México: sin derrotados
Las elecciones que tendrán lugar el próximo 1 de julio en México
están desvelando algunas de las mayores incógnitas y problemas de la
nueva estructura política, no solo mexicana sino mundial. Una cosa es
ganar las elecciones y otra poder gobernar. La sospecha o seguridad de
existencia de corrupción, como pasó en España en las últimas elecciones,
pese a ser conocida, anunciada y familiarizada para el electorado, no
fue una causa determinante ni le impidieron al PP y a Mariano Rajoy
consolidar su Gobierno de mayoría.
En México, las acusaciones de corrupción contra el Partido Revolucionario Institucional (PRI) -incluidas las conocidas, las entendidas y las asumidas-, seguramente tampoco evitarán el triunfo de Enrique Peña Nieto, candidato del partido tricolor, si se concretan los resultados que han venido pronosticando las encuestas. Sin embargo, la lección política de esta elección, más allá de quién será el próximo inquilino de la residencia oficial de Los Pinos, es saber cómo podrá gobernar en una situación en la que el poder se encuentra tan fragmentado.
La apuesta de Peña Nieto es ganar no solo la presidencia, sino la mayoría en la Cámara de Diputados y Senadores. Respecto a la Cámara de Senadores parece claramente que habrá una mayoría conformada por el PRI y el PAN (partido que actualmente gobierna). Sin embargo, en el Congreso de los Diputados los primeros datos e indicios que dan las encuestas prevén que el Congreso estará completamente fragmentado. Esto lleva al verdadero desafío del poder actual. Hoy el problema más sencillo es ganar la elección. Lo difícil está en ganar el derecho a gobernar.
En mi opinión esto provocará una redefinición del juego político en su conjunto. El presidente que gane tendrá que hacer un gran trabajo de convencimiento y complicidad social, sobre todo, con quienes no lo han votado y lo han rechazado de manera permanente ligando algunos de los problemas mexicanos más grandes (monopolios, corrupción, falta de oportunidades...) con su Gobierno.
En el caso de que gane Peña Nieto, necesitará sumar a toda esa sociedad que se tiró a la calle a protestarle y rechazarle de una manera clara y abierta. No solo se le dejó claro que muchos no lo quieren, sino que además no aceptan lo que las encuestas dicen. El movimiento #YoSoy132 ya formará parte de esta elección. Sin duda alguna, esta campaña ha resultado ser una de las más movidas y participativas de los últimos años en México. Los partidos políticos, los candidatos, la dictadura en definitiva del establecimiento político no han podido ni conformar, ni callar, ni ahuyentar, ni desplazar, ni sustituir las legítimas aspiraciones de la calle, sobre todo de los jóvenes. #YoSoy132, gracias al desprestigio por parte de los candidatos del PAN y del PRD -Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador- durante toda la elección, crecerá con un punto de legitimidad sobre la sospecha permanente de si de nuevo la victoria no está clara o el PRI de verdad significa un Gobierno de corrupción, censura y robo.
Suponiendo que se cumpla el pronóstico de la muy confusa guerra de
las encuestas y el ganador sea Enrique Peña Nieto por parte del PRI,
considero que eso no significará una vuelta al oscurantismo y a la
dictadura, pero estoy seguro de que eso propiciará un Gobierno con una
fuerte base de oposición social.
Por eso si Peña no gana por una mayoría suficiente, las dificultades de gobernar serán inmensas. Por ello considero que el candidato priista hace bien cuando anuncia que su victoria será sin derrotados, porque desde Carlos Salinas de Gortari en 1988, no había habido otro presidente que llegara con tantos problemas con vistas a gobernar el país.
O Enrique Peña Nieto consigue ser creído y creíble por todos los que encarnan la protesta nacional en las calles o esto, sumado a la fragilidad en el Congreso, más la sospecha de corrupción, dará como resultado que el oficio de gobernar será casi imposible, desde luego mucho más difícil que el hecho de haber ganado estas elecciones.
Antonio Navalón es periodista.
En México, las acusaciones de corrupción contra el Partido Revolucionario Institucional (PRI) -incluidas las conocidas, las entendidas y las asumidas-, seguramente tampoco evitarán el triunfo de Enrique Peña Nieto, candidato del partido tricolor, si se concretan los resultados que han venido pronosticando las encuestas. Sin embargo, la lección política de esta elección, más allá de quién será el próximo inquilino de la residencia oficial de Los Pinos, es saber cómo podrá gobernar en una situación en la que el poder se encuentra tan fragmentado.
La apuesta de Peña Nieto es ganar no solo la presidencia, sino la mayoría en la Cámara de Diputados y Senadores. Respecto a la Cámara de Senadores parece claramente que habrá una mayoría conformada por el PRI y el PAN (partido que actualmente gobierna). Sin embargo, en el Congreso de los Diputados los primeros datos e indicios que dan las encuestas prevén que el Congreso estará completamente fragmentado. Esto lleva al verdadero desafío del poder actual. Hoy el problema más sencillo es ganar la elección. Lo difícil está en ganar el derecho a gobernar.
En mi opinión esto provocará una redefinición del juego político en su conjunto. El presidente que gane tendrá que hacer un gran trabajo de convencimiento y complicidad social, sobre todo, con quienes no lo han votado y lo han rechazado de manera permanente ligando algunos de los problemas mexicanos más grandes (monopolios, corrupción, falta de oportunidades...) con su Gobierno.
En el caso de que gane Peña Nieto, necesitará sumar a toda esa sociedad que se tiró a la calle a protestarle y rechazarle de una manera clara y abierta. No solo se le dejó claro que muchos no lo quieren, sino que además no aceptan lo que las encuestas dicen. El movimiento #YoSoy132 ya formará parte de esta elección. Sin duda alguna, esta campaña ha resultado ser una de las más movidas y participativas de los últimos años en México. Los partidos políticos, los candidatos, la dictadura en definitiva del establecimiento político no han podido ni conformar, ni callar, ni ahuyentar, ni desplazar, ni sustituir las legítimas aspiraciones de la calle, sobre todo de los jóvenes. #YoSoy132, gracias al desprestigio por parte de los candidatos del PAN y del PRD -Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador- durante toda la elección, crecerá con un punto de legitimidad sobre la sospecha permanente de si de nuevo la victoria no está clara o el PRI de verdad significa un Gobierno de corrupción, censura y robo.
Si gana Peña Nieto tendrá que sumar a toda esa sociedad que se tiró a la calle a protestarle y rechazarle
Por eso si Peña no gana por una mayoría suficiente, las dificultades de gobernar serán inmensas. Por ello considero que el candidato priista hace bien cuando anuncia que su victoria será sin derrotados, porque desde Carlos Salinas de Gortari en 1988, no había habido otro presidente que llegara con tantos problemas con vistas a gobernar el país.
O Enrique Peña Nieto consigue ser creído y creíble por todos los que encarnan la protesta nacional en las calles o esto, sumado a la fragilidad en el Congreso, más la sospecha de corrupción, dará como resultado que el oficio de gobernar será casi imposible, desde luego mucho más difícil que el hecho de haber ganado estas elecciones.
Antonio Navalón es periodista.
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