El viraje acertado
El plan europeo de inversiones, compatible con los ajustes, es necesario para combatir la recesión
Las atribuladas economías europeas encontrarán sin duda un motivo para el optimismo después de conocerse que Bruselas prepara un plan de inversiones contra la crisis. Las primeras informaciones mencionan la cantidad de unos 200.000 millones gestionados a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI), cuyo destino sería invertir en infraestructuras, energía e I+D; pero, a la vista de recientes decepciones, parece más adecuado suponer que el montante inversor puede ser más reducido y que estará condicionado por las cambiantes coyunturas políticas durante el trámite de aprobación. Lo que importa es que Europa está cambiando la orientación de la política económica y que el mensaje de ajustes punitivos caiga quien caiga se sustituye por la idea, más razonable y eficaz, de que las economías europeas necesitan crecimiento económico a corto plazo.
La urgencia de abrir puertas a la recuperación ya fue sugerida la semana pasada por el presidente del BCE, Mario Draghi. Pero el hecho político más significativo es que la canciller alemana, Angela Merkel, defensora acérrima de la política de ajustes presupuestarios como vía única a la estabilidad, también se haya sumado a la idea de una Agenda Europea por el Crecimiento. El giro copernicano de Merkel no se produce en el vacío. Responde a varias razones poderosas identificables y la primera, por obvia, es la elevada probabilidad de que François Hollande gane las elecciones francesas y retire el apoyo a la Europa del ajuste presupuestario sin horizonte. Merkel ha podido apreciar que no es solo Hollande quien rechaza los recortes del gasto, sino prácticamente todos los partidos franceses. Y ha calculado que la política restrictiva del Bundesbank y Schäuble no puede triunfar en Europa sin Francia.
La causa inapelable de la nueva orientación económica hay que buscarla en el evidente fracaso económico de los ajustes fiscales impuestos. Ni siquiera han servido para conseguir su objetivo elemental, la reducción del déficit en los países que los aplican. El balance de tal política produce escalofríos: ha originado la intervención en Grecia, Portugal e Irlanda, ha acentuado las recesiones en Grecia y Portugal, está a punto de acentuar las de España e Italia y ha destruido millones de empleos. El intento de homogeneizar al modo prusiano la estabilidad en la eurozona resulta algo parecido a una pesadilla prolongada.
El plan de recuperación europea es complejo, necesita una buena articulación financiera y sus efectos pueden ser desiguales. Pero es la mejor opción para una Europa ya en recesión y una Alemania con una tasa de crecimiento ralentizada. La política económica correcta debe implicar estímulos inmediatos y ajustes reales, pero diferidos. De ese cambio debería tomar nota el presidente Rajoy, quien ha interiorizado tanto la política restrictiva de Bruselas que ya la considera como obra suya. Su afirmación de que habrá reformas (es decir, recortes) “viernes tras viernes, y este también” indica que la política económica española se mantendrá fiel a los errores.
La causa inapelable de la nueva orientación económica hay que buscarla en el evidente fracaso económico de los ajustes fiscales impuestos. Ni siquiera han servido para conseguir su objetivo elemental, la reducción del déficit en los países que los aplican. El balance de tal política produce escalofríos: ha originado la intervención en Grecia, Portugal e Irlanda, ha acentuado las recesiones en Grecia y Portugal, está a punto de acentuar las de España e Italia y ha destruido millones de empleos. El intento de homogeneizar al modo prusiano la estabilidad en la eurozona resulta algo parecido a una pesadilla prolongada.
El plan de recuperación europea es complejo, necesita una buena articulación financiera y sus efectos pueden ser desiguales. Pero es la mejor opción para una Europa ya en recesión y una Alemania con una tasa de crecimiento ralentizada. La política económica correcta debe implicar estímulos inmediatos y ajustes reales, pero diferidos. De ese cambio debería tomar nota el presidente Rajoy, quien ha interiorizado tanto la política restrictiva de Bruselas que ya la considera como obra suya. Su afirmación de que habrá reformas (es decir, recortes) “viernes tras viernes, y este también” indica que la política económica española se mantendrá fiel a los errores.
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