Pasiones francesas
Vilma Fuentes
Si la naturaleza tiene
horror del vacío, las sociedades humanas no cesan de encontrar cada hora
nuevas pasiones para llenar el espacio de su historia.
Mientras que la pasión política elevada a su paroxismo en Francia
durante la campaña de la elección presidencial, seguida por las
elecciones legislativas que terminaron con la victoria total de François
Hollande y del Partido Socialista, los medios de comunicación franceses
ya han encontrado nuevos temas y polémicas para mantener en suspenso a
los auditores como si no pudiesen conocer un instante de reposo.La actualidad es un ogro voraz, le es necesario de manera constante un objeto qué devorar. Hoy, el campeonato de Europa de futbol, la fiesta de la música, el examen de bachillerato, son los actos que colman el temible vacío, que podría dejar pensar, y llenan los boletines informativos de todas las radios, los canales televisivos, o bien invaden las redes de comunicación que circulan por Internet como por Twitter, entre otros ejemplos.
Se podría pensar que el futbol, la música, el bachillerato, se encuentran lejos de la política. Sería no ver sino el aspecto más superficial de las cosas. De hecho, la pasión política se encuentra presente en todos los dominios, subterránea o proclamada, evidente o disimulada.
Así, un match de futbol, como el que acaba de oponer Alemania y Grecia, tomó de inmediato el giro de un enfrentamiento entre dos países opuestos en muchos otros terrenos, económicos, sociales y políticos, los cuales van más allá del simple terreno donde los jugadores se disputan la posesión del balón.
De un lado, la poderosa Alemania, del otro, Grecia en estado de quiebra económica. El símbolo era claro: los aficionados no se equivocaron al interpretarlo.
La fiesta de la música fue instituida en 1982 por el ministro socialista Jack Lang, a cargo de la Cultura con el presidente François Mitterrand. Al principio se trataba de celebrar ese arte permitiendo salir a la calle a las personas con el instrumento musical preferido, guitarra, violín o trompeta, y entregarse a su pasión durante toda una noche, la cual era nada menos que la más corta del año, o la más clara: la del inicio del verano el 21 de junio.
Los verdaderos conocedores y amorosos de la música dijeron que esa fiesta era, sobre todo, la del ruido. Luego, los profesionales ganaron las calles: grandes orquestas se instalaron en parques y palacios nacionales.
Se dijo que los industriales del disco aprovechaban para lanzar la propaganda de sus productos. En fin, los cafés ofrecieron sus terrazas a grupos de músicos, los cuales atrajeron una abundante clientela y sirvieron para hacer fructificar los negocios de los bistrots. Se dijo que la fiesta fue recuperada por los comerciantes y que la música no era sino un pretexto. La pasión política, nunca desaparecida, relanzó polémicas interminables.
El examen del bachillerato, que permite obtener el diploma necesario para ingresar a la universidad es una institución nacional. Para los adolescentes es una prueba ritual. Paso a la edad adulta, entrada al mundo real y despiadado de la sociedad. Ser admitido, o no serlo, es un asunto crucial que suscita cada año una angustia compartida por hijos y padres.
También en este caso, la pasión política anima una polémica cada año. ¿El examen es necesario, debe suprimírsele, acordarlo a todos, o preservar una selección? ¿Ser igualitario o elitista?
Así, las pasiones políticas, que alcanzan su paroxismo durante las campañas electorales se expresan bajo otras formas, a veces sinuosas, en ocasiones con altas miras, a propósito de un asesinato o de una moda, tanto es verdad que la pasión política es una de las palancas, como el amor, que mueve al mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario