No disponemos –todavía– del elixir de la eterna juventud, pero está en nuestras manos evitar los hábitos que en buena medida aceleran el envejecimiento. Los principales culpables son los sospechosos habituales: la mala alimentación, la falta de ejercicio o el estrés. Nos roban calidad de vida y muchos años. ¿Cuántos? La psicóloga especializada Carmen Giménez-Cuenca indica que con los medios que disponemos hoy “ya es posible revertir la edad biológica hasta 20 años. El cuerpo está diseñado para vivir el triple de años”.
Llegar a centenario manteniéndote joven es la propuesta de, entre otros, el científico de la Universidad de Cambridge Aubrey de Grey, conocido como “el profeta de la inmortalidad”. De Grey ha identificado los siete principales factores que afectan al envejecimiento y, entre otras afirmaciones (no exentas de controversia), asegura que los niños de hoy podrían llegar a vivir mil años gracias a la ciencia.
Giménez-Cuenca, pionera en España en el campo del “coaching” anti-envejecimiento, se aplica el cuento. Asegura que dentro de cinco años, es decir, cuando cumpla 60, se encontrará “más joven y mejor”. ¿Cuestión de voluntad? ¿De creencias?
Ambas cosas son determinantes, según esta “coach” o entrenadora personal. Un factor clave en nuestro envejecimiento es nuestra propia creencia en él. ¿Acaso es opcional? Giménez-Cuenca es rotunda en su respuesta: “Antes se pensaba, por ejemplo, que las mujeres no teníamos alma… es un paradigma que se creía a pies juntillas pero hoy evidentemente ha cambiado. De la misma forma, el paradigma del envejecimiento va a transformarse: no envejeceremos como nuestros abuelos, ni siquiera como nuestros padres”, asegura.
Esta experta indica que el declive más notable comienza a experimentarse a partir los 49 años, como media, y señala que, para cumplir exitosamente su programa anti-envejecimiento es muy importante tener una percepción del cuerpo como sistema energético. “Detrás del plano puramente físico hay canales de energía bloqueada que pueden llegar a dañar un órgano y producir una enfermedad”, señala.
Es, por tanto, crucial conocer aquello que nos roba energía. En primer lugar está todo lo que nos intoxica, comenzando por buena parte de lo que comemos y bebemos. “Cuando somos jóvenes nos podemos permitir el lujo de salir de juerga o comer mal sin que lo notemos demasiado porque estamos tirando de esa energía que traemos de fábrica. Pero cuando esta se gasta, te mueres aunque tu cuerpo esté diseñado para más tiempo”. Por eso, señala, es fundamental aprender a incorporar aportes de energía cotidianos.
Lo más cercano es la respiración. Pero no esa respiración superficial, en la parte superior de los pulmones, que acompaña a tanta gente en su día a día, sino la respiración consciente. El alimento sano, el ejercicio y el sueño reparador son, obviamente, fuentes de energía. Giménez-Cuenca añade a la lista el contacto con la naturaleza, que equipara a “enchufarse a una batería”, la capacidad de vivir en el presente o la sexualidad.
Todo claro hasta aquí. Pero ¿qué hacer con esos factores incontrolables, como la polución? ¿O con los humos de la crisis, si cabe más tóxicos todavía? Se trata de compensarlo con aspectos que te desintoxiquen y saber gestionar las emociones, indica Giménez-Cuenca. “No es tanto lo que nos pasa sino cómo percibimos lo que nos pasa”, advierte. “Las emociones negativas nos intoxican muchísimo. Y ese nivel de toxicidad se lo pasamos a nuestros hijos, que heredan parte de eso y continúan intoxicándose”.
Giménez-Cuenca co-lidera los talleres “Mujeres sin edad” de Followlead, en Madrid. María Talavera, que puso en marcha el centro hace unos meses para ofrecer herramientas de crecimiento personal, cree que hoy hace falta “más energía femenina en el mundo, para equilibrar. Hay que recuperar a la mujer poderosa y activa”. Y esta mujer poderosa ha de prepararse para envejecer. “Cuando alcanza la menopausia, toda la energía que antes se dedicaba a la procreación se va a otra cosa”, señala Talavera.
El proceso, por supuesto, también lo viven los hombres. Pero la gran diferencia, señala la experta en longevidad Victoria Baras, es que los cambios hormonales en la mujer suceden muy rápido: “En los hombres es más dilatado, y eso les permite irse aclimatando sin padecer tantos cambios súbitos”.
Baras, autora del libro Antiaging natural, señala que el estilo de vida es clave. De sus pilares de longevidad destaca una alimentación equilibrada y viva, esto es, aquella que evita productos refinados, procesados o pasteurizados y que opta por alimentos portadores de energía y vida, vigilando que haya suficiente proteína pero no demasiado para no descalcificar los huesos. Aconseja tomar pescado, rico en Omega 3, y evitar los “pelotazos de azúcar”.
Una de las claves aparentemente más sencillas es beber suficiente agua. “Nunca insistiré suficiente en la importancia de beber agua”, señala Baras, que también participa en los talleres de Followlead. “Haz caso a la señales del cuerpo cuando te dice que tiene sed. Estamos tan acostumbrados a posponer mensajes fisiológicos que llegamos a deshidratarnos. Me encuentro con mujeres con principios de osteoporosis sólo por carencia de agua”.
Algo más complejo es mantener la flora intestinal saludable. El intestino, si lo desplegamos, tiene el tamaño de un campo de futbol, y está recubierto de vellosidades que tienen muchas funciones. “El intestino es nuestro segundo cerebro emocional”, indica Baras. La experta recuerda que, al contrario de lo que se piensa comúnmente, la serotonina (un neurotransmisor implicado en las sensaciones de bienestar) no se fabrica tanto en el cerebro como en los propios intestinos. Esto significa que nuestro estado de ánimo puede cambiar a causa de una inflamación en el intestino, por ejemplo. Es más fácil cuidar la salud intestinal evitando las digestiones pesadas y comiendo poco, indica Baras: “Se sabe que el factor más destacable de la longevidad es comer poco. Comer poco alarga la vida”.
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