domingo, 25 de diciembre de 2011

El Calor del invierno.

Por: Venus O’Hara | 25 de diciembre de 2011


Me encanta despertarme cuando hace frío fuera. Escuchar el viento y la lluvia contra mi ventana sólo me incita a quedarme todo el día bajo la colcha, y si estoy acompañada, mejor todavía. Para mí, el invierno es la estación más caliente y no sólo cuando estoy en la cama.

Los hombres siempre me parecen más atractivos cuando llevan ropa de invierno. Nunca me han convencido los de pantalón corto y sandalias —por muy buenos que estén. En el frío, me encanta la forma en que sus hombros se destacan, sobre todo cuando van trajeados. El clásico con forma de "V" que se inicia en la cintura hacia los hombros siempre me ha llamado la atención. Un contorno nítido y angular transmite poder, atención por el detalle y un cierto control sobre lo que hacen. Siempre me pregunto cuánto esfuerzo haría falta para quitárselos y que perdiesen el control.



Mientras que la ropa de verano en la mujer destaca los escotes, piernas y a veces las espaldas, en invierno deja más lugar a la imaginación. Un breve vistazo de una zona sugerente pueda ser mucho más impactante que la visión más explícita de determinadas de partes de la anatomía femenina cuando hace calor. Los jerseys hacen que todos parezcamos más 'abrazables' y las botas hasta la rodilla nos ayudan a caminar con más actitud.

Siento un estremecimiento secreto cuando voy con falda en invierno con medias y liguero. Me encanta la sensación de caminar y sentir mis muslos fríos a cada paso, y preocuparme —o no—, cuando me siento, de si alguien los ve. Es una paranoia exquisita.



La lencería retro estilo años cincuenta es ahora más popular que nunca —y tiene mucho más sentido cuando bajan las temperaturas. Bragas de talle alto que se pueden combinar con fajas, sujetadores de punta que, aparte de ser muy provocativos, también sirven para esculpir y favorecer los aspectos más atractivos del cuerpo femenino. Los corsés antiguamente fueron vistos como una prenda para impedir y reprimir, ahora son reclamados por la mujer actual para hacer alarde de su forma, y no de esconderla. Estas piezas de lencería se conciben como una especie de armadura erótica sofisticada.

Cuando se trata de vestirse con ropa fetichista como el PVC y el látex, no hay mejor mejor momento que el invierno. La atracción del látex se basa en la fuerza con que se aferra al cuerpo, cuanto más se asemeje a una segunda piel, mejor. Las pocas veces que he llevado látex en verano, el lubricante para darle brillo se seca tan rápido que me hace sentir más como un submarinista que como una diosa fetish. Llevar más capas de ropa, no sólo crea más misterio, sino que también hace que los preliminares duren mas tiempo —por mucha prisa que tengas.


En un clima frío, la piel es aún más receptiva. Incluso la más mínima caricia puede ponerte la piel de gallina y despertar otras partes del cuerpo. Los pezones se endurecen de inmediato y un aliento cálido en el cuello desnudo sólo puede acelerar una libido ya sensibilizada.

Cuando por fin se llega a tocar, sentir una mano fría en los lumbares me hace estremecer y me produce escalofríos. El primer temblor, con la alteración y el placer de ese contacto. Mientras se quita la ropa, la cercanía constante y las caricias que compartimos, ayudan a mantener el calor mutuo hasta que acabamos bajo la colcha. Entonces, cuando estamos lo suficientemente calientes, compartimos suspiros, gemidos y gritos. Después, los abrazos intensos duran más y no sólo porque hace frío fuera sino porque deseas que sigan y sigan.
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