sábado, 3 de marzo de 2012

Vivir 100 años.

Vivir a los 100 años
Los más mayores rompen los tópicos sobre la vejez


"Me gusta no tener el poder de cambiar mi vida"
Comer menos para llegar bien más allá de los cien
Voluntaria a los 92 Teresa Pérez Aparicio y Jaume Saura van a cumplir 100 años este 2012 y viven su vida. ¿Cuál es su vida? Pues la suya, la de su pasado, la de hoy y la de mañana. Tienen salud y son autosuficientes, pero siendo esto muy importante quizás ha llegado el momento de dejar de hablar de la vejez avanzada siempre en términos médicos y de dependencia y aprovechar que ellos pueden hacerlo desde la atalaya de la existencia. El escritor sueco Jonas Jonasson ha servido en bandeja el debate con el éxito de su novela El abuelo que saltó por la ventana y se largó (ed. Salamandra / Campana). Se largó de la residencia, y esto está encantando en la vieja Europa.

Ni Teresa ni Jaume van a saltar por la ventana y no viven en en una residencia, pero de sus relatos queda claro que el sentido de la vida es vivirla cada día. Y dando la razón a lo que dice José Luis Sampedro aquí al lado, ellos han logrado hacerlo conforme a lo que son. Jaume nació en Barcelona, dejó el colegio a los 10 años, a los 15 era ebanista y cuenta que la ilusión por superarse ha sido uno de los motores de su vida. Un tiempo después se instaló como fotógrafo de publicidad

La ilusión por superarse, la confianza en sí mismo – "mi mejor amigo es mi yo interior", dice–, casarse con "una gran mujer", las cuatro hijas, y un carácter muy sociable es lo que le lleva a definirse como un "mayor-joven feliz". Lo que hoy le gusta, prosigue, es disfrutar del "aspecto humano" de la vida, de los afectos y las conversaciones. Le encanta levantarse y ver que hace sol, leer la prensa, ir a alguna conferencia a la universidad, estudiar informática, charlar con los demás. Y hace retratos con su cámara sin que los otros se den cuenta para captar su verdad.

Es difícil llegar a los 99 años y más aún hacerlo en estas buenas condiciones, pero Jaume pone voz a una etapa, la de la vejez avanzada, que se observa normalmente desde fuera, que se proyecta en el debate social de forma despersonalizada y en la que sus protagonistas son presentados como sujetos pasivos.

"La peor manera posible de analizar esta etapa es cortar a todo el mundo con el mismo patrón. No hay una estructura subjetiva de los mayores, la subjetividad de cada uno ya está hecha, y todos son diferentes", señala Mercè Pérez Salanova, psicóloga y profesora de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Es un momento en el que se plantea un nuevo reto porque hay que aceptar y adaptarse a una serie de renuncias y limitaciones. De las físicas a las del entorno generacional, a la troupe que a uno le ha acompañado y que va muriendo, y es bueno admitir que las cosas cambian, señala Salanova. Pero esto no supone ni pensar, ni sentir menos y es necesario replantear como la sociedad se relaciona con estas personas mayores.

Hay que tener una gran fortaleza mental, una gran capacidad de resiliencia para dejar atrás muchas cosas y seguir adelante. Así lo entiende Jesús Fraiz, un médico psiquiatra experto en centenarios y que subraya la capacidad de transformación y adaptación que ha observado con los muchos de ellos con los que ha charlado.

Lo podría hacer con Teresa, que nació en Enguera (Valencia), llegó a Barcelona con 15 años, donde empezó a trabajar en el servicio doméstico –un sacrificio necesario, dice– fue costurera y, alguna temporada, portera. Vivió dos años en Argentina y se considera una persona justa, ponderada, humilde y sociable. "Me adapto a las personas pero mantengo mi independencia, hay que saber querer a la gente", señala. Cuando llega al centro de mayores lo primero que hace es saludar a todos y se sienta siempre junto a una mujer que va en silla de ruedas a jugar al dominó. "Las demás la han dejado un poco de lado, yo no pienso hacerlo", señala.

La vida es hoy dura para Teresa. Una de sus hijas falleció hace menos de dos meses, y se nota el dolor inmenso. Pero tiene a sus otras hijas, a los nietos y a los bisnietos. A sus amigas, con las que habla a diario y atiende. Hace planes para volver como cada año a Enguera a pasar una semanas, y tiene a Montserrat, una voluntaria de Amics de la Gent Gran, que sabe escuchar.

A Fraiz le admira la capacidad de estas personas de enfrentarse a las adversidades y no el hecho en sí de haber cumplido años. "Hemos de fijarnos mucho en ellos. Vivieron la Guerra Civil, crisis mucho más graves que la actual y supieron adaptarse con menos", señala. Hoy lo que valoran es la amistad, el respeto y el cariño, y no que se les trate como un objeto de museo.

Teresa vive sola. Pasa algunos días con su hija en Molins de Rei, pero al cabo de unas horas ya quiere recobrar su independencia. Se hace la comida, algún día obsequia a los nietos con una paelleta, y le gusta callejear.

¡La calle! Jaume añora su barrio del Eixample. Hace unos meses una fisura en la pelvis le llevó al Putxet, donde vive su hija. Está estupendamente con ella, pero las empinadas calles de este barrio le limitan la relación social, el paseo, la charla. Está preparando la vuelta.
Al final, ahí está, la vida.

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