sábado, 28 de abril de 2012
Merkel tiene un plan de crecimiento.
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La canciller alemana, Angela Merkel, ha anunciado una “agenda de crecimiento” para Europa solo un día después de declarar “innegociable” el Pacto Fiscal firmado por 25 líderes europeos en marzo. Merkel se mueve así hacia las posiciones del candidato socialista francés, François Hollande, a quien las encuestas dan como ganador de las presidenciales francesas el próximo día 6. La líder democristiana (CDU) tiende también la mano a los socialdemócratas alemanes del SPD, a los que tiene que hacer concesiones para poder sacar adelante el Pacto Fiscal y el fondo permanente de estabilidad ESM en el Parlamento (Bundestag). Le hace falta una mayoría parlamentaria de dos tercios. Merkel llevará sus nuevas propuestas de crecimiento a la cumbre europea de junio.
En una entrevista publicada el sábado por el diario sajón Leipziger Volkszeitung, la jefa del Gobierno alemán se dice abierta a potenciar el papel del Banco Europeo de Inversiones en la lucha contra la crisis. Es una de las medidas propuestas por el socialista Hollande si gana las elecciones francesas. Merkel también está de acuerdo con él en agilizar los trámites para que los fondos estructurales de la Unión Europea se empleen en impulsar el crecimiento. Tanto el SPD como el socialista Hollande piden la introducción de un impuesto a las transacciones financieras en Europa. La coalición de centro-derecha que preside Merkel aún no se ha puesto de acuerdo en los detalles, pero la canciller ha dado repetidas señales de que acepta la idea.
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Merkel insiste, sin embargo, en que el texto del Pacto Fiscal no debe volver a negociarse, porque “ya ha sido ratificado por Grecia y Portugal y [el texto actual] está sujeto a un referendo convocado en Irlanda a finales de mayo”. La canciller esquiva las críticas asegurando que su política para superar la crisis “se asienta sobre dos columnas”: la consolidación y el crecimiento. Sus cada vez más numerosos críticos europeos le acusan de primar la austeridad y olvidarse del resto. Ella rechaza “nuevos programas públicos” para potenciar la economía, porque suponen un “crecimiento a crédito”. En otra entrevista reciente a la televisión pública NDR, Merkel sostiene que “el crecimiento no siempre tiene que costar dinero”.
La economía alemana está capeando bien la crisis de la deuda. La tasa de paro sigue alrededor del 7% y, por ahora, se ha evitado caer en la recesión. Los democristianos alemanes insisten en la necesidad de “aumentar la competitividad” en los países socios y recuerdan las “duras reformas” del pasado que, a su juicio, han permitido la actual bonanza económica alemana. Los socialdemócratas, en cambio, temen que la brecha cada vez más ancha entre el norte y el sur de Europa termine amenazando la unidad. La victoria de Hollande en la primera ronda de las presidenciales francesas ha traído un cambio de aires y ha abierto grietas en el monolito de recortes defendido por Merkel y por el actual presidente de Francia, Nicolas Sarkozy. La posibilidad de un cambio en Francia, sumada la caída del también conservador primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, ha hecho saltar las alarmas en los despachos políticos democristianos.
Una vez impuesto el Pacto fiscal y la disciplina presupuestaria, se trata ahora de evaluar los pasos futuros para estrechar los lazos fiscales en Europa, que se vio como la única solución posible a largo plazo para la crisis del euro. De momento, el Gobierno de Alemania no quiere oír hablar de los impopulares “eurobonos”, aunque no descarta la emisión de deuda conjunta europea cuando se haya calmado el maremoto del euro. Pero los embates de la crisis de la deuda y la austeridad impuesta a corto plazo por el pacto fiscal que Merkel impulsó a finales de año hacen difícil mantener la perspectiva. Mientras la derecha populista y ultra gana apoyos en Países Bajos y Francia, el miedo a la ruptura del euro y a perder el dinero hace flaquear el europeísmo en otros parajes. Los ataques a los fundamentos de la Unión Europea no provienen solo de eso que llaman “los mercados”, sino de una minoría cada vez más gritona de euroescépticos de todos los colores políticos.
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