Votar
Olga Harmony
En contra de la
corriente del no voto que pienso minoritaria, muchos iremos a las urnas
en un par de semanas más. No soy politóloga, sino una simple ciudadana
que hace crítica de teatro, pero quiero aprovechar el momento para
expresar la razón del voto que emitiré, tratando de ligarlo a la materia
por la que La Jornada me concede este espacio, y quiero hacerlo antes de que mi candidato gane para no sumarme a lo que suele llamarse
Ya en otra ocasión me referí a que algunas personas afines a López
Obrador se inclinan por el amateurismo como una manera de hacer
partícipe al pueblo del hecho artístico, sin reparar en el esfuerzo y la
cantidad de estudios que requiere ser profesional en alguna disciplina
artística, pero el hecho de que proponga una Secretaría de Cultura en
lugar del errático e ilegal Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
(CNCA) es garante de respeto a los creadores. Es bien sabido que no
existe una ley para el CNCA, nacido por decreto presidencial y que rige a
dos institutos que sí tienen su ley reglamentaria (INAH e INBA),
disparate que hemos mantenido por largo tiempo. Por eso es de celebrarse
la creación de una Secretaría de Cultura, ignoro si ésta amparará a lo
que se refiere a antropología, pero desde luego que absorberá todo lo
referente a las bellas artes. Si a ello se añade que en el gabinete
propuesto por López Obrador aparece como su titular Elena Poniatowska,
la certeza crece. Elena ha declarado que no quiere contestar teléfonos,
sino escribir, que es lo que todos queremos que haga, pero su indudable
autoridad moral e intelectual de algún modo influirá en un mejor
desempeño de sus colaboradores, sin que tenga que contestar teléfonos o
dejar de escribir. Por otra parte, nadie puede creer que privilegie a
los amateurs ante los profesionales, porque los primeros pretenden hacer
arte como un escape, mientras para los segundos es su razón de vida y
eso la creadora literaria y autora de libros acerca de importantes
mujeres artistas lo sabe muy bien.la cargada, con algunas observaciones que, si se vuelven a hacer las trampas que ya se cocinan con el sufragio y se unge a otro, carecen de sentido porque nada de lo que aquí escribo tendría posibilidades con otro presidente. Desde luego, votaré por Andrés Manuel López Obrador, aunque la izquierda que representa no sea la misma que muchos soñamos en tiempos pasados, sino la posible instalación del estado de bienestar –sin las rémoras corruptas que lo opacaron en las décadas del priísmo–, lo que a estas alturas es suficiente en vista de cómo están las cosas. Por eso votaré por él, por su incuestionable honestidad –a pesar de las andanadas calumniosas en su contra– y por lo que añadiré en lo tocante al teatro, en el que tiene muy talentosos seguidores, alentada por la estupenda primavera estudiantil que ya parece irrigarse hacia otros estamentos.
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