Amores líquidos es el nombre de un taller sobre pareja y sexualidad, que imparto desde hace muchos años en la ciudad de México. La obra base es la de Bauman, sin embargo para comprender a cabalidad el tema de la fragilidad de las relaciones de pareja en la posmodernidad, aplico un enfoque multidisciplinario, que incluye a la sociología, antropología, psicoanálisis, historia, filosofía y literatura.
Desde hace más de cien años, se ha podido observar la decandencia y desdibujamiento de la figura masculina en las sociedades occidentales, ni se diga la pérdida paulatina de la imagen paterna.
Vivimos una era de "hombres sin atributos", donde la confusión entre los varones es tal, que ya no sabemos qué es ser hombre en la actualidad. Lo único que queda de manifiesto es que todos los días luchamos por tratar de no parecer mujeres, o afeminados, porque los atributos masculinos son la fuerza y la autoridad. La identidad del varón está en juego cotidianamente, ante la amenaza de las mujeres emancipadas que ya no reconocen más autoridad que la de ellas mismas.
El hombre moderno es también un hombre sin vínculos fuertes, y particularmente sin vínculos fijos y establecidos como los que solían figurar en la antiguedad.
El gran tema de hoy son las relaciones humanas. Son los hombres y las mujeres, nuestros contemporáneos, desesperados al sentirse fácilmente desechables y abandonados, siempre ávidos de seguridad de la unión y de una mano servicial con la que puedan contar en los malos momentos, como por ejemplo durante el desempleo de alguno de ellos dos o en la enfermedad.
Los hombres y las mujeres modernas están desesperados por relacionarse. Sin embargo, desconfían todo el tiempo del "estar relacionados", y particularmente de estar relacionados "para siempre", por no hablar de "eternamente", poque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no sienten capaces ni deseosos de soportar, y que pueden limitar severamente la libertad que necesitan para relacionarse con otro(a)s.
En un mundo como el nuestro, caracterizado por el enorme individualismo, las relaciones son una bendición a medias. Oscilan entre un dulce sueño y una pesadilla, y no hay manera de decir en qué momento uno se convierte en la otra.
En un entorno de vida moderna, las relaciones suelen ser, quizá, las encarnaciones más comunes, intensas y profundas de la ambivalencia. Y por ello podríamos argumentar , ocupan por decreto el centro de atención de los individuos líquidos modernos, que las colocan en el primer lugar de sus proyectos de vida.
las "relaciones" son ahora el gran tema y el único juego que vale la pena jugar, a pesar de sus notorios riesgos. La atención de los seres humanos tiende a concentrarse actualmente en la satisfacción que se espera de las relaciones, precisamente porque no han resultado plena y verdaderamente satisfactorias; y si son satisfactorias, el precio de la satisfacción que producen suele considerarse excesivo e inaceptable.
No es de extrañar que el tema de las relaciones sea uno de los motores principales de la consejería de parejas, ya que las parejas por si solas no pueden desentrañar la complejidad de lo que viven o sufren.
Lo que esperan las parejas es una clara ilusión: cómo encontrarle la cuadratura al círculo. Cómo degustar los ricos bocados de la relación, evitándo los bocados más amargos y menos tiernos; cómo lograr que la relación les confiera poder sin que la dependencia los debilite, que los habilite sin condicionarlos, que los haga sentir plenos sin sobrecargarlos.
Este será el hilo conductor de estos breves apuntes sobre la fragilidad de las parejas modernas y posmodernas.
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