sábado, 30 de junio de 2012

Saramago; mi vida por siempre.

Saramago sigue siendo mi vida”: Pilar del Río

A dos años del fallecimiento del escritor lusitano, Nobel de Literatura 1998, los homenajes se multiplican en Portugal, España y México. Su compañera lo recuerda aquí igual de vivo que siempre.



La compañera de José Saramago, en Lisboa, el dos de junio de este año.
La compañera de José Saramago, en Lisboa, el dos de junio de este año. Foto: Patricia de Melo Moreira/ AFP
Esa noche no fue distinta para José Saramago. Entre libros, con una luz tenue y escribiendo sin parar, pasó sus últimas horas de vida; sus últimas horas junto a su gran amor, la periodista Pilar del Río. Ella recuerda que al día siguiente, cosa inusual, le pidió que le dejará dormir una siesta a la mitad del día. Ya no despertó. “No sé si murió feliz, pero murió tranquilo”, dice la española que, antes que ser esposa, fue la más grande admiradora del escritor.
En ese entonces el Nobel trabajaba en una novela sobre la fabricación de armas y la deshumanización de quienes se involucran en este mercado. La vida le duró apenas lo suficiente para terminar los primeros capítulos, que pronto serán publicados. “Sus lectores lo merecen. No es un obra completa, pero es una obra honesta que debe ser conocida por todos, por quienes le quisieron tanto y le fueron tan leales siempre”, dice quien fuera durante años la única traductora al español de toda la obra del portugués.
Pero antes de empezar con esa promoción, Pilar se encargó de publicar Claraboya, la primera novela de Saramago, la que a mitad de la década de los cincuenta ninguna editorial quiso publicar. En los ochenta, cuando el manuscrito regresó a sus manos, el autor decidió que la obra no se publicaría mientras él viviera. Dijo alguna vez que todo ser humano tiene un tesoro escondido; el suyo estuvo en la sombra por seis décadas, hasta que su esposa cumplió la promesa de continuar con su obra.

Imagen del documental <i>José y Pilar</i>, de Miguel Gonçalves.
Imagen del documental José y Pilar, de Miguel Gonçalves. Foto: AFP
“Me dejó muchos pendientes, éste es sólo uno; el más bello”, dice quien fuera su compañera por más de veinte años. “Yo soy periodista, siempre lo he sido y lo seguiré siendo, pero ante todo siempre está la obra de Saramago y su difusión. Tal vez ya no esté aquí a mi lado, pero él sigue siendo mi vida”.
Claraboya, dice, fue su obra fundacional, la que delineaba los primeros trazos de lo que seguiría desarrollando a lo largo de toda su carrera. Se pueden distinguir ya los personajes que caracterizarían el resto de su trabajo: las mujeres fuertes, los hombres taciturnos y melancólicos, justo como era la pareja de José y Pilar, que el cineasta lusitano Miguel Gonçalves retrató en el documental con ese nombre.
“Nunca el miedo a la muerte, tan sólo la tristeza de no poder vivir ya más, de no poder continuar”, dice el escritor en una de las escenas más conmovedoras del filme. También el férreo ateo le dice a Pilar: “Nos encontraremos en otro sitio”, pero ella aclara que no se trata del paraíso. “No hay cielo, ni hay infierno. Nunca creímos en esas cosas. Pero sé que él ya está lejos, en el mundo de las ideas, en algún lugar inalcanzable”.
La muerte del autor no le cayó por sorpresa aquél junio de 2010. Más de una vez habían hablado de lo que sucedería cuando él se marchara. “Entre nosotros nunca hubo secretos ni temas prohibidos. Nos preparamos para lo inevitable y aquí estoy, cumpliendo mi promesa todos los días. Vivo o muerto, Saramago no me deja tiempo para nada más”, dice Pilar.

Reedición de <i>Claraboya</i>, la primera novela de Saramago.
Reedición de Claraboya, la primera novela de Saramago.
Cartel publicitario del filme sobre el escritor y la periodista.
Cartel publicitario del filme sobre el escritor y la periodista.
XA: ¿Y cómo es la vida después de Saramago?
PR: Mi vida es igual: sigo viajando, sigo haciendo presentaciones, asistiendo a conferencias, atendiendo todo lo que dejó pendiente. Mi ritmo de trabajo no ha cambiado. Quiero traducir a otros escritores, pero no he tenido tiempo. A veces creo que nunca lo tendré.
XA: ¿En algún momento se sintió ensombrecida por la figura de su esposo?
PR: De sombras, nada. Yo fui su compañera, pero nunca dejé de ser un individuo independiente. Saramago no hubiera permitido que me convirtiera en otra cosa distinta a la que él conoció. Yo no era “la esposa de”, ni soy “la viuda de”;soy Pilar del Río y punto.
Con esa fortaleza de carácter, Pilar no se da tiempo para entristecerse por la ausencia de su compañero ni para vivir un luto para el que ya estaba más que preparada. “Tuve el privilegio de vivir con una de las personas más maravillosas y brillantes de este siglo. Esa es mi riqueza y todavía tengo que trabajar mucho para conservarla y compartirla como él hubiera querido”.
Su condena, dice, es haber conocido a ese gran amor cuando ambos eran ya “muy viejos”. Él tenía 63 años, ella 36. Admiradora de su obra, le llamó un día para entrevistarlo. Después él describiría ese encuentro en su obra La balsa de piedra: “Él vio que se acercaba una mujer que no conocía y sintió la tierra temblar”. Entre risas y un ligero rubor, Pilar admite que sintió exactamente lo mismo al verle. “Desde ese día supe que estaría con él, que nuestras vidas debían unirse y supe que Saramago era el hombre que quería tener a mi lado”, dice. El documental de Miguel Gonçalves perfila esa mutua devoción de la que fuera una de las parejas más admiradas en el mundo literario. Ella organizaba su agenda, sus viajes; él escribía, ofrecía conferencias y la dejaba ser.
XA: ¿Había algo que Saramago le negara?
PR: Muchas cosas. La razón en muchas discusiones. Debatíamos todo el tiempo y con todo el amor que nos teníamos, defendíamos nuestra opinión, que fue tan distinta tantas veces. Pero creo que ahora ya puedo admitir que casi siempre él tenía la razón.
XA: Saramago es casi un bien público. Ha abierto su intimidad en un documental, su casa para convertirla en biblioteca, las memorias que publicó. ¿Qué queda del autor que sea sólo suyo?
PR: Nada más 25 años de convivencia, de complicidad, de felicidad compartida. Los mejores momentos, los mejores recuerdos y un anillo hermoso que nunca me he quitado.

Pilar del Río sostiene entre sus manos una escultura del novelista portugués.
Pilar del Río sostiene entre sus manos una escultura del novelista portugués. Foto: Patricia de Melo Moreira/ AFP
Para conmemorar dos años de la muerte del autor, se organizaron lecturas en voz alta de su obra en México, España y su natal Portugal. Pero todos los días cientos de turistas le rinden un homenaje privado en el olivo que resguarda sus cenizas en Lisboa. “Llegan, abrazan el árbol, le dejan cartas y flores; yo los veo desde la ventana y comparto su dolor y la felicidad de haber conocido la obra de alguien tan grande”, dice Pilar.
La fama nunca abrumó al autor de Ensayo sobre la ceguera, pese a las compromisos interminables, los miles de seguidores que rogaban por su firma sobre un libro. “Él nunca fue una estrella ni una celebridad, fue el más humano de los humanos que he conocido”, dice Pilar. De ahí viene la frase que acompaña su tumba, extraída de Memorial del convento: Mais não subiu para as estrelas, se à terra pertenecia” (“Pero no subió a las estrellas, si a la tierra pertenecía).

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