Donde Leonard Cohen compró su guitarra
Felipe Conde, dueño del taller, mostrando el proceso de fabricación de una guitarra.
"Escuché que había un acorde secreto, David lo tocó y agradó al Señor, pero a ti no te importa la música, ¿verdad?" Así empieza 'Hallelujah', canción que Leonard Cohen, ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Artes, ha convertido en himno. Esta es la historia del lugar en el que nacen esos acordes secretos, la de los artesanos que crean las guitarras.
Aunque ahora la Familia Conde trabaja en la Calle Arrieta, cercana al Teatro Real, durante mucho tiempo atendieron a un público fiel y selecto desde la Calle Gravina, donde hace ya 40 años el poeta canadiense compró una de sus guitarras, cuyo precio, hoy, oscila entre los 11.000 y los 18.000 euros.
"Sé perfectamente de qué guitarra estaba hablando. Es de madera de palo santo, tapa de pino abeto y diapasón de cedro. La he oído en sus discos y le he visto tocar con ella, es una guitarra de colección", cuenta Felipe Conde, recostado en un sillón blanco rodeado de guitarras, expuestas como piezas de museo. Felipe lleva desde 1989 al frente del negocio familiar, que en 2015 celebrará, casi en secreto, 100 años de vida.
Este maestro artesano todavía se emociona al recordar el discurso de Leonard Cohen -"Cogí mi guitarra Conde, la saqué de la caja y parecía hecha de helio, muy ligera. Me la puse en la cara y la olí, la fragancia de la madera viva"- porque se alegró de que un músico de esa importancia hablara, por fin, de quien ha fabricado el instrumento que ha originado la música. "Es como si el objeto estuviera ahí, por arte de magia", se queja este creador de guitarras.
Pero Leonard Cohen no ha sido el único músico que compró aquí su otra mitad. "Paco de Lucía, Bob Dylan, Al Di Meola, Lenny Kravitz, David Byrne, Tomatito..." enumera Felipe mientras se queda, satisfecho, contemplando una pared repleta de fotografías firmadas por sus dueños.
Felipe no recuerda el momento en el que Cohen compró aquella guitarra, era casi un niño que "jugaba con virutas de madera", pero sí sabe que estaba en el taller, que era aprendiz, y se aventura diciendo que seguramente haya colaborado en la creación -"Quizás lijé algunas partes, quizás puse alguna cenefa"-.
El sabor de la madera: Alemania, Canadá y Madagascar
Tradición y materiales de primera calidad. Ésos son los elementos que han guiado el trabajo de estos artesanos.
Felipe Conde explica que se trabaja siempre con guitarras envejecidas de forma natural de al menos 20 años de vida, pero que él continua utilizando maderas de casi 40, heredadas de su padre. Hay que elegir bien el material de la tapa armónica (pino abeto alemán, en su caso), porque esta pieza es el primer contacto que tiene la nota antes de convertirse en sonido. Pero esto vale para todas las partes, desde el fondo hasta el mango.
Se escogen diferentes especies de árboles dependiendo del tipo de guitarra: palo santo de Madagascar para las clásicas, ciprés español para la flamenca. El diapasón tiene que ser de ébano (de la India o de Madagascar), resistente, para que aguante el tiro de las cuerdas; y el mango ha de ser de cedro (de Brasil o de Honduras), porque pesa poco pero es sólido. Una vez escogido el árbol, éste debe reunir unas determinadas características. Por ejemplo, el ciprés español tiene que ser de mucho diámetro, porque se trabaja con piezas grandes y mucha madera se deshecha porque tiene nudos o grietas abiertas.
Después empieza la composición en el taller, entre herramientas, lijas, y ruido de metal afilado. Cada artesano trabaja a la vez con dos guitarras, porque mientras se construye una parte, hay que esperar a que se seque, y se va avanzando con la otra. Un mes para construirla y otro para el barnizado. "A guitarra por mes", explica Felipe, mientras acaricia con cuidado una guitarra casi idéntica a la de Cohen y asegura, sin vacilar, que reconocería una guitarra con oír sólo un par de acordes.
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