Inglaterra. Ésta es una mala noticia para Sarkozy porque la perspectiva de una moratoria en Grecia y de una restructuración con quitas de 50-60 por ciento en el principal es una amenaza mayor para los bancos franceses. Para recapitalizarlos con recursos públicos, hasta la calificación triple A de la deuda soberana francesa podría estar en riesgo por las siniestras agencia calificadoras.
En compensación, la Merkel ha ofrecido que el EFSF sería fortalecido: el monto de los recursos nuevos llevaría su capacidad de artillería pesada al rango del billón de euros. El Fondo respaldaría a los países con problemas a través de una especie de garantía sobre la deuda soberana. Para estas operaciones de apalancamiento los nuevos recursos del Fondo provendrían de los países de la eurozona, del Fondo Monetario Internacional y de países como China y Brasil (a través de nuevos “vehículos” financieros para robustecer el mercado secundario de bonos en Europa).
Cuando se habla de tantos apoyos, es que algo anda realmente mal y la “solución” podría descarrilar. Lo que podría calmar las inquietudes de Sarkozy y sus patrones en los bancos franceses es que el margen de maniobra del Fondo sería más amplio y también le permitiría recapitalizar bancos privados.
Ahora bien, puesto que los gobiernos de la zona euro son los integrantes y garantes del Fondo, surge un problema de circularidad pues en el Fondo participan los mismos países que serían rescatados. ¿Pueden los gobiernos de economías con problemas ofrecer garantías de que se rescatarán a sí mismos?
Hay otra pesadilla que le quita el sueño a más de uno en Europa en estos días. Se trata de las consecuencias de una restructuración de la deuda griega. Los bancos acreedores tienen coberturas en la forma de swaps de deuda, los temibles credit default swaps o CDS, que no son otra cosa que un seguro en caso de impago. A su vez, los bancos que han emitido esos CDS están en ambos lados del Atlántico y estarían en serias dificultades si tuvieran que hacer buenos esos seguros sobre la deuda griega. ¿En qué casos podría la restructuración de la deuda griega detonar lo que ya se denomina un “evento CDS”? Es decir, ¿podría una restructuración generar una estampida de cobros de CDS que regresaría la amenaza financiera, como por un efecto de bumerán, Estados Unidos, epicentro de la crisis?
Los típicos contratos de CDS indican que la restructuración griega podría generar la obligación de pagar el seguro si conlleva la reducción de la tasa de interés pactada, si se reduce el monto del principal al vencimiento, si se pospone la fecha de vencimiento, si se subordina el bono de deuda soberana a algún otro título o si se cambia la divisa en la que se debe realizar el pago. Además, para que se pueda activar el contrato CDS todos estos casos deben estar vinculados a una decisión unilateral debido al deterioro de la condición financiera o crediticia del soberano.
Si dichos tenedores aceptan “voluntariamente” la restructuración, ese caso es considerado una modificación del compromiso original y no el remplazo de una obligación por otra. Por lo tanto, no califica para generar el pago del seguro al amparo de un swap de deuda tipo CDS. Por ese motivo, se ha colocado una fuerte presión sobre los bancos europeos con mayor exposición en Grecia para aceptar “voluntariamente” una restructuración con pérdidas de hasta 60 por ciento. Los recursos ampliados del Fondo de estabilidad financiera servirían para la recapitalización de estos bancos.
Cuando estalló la crisis en Estados Unidos, el entonces secretario del Tesoro Hank Paulson pronunció su frase célebre, “si la gente sabe que tienes una bazuka en la bolsa, probablemente no tendrás que utilizarla”. Se refería a la necesidad de contar con un fondo más grande para enfrentar la crisis. Jamás ha existido una metáfora tan estúpida. Si la bazuka lanza dinero, habrá muchos interesados en que comience a disparar.
Como siempre, los problemas centrales siguen sin atención. La austeridad fiscal dictada por los dogmas neoliberales seguirá imponiendo un estrecho y pesado yugo sobre las economías europeas. La crisis se profundizará y se alargará el periodo de estancamiento. La bazuka no podrá impedir que el boomerang regrese a tierras americanas.
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