Siete sondeos distintos sitúan a Hollande en cabeza a 48 horas de la primera vuelta
Sarkozy reconoce que se equivocó al “quitar solemnidad” al cargo de presidente
La primera vuelta de las elecciones presidenciales se celebra el domingo
Miguel Mora La campaña electoral para la primera vuelta de las presidenciales francesas se cierra hoy como empezó: François Hollande vuelve a ser el máximo favorito en casi todas las encuestas. Tras perder terreno ante el presidente Nicolas Sarkozy en marzo, el candidato socialista ha remontado y siete de los últimos 10 sondeos le colocan como vencedor del primer turno, por márgenes de entre uno y cinco puntos. De las otras tres encuestas, una da ganador al líder conservador, y dos pronostican un empate en el primer turno. El problema para Sarkozy es que, un día más, todos los institutos demoscópicos sin excepción coincidieron en señalar que Hollande ganará sin apuros el desempate dentro de 15 días.
Cada día más seguro de sus fuerzas, más presidencial y menos sumiso ante las posiciones consensuadas entre la canciller Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, Hollande criticó en una entrevista a la emisora de radio Europe 1 la política del Banco Central Europeo, al mostrarse favorable a que el BCE baje los tipos de interés y sugerir que la entidad que preside Mario Draghi preste directamente a los Estados y no a los bancos privados. Además, Hollande no excluyó una intervención militar en Siria, “si se hiciera bajo el paraguas de la ONU”.
El prudente candidato socialista, acusado de blando incluso por sus propios partidarios y compañeros de partido, corona así sin un rasguño la larga campaña indiciada en las primarias socialistas de septiembre: sin errores, sin estridencias, sin enamorar perdidamente a nadie, Hollande se ha mantenido siempre educado e irónico ante el fuego graneado de sus oponentes, y ha intentado copiar la campaña que en 1981 llevó a François Mitterrand al Elíseo, consiguiéndolo incluso en las cifras: por primera vez desde hace 30 años, la izquierda suma en el primer turno una intención de voto superior al 46%. Las clases populares y los funcionarios son los sectores más fieles a Hollande.
El presidente saliente, por su parte, ha tratado de evitar como fuera el destino vivido por los jefes de Gobierno de Grecia, España, Portugal e Italia, desalojados del poder durante la crisis de la eurozona, pero parece cada vez más lejos de haberlo conseguido. Impopular como ningún presidente anterior, rechazado por más del 65% El viernes trató de poner buena cara ante el chaparrón de las encuestas y se mostró convencido de que ahora que ahora comienza la verdadera campaña, la que enfrentará “proyecto contra proyecto y personalidad contra personalidad”.
Sarkozy intentó volver a vestirse el traje de la humildad y en una entrevista a la radio reconoció haber cometido el error de no haber mantenido la "solemnidad" de su cargo: “Al principio del mandato no entendí bien la dimensión simbólica del papel de presidente”, afirmó. En una larga conversación con Le Figaro, Sarkozy volvió a citar tres veces a España como ejemplo de lo que su gestión ha evitado que suceda en Francia.
Los sondeos parecen sugerir que Sarkozy ha empezado a asumir sus errores demasiado tarde, y reflejan además la cortedad de miras políticas y la escasa ambición intelectual de su campaña, muy inclinada a la extrema derecha y con el miedo por bandera: miedo a la inseguridad y la inmigración, miedo a la globalización, miedo a que los socialistas ganen y dejen a Francia como España. Insistiendo en el símil, podría decirse que el presidente francés ha encontrado en Hollande el Rajoy que encontró Zapatero.
La obsesión del presidente por intentar seducir a los electores del Frente Nacional le ha llevado a renunciar al centro por puro cálculo electoral, y en el camino se ha olvidado por completo de la agenda política internacional, salvo para denostar a Europa por no controlar bien sus fronteras, y terminar robando a Hollande la idea (denostada por él mismo solo unos días antes) de que el BCE debe ayudar al crecimiento de Europa.
Las encuestas muestran que muchos franceses piensan que la campaña ha ignorado sus grandes temores, el empleo, la crisis y la globalización. Quizá eso ha ayudado a convertir a la izquierda de la izquierda, encarnada en Jean-Luc Mélenchon, en la gran sorpresa de la primavera. El líder del Frente de Izquierda y candidato del Partido Comunista Francés, ha pasado de un 5% a un 14% de intención de voto. Crecido e incendiario, el candidato del Frente de Izquierda sigue confiado en pasar a la segunda vuelta, según comenta una fuente de su entorno que traduce en votos el fervor que el candidato suscita en sus mítines.
Mélenchon se coloca a sí mismo en la historia como catalizador del cambio al poner en primera línea a una izquierda europea que vuelve a creer. “Hemos cambiado la historia. Hemos derribado a Sarkozy. Su derrota partirá el eje Merkozy. Y como ella va a caer en las elecciones del otoño de 2013…”, decía ayer eufórico en una reunión con la prensa extranjera.
Su discurso suena fresco y nuevo pese a no dejar sin tocar ningún viejo estereotipo izquierdista. La paradoja se explica por la novedad de escuchar palabras que van contra el discurso único que todo lo inunda. Como gran conocedor que es de América Latina, Mélenchon encuentra allí ejemplos a seguir, desde el Frente Amplio uruguayo al cambio constitucional que, como él quisiera para Francia, propugna el ecuatoriano Rafael Correa. “Ha aplicado la consigna de Argentina: ‘Que se vayan todos’, que es el título de mi libro”, recuerda a los corresponsales.
Sin responder directamente a la pregunta sobre la nacionalización de YPF, Mélenchon arremete contra las grandes corporaciones europeas que han ido a Argentina y a otros países del mundo “para saquearlos”. Además, defiende el euro, condena el Tratado de Lisboa por sacralizar el liberalismo y arremete contra Estados Unidos: “Está en decadencia y sólo aguanta por la fuerza del dólar como moneda de reserva y su poderío militar”. Según él, Francia debería salir de la OTAN: “No queremos que nuestro país se vea embarcado en las aventuras militares de Estados Unidos”.
La encuesta de Ipsos publicada el viernes por Le Monde coloca a Mélenchon dos puntos por debajo de Marine Le Pen (16%). Aunque todavía hay un 17% de electores que se declaran indecisos y un 11% que afirma que todavía puede cambiar de opinión, los politólogos descartan una sorpresa como la de 2002, cuando Jean-Marie Le Pen dejó fuera del desempate al socialista Lionel Jospin. Hollande (29%) y Sarkozy (25,5%) no tendrán ningún problema para pasar juntos a la segunda vuelta.
La decisión final, dentro de dos semanas, parece ya cantada: las encuestas convierten en una quimera cualquier esperanza de que Sarkozy remonte. Los teóricos trasvases de votos le son muy desfavorables. Casi la mitad de los electores del Frente Nacional piensa "traicionar" al líder de la derecha el 6 de mayo: solo el 54% de los votantes de Le Pen declara que votará a Sarkozy frente al 69% que lo hizo en 2007. Y el 20% asegura que votará por Hollande, quizá para vengarse de los atques del presidente (“votar a Le Pen equivale a votar a Hollande”).
Con los sufragios del centrista François Bayrou (que recogería en torno al 10%) pasa lo mismo, pero peor: el 25% piensa dar su apoyo a Sarkozy en la final, contra el 39% que prefiere a Hollande.
El prudente candidato socialista, acusado de blando incluso por sus propios partidarios y compañeros de partido, corona así sin un rasguño la larga campaña indiciada en las primarias socialistas de septiembre: sin errores, sin estridencias, sin enamorar perdidamente a nadie, Hollande se ha mantenido siempre educado e irónico ante el fuego graneado de sus oponentes, y ha intentado copiar la campaña que en 1981 llevó a François Mitterrand al Elíseo, consiguiéndolo incluso en las cifras: por primera vez desde hace 30 años, la izquierda suma en el primer turno una intención de voto superior al 46%. Las clases populares y los funcionarios son los sectores más fieles a Hollande.
El presidente saliente, por su parte, ha tratado de evitar como fuera el destino vivido por los jefes de Gobierno de Grecia, España, Portugal e Italia, desalojados del poder durante la crisis de la eurozona, pero parece cada vez más lejos de haberlo conseguido. Impopular como ningún presidente anterior, rechazado por más del 65% El viernes trató de poner buena cara ante el chaparrón de las encuestas y se mostró convencido de que ahora que ahora comienza la verdadera campaña, la que enfrentará “proyecto contra proyecto y personalidad contra personalidad”.
Sarkozy intentó volver a vestirse el traje de la humildad y en una entrevista a la radio reconoció haber cometido el error de no haber mantenido la "solemnidad" de su cargo: “Al principio del mandato no entendí bien la dimensión simbólica del papel de presidente”, afirmó. En una larga conversación con Le Figaro, Sarkozy volvió a citar tres veces a España como ejemplo de lo que su gestión ha evitado que suceda en Francia.
Los sondeos parecen sugerir que Sarkozy ha empezado a asumir sus errores demasiado tarde, y reflejan además la cortedad de miras políticas y la escasa ambición intelectual de su campaña, muy inclinada a la extrema derecha y con el miedo por bandera: miedo a la inseguridad y la inmigración, miedo a la globalización, miedo a que los socialistas ganen y dejen a Francia como España. Insistiendo en el símil, podría decirse que el presidente francés ha encontrado en Hollande el Rajoy que encontró Zapatero.
La obsesión del presidente por intentar seducir a los electores del Frente Nacional le ha llevado a renunciar al centro por puro cálculo electoral, y en el camino se ha olvidado por completo de la agenda política internacional, salvo para denostar a Europa por no controlar bien sus fronteras, y terminar robando a Hollande la idea (denostada por él mismo solo unos días antes) de que el BCE debe ayudar al crecimiento de Europa.
Las encuestas muestran que muchos franceses piensan que la campaña ha ignorado sus grandes temores, el empleo, la crisis y la globalización. Quizá eso ha ayudado a convertir a la izquierda de la izquierda, encarnada en Jean-Luc Mélenchon, en la gran sorpresa de la primavera. El líder del Frente de Izquierda y candidato del Partido Comunista Francés, ha pasado de un 5% a un 14% de intención de voto. Crecido e incendiario, el candidato del Frente de Izquierda sigue confiado en pasar a la segunda vuelta, según comenta una fuente de su entorno que traduce en votos el fervor que el candidato suscita en sus mítines.
Mélenchon se coloca a sí mismo en la historia como catalizador del cambio al poner en primera línea a una izquierda europea que vuelve a creer. “Hemos cambiado la historia. Hemos derribado a Sarkozy. Su derrota partirá el eje Merkozy. Y como ella va a caer en las elecciones del otoño de 2013…”, decía ayer eufórico en una reunión con la prensa extranjera.
Su discurso suena fresco y nuevo pese a no dejar sin tocar ningún viejo estereotipo izquierdista. La paradoja se explica por la novedad de escuchar palabras que van contra el discurso único que todo lo inunda. Como gran conocedor que es de América Latina, Mélenchon encuentra allí ejemplos a seguir, desde el Frente Amplio uruguayo al cambio constitucional que, como él quisiera para Francia, propugna el ecuatoriano Rafael Correa. “Ha aplicado la consigna de Argentina: ‘Que se vayan todos’, que es el título de mi libro”, recuerda a los corresponsales.
Sin responder directamente a la pregunta sobre la nacionalización de YPF, Mélenchon arremete contra las grandes corporaciones europeas que han ido a Argentina y a otros países del mundo “para saquearlos”. Además, defiende el euro, condena el Tratado de Lisboa por sacralizar el liberalismo y arremete contra Estados Unidos: “Está en decadencia y sólo aguanta por la fuerza del dólar como moneda de reserva y su poderío militar”. Según él, Francia debería salir de la OTAN: “No queremos que nuestro país se vea embarcado en las aventuras militares de Estados Unidos”.
La encuesta de Ipsos publicada el viernes por Le Monde coloca a Mélenchon dos puntos por debajo de Marine Le Pen (16%). Aunque todavía hay un 17% de electores que se declaran indecisos y un 11% que afirma que todavía puede cambiar de opinión, los politólogos descartan una sorpresa como la de 2002, cuando Jean-Marie Le Pen dejó fuera del desempate al socialista Lionel Jospin. Hollande (29%) y Sarkozy (25,5%) no tendrán ningún problema para pasar juntos a la segunda vuelta.
La decisión final, dentro de dos semanas, parece ya cantada: las encuestas convierten en una quimera cualquier esperanza de que Sarkozy remonte. Los teóricos trasvases de votos le son muy desfavorables. Casi la mitad de los electores del Frente Nacional piensa "traicionar" al líder de la derecha el 6 de mayo: solo el 54% de los votantes de Le Pen declara que votará a Sarkozy frente al 69% que lo hizo en 2007. Y el 20% asegura que votará por Hollande, quizá para vengarse de los atques del presidente (“votar a Le Pen equivale a votar a Hollande”).
Con los sufragios del centrista François Bayrou (que recogería en torno al 10%) pasa lo mismo, pero peor: el 25% piensa dar su apoyo a Sarkozy en la final, contra el 39% que prefiere a Hollande.
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