El fracaso de una relación es muchas veces producto de una mala comunicación. Existen dos perversiones comunes en el amor: la primera, tiene que ver con la complacencia del otro, debido a la pereza, el miedo a la gente, o simplemente por el gusto de estar en una relación cómoda; no hay nada que promueva mejor una relación cómoda que la mutua adulación (tú eres la mujer más linda del planeta. Y tú eres el hombre ideal).
La segunda perversión del amor, es querer cambiar a la gente. Ya que todos tenemos una opinión de cómo hacer las cosas y de cómo deberían ser los otros. Hay personas que sienten la irresistible necesidad de cambiar a todos los que los rodean. Eso es imposible y una necedad, nadie cambia a nadie. Es mejor dirigir la energía hacia el cambio de uno mismo, en lugar de despilfarar esa energía en el inútil intento de modificar a nuestros semejantes.
El problema es que ambas perversiones son hijas del amor. La primera perversión puede ser el resultado de mi deseo de comodidad y paz. Pero también puede ser producto de mi amoroso respeto hacia el otro: te amo, y por eso te dejo ser como eres y como quieres ser, por más que dude de la sabiduría de tus decisiones. A pesar del daño que te puedas ocasionar por esa decisión, no me atrevo a contradecirte, para que no te veas obligado a elegir entre tu libertad y mi amor. Puedes contar con mi aprobación, pase lo que pase.
La segunda perversión es el de la posesividad del amor dejada enlibertad sinninguna restricción. El amor es una de las respuestas paliativas a la bendición/maldición de la individualidad humana, uno de cuyos atributos es la soledad.
Hay una gran pregunta que nos planteamos todos los seres humanos: cómo superar la separación, cómo lograr la unión, cómo trascender la propia vida individual y encontrarse "siendo uno con otros". Todo amor está teñido del impulso antropofágico, nos queremos tragar al otro, enterito.
Todos los amantes quieren dominar, extirpar y limpiar la irritante alteridad que los separa del amado; la separación del amado es el miedo más intenso del amante, y muchos amantes llegan a cualquier extremo por exterminar de una vez por todas el espectro de la despedida. ¿Y que mejor medio de alcanzar ese objetivo que convertir al amado en parte inseparable del amante? Adonde vayas, yo voy; lo que hagas, lo hago; loque yo acepte, tú lo aceptas; lo que yo aborrezca, lo aborrecerás tú.
Si no puedes ser mi alma gemela, siamesa, serás mi CLON.
La segunda perversión del amor, tiene una raíz hundida en lo profundo de la adoración del amante por el amado. Cierta vez, un hombre enamorado invitó a sus amigos más cercanos para que conocieran a "la perfecta encarnación de la Belleza, la Virtud, la Sabiduría y la Gracia, en suma a la mujer más adorable del mundo. Otro día el amante enamorado les preguntó a sus amigos que opinaban de su adorada mujer, el silencio fue sepulcral. A veces resulta difícil distinguir la adoración del amado de la adoración a uno mismo; se puede notar el rasgo de un ego expansivo pero inseguro, desesperado por confirmar sus inciertos méritos por medio de su reflejo en el espejo o, mejor aún, de un adulador retrato retocado.
El amor estalla de energía creativa; una y otra vez esa energía se libera a través de una explosión o de un flujo constante de destrucción.
Puede ser un flechazo, amor a primera vista, pero debe transcurrir un tiempo, breve o prolongado, entre la pregunta y la respuesta, entre la propuesta y la aceptación.
El tiempo que transcurre nunca es tan breve para permitir que la persona que pregunta y la persona que responde sigan siendo, en el momento de la respuesta, los mismos seres que en el momento en que se formuló la pregunta. Inevitablemente, la respuesta es pronunciada por otra persona diferente de la que fue interrogada, y está dirigida a otra que ya no es la misma que la formuló.
En el siglo XX, las parejas de amantes tardaban mucho tiempo en concretar una respuesta a la pregunta de ¿Quieres ser mi novia?. Se hacía eterna la espera para el amante que hizo la pregunta. Hoy, los tiempos han cambiado, las preguntas y las respuestan resultan obvias, ni siquiera se formulan, no hay palabras de por medio. Los cortejos son veloces y efímeros, también. "si no quieres a la primera insinuación, ya vendrán otras".
Cuando dos amantes deciden tirarse de cabeza en aguas profundas y desconocidas, es la aventura de lo misterioso, lo impredecible es el mayor atractivo para los dos.
El primer alivio de la tensión en este juego brujo del amor se produce mágicamente cuando los amantes se llaman por primera vez con su nombre de pila. En ese instánte se abre una ilusión maravillosa. Ese acto representa la solitaria promesa de que el ayer de los dos amantes se incorporará a su presente. Representa también la promesa de que ambos están dispuestos a incorporar un futuro compartido a su presente a medias compartido y a medias separado.
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