miércoles, 27 de junio de 2012

España-Portugal, más que un partido.

Más que un partido


Del Bosque, durante el entrenamiento de ayer. / alejandro ruesga

La España de las grandes cumbres tiene hoy algo más que un partido (20.45, Telecinco), un doble reto ante la exuberante Portugal de Cristiano, que tras un arranque algo narcisista ha explotado como el grandioso futbolista que es, como un titán al frente de un buen equipo. CR representa como nadie justo lo que etiqueta al Real Madrid y le falta a la selección de Vicente del Bosque: el mazo. España, con el molde del Barça, se sustenta de la pelota pero no tiene a Messi y tampoco a Villa, su punto final. Sin contundencia ofensiva, salvo ante Irlanda, el peor telonero del campeonato, España se ha buscado las habichuelas de forma más administrativa de lo habitual, con un grupo que sabe bien cómo gestionar los intríngulis del juego.
Como el Madrid de José Mourinho, Portugal es una selección de arrebatos, que se fortalece en las dos áreas y transita muy rápido, sin entretiempos. Por esa vía, Mourinho ha acabado esta temporada con el reinado azulgrana y ahora su otro equipo busca que España, que ya ha despertado recelos en algunos sectores, claudique con su fórmula. La comparación será inevitable y el fútbol no siempre es refractario. Más allá de una supuesta derrota, lo peor que le podría ocurrir al fútbol español sería replantearse su doctrina, la que la ha canonizado y la que se tributa en sus escuelas.
Con el transcurrir del torneo, Portugal ha desmentido ser Cristiano y nada más. Alrededor de su icono, Paulo Bento ha tejido un grupo cohesionado, ya sea porque ha repetido la misma alineación titular en los últimos seis partidos oficiales, los dos de la repesca ante Bosnia y los cuatro de esta Eurocopa, o porque diez de esos titulares tienen un vínculo común, el mismo padrino: el superagente Jorge Mendes. Con la lesión de Hélder Postiga, esta vez tendrá que variar el cuadro titular, al que se incorporará Hugo Almeida como ariete. Sostenida en defensa por un buen portero como Rui Patricio, un central en alza como Bruno Alves y un Pepe fantástico en todos los sentidos, Portugal cuenta con dos laterales muy ofensivos, el nuevo valencianista, João Pereira, y el madridista Coentrão, mucho más suelto con su selección que con su club. Veloso, Moutinho y Meireles son tres medios que no vacilan con el balón ni sin él. A la otra orilla de CR, Nani es un tiro.
España, por supuesto, también llega a la semifinal cargada de argumentos, con un ideario sazonado y un bloque muy enraizado. Tiene el respeto de todos sus adversarios y hasta la fecha ha afrontado todas las citas con una extraordinaria naturalidad. Como en partidos precedentes, todo apunta a que el único cesto que puede mover Del Bosque sea el de la delantera, su quebradero de cabeza, máxime tras el mal rato de Fernando Torres ante Francia, muy inferior, por ejemplo, al rendimiento de Pedro casi en los mismos minutos. El azulgrana ya fue la gran sorpresa de Del Bosque en su semifinal anterior, la de Ciudad el Cabo ante Alemania. No sería descartable que el canario auxilie a Arbeloa frente a Cristiano y Coentrão. El seleccionador, tan atinado con los cambios, también tendrá presente lo sucedido ante los lusos en los octavos de final de Sudáfrica, cuando la entrada de Llorente hizo vulnerable el ecosistema portugués. Pero aquel día, quien hizo pareja como central con Bruno Alves fue Carvalho. Pepe jugó en el medio.
Aunque ningún título le distingue, Portugal hace tiempo que bordea el éxito total. En deuda con su hinchada desde el batacazo ante Grecia en la final de Lisboa de 2004, ha llegado al menos a semifinales en tres de las últimas cuatro Eurocopas. Ahora está a dos pasos del bingo final, como España de ser el primer equipo de la historia en hacer triplete. Y lo que puede ser más relevante, el doble desafío al que se enfrentan los españoles, que tienen por delante mucho más que un partido. Los marcadores, por adversos que puedan ser de forma puntual, se pueden corregir. El estilo lleva años. Un siglo le ha costado a España y la onda portuguesa, la de su selección y principales predicadores, puede ser expansiva. Y no es que sea una influencia negativa, ni muchísimo menos. El fútbol no tiene un solo curso, pero a España, aunque hoy pierda, le va otro traje. Demostrado está.

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