Por Bolivar Hernández
Cuento corto. Esta es la historia del calcetín izquierdo que no se dejaba poner en el pie correspondiente. Una de las secuelas perjudiciales que me ocasionaron los tratamientos de radioterapia y quimioterapia, fue el adormecimiento parcial de la pierna izquierda, lo que complicaba en lo cotidiano el vestirme solo. La pierna izquierda estaba insensible, no respondía a las órdenes que le enviaba mi ...desesperado cerebro. Exclusivamente los miércoles, en que iba a mi casa la mujer que me auxiliaba con el quehacer, podía salir a la calle con el calcetín izquierdo puesto en forma correcta, de lo contrario tenía que llevar el calcetín en el bolsillo del saco y al llegar a la universidad, mi secretaria o algún alumno se apiadaban de mi y me terminaban de vestir. Siempre me preguntaba ¿por qué esa rebeldía del calcetín izquierdo? Si el calcetín derecho era una prenda amorosa y dócil que se dejaba colocar mansamente en el pie derecho. Ahí entendí que cada prenda de ropa o calzado tienen su propio criterio y manías particulares.
Obviamente, que mis costumbres variaron drásticamente. En primer lugar, se me hichaban demasiado los dos pies, se ponían como tamales oaxaqueños y no había calzado que soportara meterme a la fuerza, ni mocacines, vaya.
Sin calcetín en el pie izquierdo y con los dos pies inflamados, pues me puse a buscar la solución y la encontré. Los 'Crocs' fueron la salvación a mi problema de pies gordos e insensibles. Son cómodos, como chanclas, elegantes y carísimos los originales. Hoy, varios años después de aquellos lamentables hechos, tengo una colección de diez pares de 'crocs', que no me quito y no cambio por nada. Cuando me pongo los 'crocs' verdes, la gente no me quita los ojos de encima y se ríen de mi y yo con ellos...
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