Por Bolivar Hernández.
Cuento corto. Yo no creía en los ángeles, menos aun cuando la que era mi mujer en esa época era angelical y divina pero decidió abandonarme a mi suerte. En los delirios y alucinaciones que me ocasionaban los medicamentos para combatir una enfermedad terrible, yo entreveía a una mujer joven, vestida de blanco, que me sonreía parada al pie de la cama del hospital que yo ocupaba. La desnutrición y la... deshidratación hacían estragos en mi cuerpo, debido a un prolongado ayuno, lo que hacía que mi percepción de la realidad fuera distorsionada. Mi mente ofuscada en aquellos momentos, guardaron, sin embargo, unas imágenes nítidas de aquel ángel blanco. Siempre anestesiado para calmar el dolor físico, mantuve los ojos cerrados pero escuchaba los pasos suaves y la voz fina de aquella mujer que se obligó a sacarme de la crisis de la falta de salud. Como una imagen de 'La piedad', me recostaba en su regazo y me daba sueros con gotero en la boca, además me buscaba las venas maltratadas por tantos piquetes de jeringas para inyectarme los minerales que me hacían falta para poder vivir. Por fin salí de ese calvario muchos meses después y me propuse encontrar aquel ángel protector y salvador. Ya no estaba laborando en ese hospital, se fue al extranjero para seguir una especialidad, nadie me supo decir adónde se fue. Solo pude recuperar su nombre: Dra. Jennifer Z. Ahora pienso que hay ángeles, me consta que sí.
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