Autoestima futbolística
Vicente del Bosque debe ser el espejo deportivo en el que mirarse
Algunos cabos sueltos se sustraen a las mareas dominantes, que, por
cierto, confluyen en el cause común de humillar a Alemania. Por ejemplo,
las tertulias deportivas de extremo centro que mascullan contra La Roja
porque no es la rojigualda y cuenta con demasiados catalanes. Luego
están los comentaristas deportivos exquisitos, los que quieren hacerse
perdonar los gritos histéricos en los goles de La Roja con análisis
espesos sobre el doble pivote y el falso nueve, anestesiantes como el
prospecto de un jarabe contra el catarro.
Y está, por último, el gran verso impar, el entrenador Vicente del Bosque. Un señor serio, guardián celoso del patrimonio balompédico nacional (y, por tanto, susceptible, como el jefe galo Abraracúrcix), hierático como un samurái, que no se alegra de los triunfos por no ofender. A diferencia del ámbito político, donde no existen modelos reseñables de conducta, la sociedad española cuenta con dos referentes deportivos donde mirarse: Del Bosque y José Mourinho. ¡Superman, tú que todo lo puedes, acércanos al patrón de comportamiento del entrenador de La Roja!
Y está, por último, el gran verso impar, el entrenador Vicente del Bosque. Un señor serio, guardián celoso del patrimonio balompédico nacional (y, por tanto, susceptible, como el jefe galo Abraracúrcix), hierático como un samurái, que no se alegra de los triunfos por no ofender. A diferencia del ámbito político, donde no existen modelos reseñables de conducta, la sociedad española cuenta con dos referentes deportivos donde mirarse: Del Bosque y José Mourinho. ¡Superman, tú que todo lo puedes, acércanos al patrón de comportamiento del entrenador de La Roja!
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