Marlene sale todos los días de su casa a las cinco de la mañana, como lo hacen miles de guatemaltecos que viven en la periferia de la capital y trabajan en la gran urbe chapina. El poder abordar un autobús urbano, constituye una aventura peligrosa a cualquier hora del día o de la noche. No hay día en que no maten a un piloto o a un ayudante cobrador. A veces, mueren inocentes pasajeros durante la balacera que ocurre dentro del transporte.
Marlene se santigua antes de abandonar el hogar materno, este es un rito breve que practican millones de habitantes de la capital, para protegerse de los infortunios posibles. Otros, se cuelgan del cuello un rosario o una medallita con alguna imagen religiosa, de preferencia del Señor de Esquipulas, el Cristo Negro milagroso de este país.
Como ella, muchas chicas y chicos jóvenes salen a estudiar o a trabajar, teniendo que movilizarse en el pésimo servicio público de transporte que no se moderniza desde hace cuarenta años. El precio del pasaje sencillo es de un quetzal (aproximadamente doce centavos de dólar), sin importar la distancia del recorrido, por las noches los pílotos y sus ayudantes (llamados popularmente: brochas, porque van recogiendo el pasaje de las esquinas) alteran la tarifa a su antojo.
Dice Marlene, muy molesta: a las mujeres los hombres nos acosan sexualmente en el transporte público y nadie se queja o protesta por no exponerse a golpes e insultos. Pero también pueden ser asaltadas ante la mirada disimulada de todos. Por ello, Marlene trae consigo en su bolso de mano, una aguja de metal que aplica disimuladamente en cualquier parte del cuerpo de sus ofensores. Es una mínima venganza de las mujeres. Marlene considera que lo mejor sería traer una pistola de verdad o un gas pimienta, o de perdida un gas lacrimógeno.
Después de un recorrido, desde la periferia sur hacia el centro, el autobús consume una hora y media en el trayecto. Marlene sabe que no es mucha la distancia pero si los nudos viales, que se topará durante esa hora y media.
Como la ciudad de Guatemala cuenta con pocas redes viales eficientes que conecten los suburbios con el centro histórico, inclusive los automovilistas salen de madrugada para evitar los grandes congestionamientos viales a las horas pico, llegan temprano y estacionan sus autos frente a las escuelas de los hijos o frente a sus trabajos,y se duermen un rato mientras aclara el día y puedan ingresar a sus pequeños a los colegios y ellos a las oficinas.
Marlene está harta de esta desgastante rutina diaria, pero no tiene opciones. Interumpió los estudios de licenciatura, aunque siempre ha deseado ser psicóloga y la aceptaron en la universidad pública, solamente pudo cursar un semestre con excelentes calificaciones; pero por la crisis económica de su familia, que integran su madre y un hermano menor, se vio obligada a dejar temporalmente la universidad y a buscar trabajo en alguno de los "malls" que abundan en la capital de Guatemala, para demostrar que ya es un país moderno, con una clase media y alta con suficientes recursos económicos para comprar jubilosamente lo que sea.
En lugar de comprar la Prensa Libre de los lunes que viene con una extensa sección de anuncios clasificados, en la cual abundan las solicitudes de muchos trabajos mal pagados, tipo MacDonal´s, para jovencitos clasemedieros que no reparan en los bajos salarios que ofrecen esas transnacionales. Pero Marlene si tienen necesidades reales, como son pagar la renta del departamentito, la luz, el agua, el gas, el teléfono, etcétera, por ello trata de obtener un mejor ingreso por su trabajo. Ella decidió ir directamente a buscar empleo a un mall de moda: OAKLAND MALL.
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