Hay varias facetas dentro de las tragedias como las vividas por el pueblo de Haití y de Chile, recientemente.
Las diferencias de clase social emergen brutalmente en Haití, y en Chile también. Los pobres de ambas naciones han sido los más perjudicados, han perdido todos sus escasos bienes materiales.
Hay pillaje y saqueos que escandalizan a todos los televidentes, pero habría que explicar el por qué de esos actos que la sociedad deplora y censura fuertemente.
Para mi lo más importante en ambos países destruidos por los terremotos, es el duelo por las pérdidas no solamente de los bienes materiales sino de sus seres queridos.
¿Quién se hace cargo de esas pérdidas, de esos duelos?
Los sobrevivientes quedarán marcados de por vida, por esas tremendas pérdidas de familiares y bienes materiales. Hay cosas que se pueden recuperar con el tiempo, pero no es el caso para viudas y jubilados que ahorraron toda su vida para comprar un departamentito y ahora son solo ruinas.
Es posible que la depresión afectará a millones de haitianos y chilenos, que deambularán como autómatas por las calles, con la mirada perdida y sin esperanzas.
La energía social está afectada, es la hora en que los gobiernos de ambos países tutelen a sus ciudadanos y los protegan totalmente, porque esa es su mayor responsabilidad con esos ciudadanos.
Los apoyos psicológicos para una población afectada por la tragedia, todavía no son considerados como urgentes, pero habrá que hacerlo más adelante sin pretextos ni excusas.
La nata de la corrupción empíeza a emerger con toda su pestilencia. Las empresas constructoras hicieron mal su trabajo de edificación de multifamiliares, se ven las debilidades de las estructuras, varillas de acero de menor calibre de lo que era recomendable, materiales de construcción de segunda clase: las casas de adobe se derrumban como si fueran de polvo.
Los que se enriquecieron con la corrupción en el sector inmobiliario, ahora de nueva cuenta volverán a ganar millones de dólares re-construyendo lo que ellos mismos construyeron antes.
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