Infancia y Sociedad
El derecho de comer
Andrea Bárcena
Los gobiernos priístas y panistas han producido cada seis años nuevos millonarios; en cambio, ni unos ni otros han atendido con voluntad y eficacia el problema de la desnutrición infantil. Hace cuatro sexenios (en 1987) tuve el privilegio de entrevistar a los más importantes médicos especialistas en este problema y hoy, que Save the Children de Inglaterra pide auxilio en nombre de 450 millones de niños del mundo –México incluido– en riesgo de sufrir retrasos mentales por hambre, es oportuno mostrar la actualidad de aquellas voces expertas que llevo conmigo.
Dr. Joaquín Cravioto: En México las oportunidades de ser genio o de crear individuos muy inteligentes se pierden por generaciones; en cambio, la probabilidad de ser mediocre aumenta a medida que hay más desnutrición. Porque ser desnutrido, además del riesgo de morir, significa que el sistema nervioso, la inteligencia, el lenguaje y la capacidad de aprendizaje y de resolver problemas sufren daños irreparables. Estamos generando una sociedad en la que cada vez más individuos funcionan a niveles subóptimos.
Dr. Salvador Zubirán: La propuesta de elevar a rango constitucional el derecho a la alimentación la hice no porque piense que en sí misma va a resolver el problema. Los problemas no se resuelven con mandatos ni con decretos. La idea es que actividades y programas de gobierno se hagan como un ordenamiento constitucional, para que se cumpla con lo que se debe hacer. Para que ya no dependa de cada gobierno, sino que todos los gobiernos estén obligados constitucionalmente a preocuparse y actuar por la nutrición adecuada de toda la sociedad. El problema sólo se resuelve pensando en el hombre: por regiones geográficas, por edades, por ocupaciones. Hay que establecer prioridades. Los programas deben partir de las necesidades humanas y no al revés.
Dr. Adolfo Villasana: Según estadísticas del Instituto Nacional de la Nutrición, entre 80 y 90 por ciento de los mexicanos se ve afectado por la desnutrición en alguna etapa de su vida, especialmente durante la infancia. Los que logran adaptarse a la desnutrición lo hacen reduciendo su talla, su peso y su actividad física e intelectual; los que no logran adaptarse simplemente mueren. Es muy poca la diferencia calórica entre la dieta de un niño desnutrido y uno sano. Un día de moratoria resolvería el problema. Pero mientras la gente no coma bien y esté preocupada por lo que va a comer mañana, no hay libertad, no hay democracia ni nada.
Corolario: Ni PRI ni PAN han hecho nada serio y de fondo para acabar con la desnutrición infantil por casi un siglo. Resultados a la vista.
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