De pequeño, Jesús aprovechaba cuando su abuelo salía de la relojería para entrar y desmontar relojes. «Y no veas el mosqueo que se cogía», confiesa sonriendo. Comenzó como un juego de niños, pero acabó convirtiéndose en su profesión. Jesús Losada es el relojero de la Puerta del Sol desde 1996. «Todos tenemos un punto de vanidad y reconozco que me hizo muchísima ilusión ganar el concurso para mantener este reloj. La emoción que se siente aquí dentro el último día del año nunca disminuye con el tiempo», cuenta.
El frío edificio de la Real Casa de Correos está vacío este sábado de diciembre, pero el acceso a la torre es fácil si es Jesús quien guía. «Este reloj fue un regalo que le hizo al pueblo de Madrid Jesús Rodríguez Losada, un gran maestro relojero de la época de Fernando VII que emigró a Inglaterra. Allí lo construyó y lo regaló a la villa en 1863. En las campanas de bronce del exterior se puede ver su rúbrica», explica Jesús, quien se puso cariñosamente como nombre artístico el apellido de Losada en homenaje al gran relojero. Una enjuta escalera de caracol, no apta para quienes padecen vértigo, conduce a un pequeño cubículo cuyas paredes son las esferas del reloj.
Inconscientemente uno recuerda a Harold Lloyd en El hombre mosca. «Si cierras los ojos, puedes oír el funcionamiento de las agujas y se sabe si todo está correcto. El día 31 es imposible escuchar nada por el ruido de la plaza y cuando finaliza la última campanada, dentro, frente a esta máquina, se te pone la piel de gallina». Aquí pasan el Fin de Año Jesús, Pedro y Santiago, los tres relojeros de Relojería Losada. «No tomamos las uvas. Nos quedamos comprobando que no haya ningún problema. Hay millones de personas pendientes de esta bola y es nuestra responsabilidad que todo salga bien. Solo baja este día y los días anteriores en los que se hacen las pruebas», cuenta. No puede haber contratiempos, y si los hay, les toca dar las campanadas a mano. Cuando tañe la última, se toman una copa de cava y se quedan a ver desde la torre cómo se celebra el Año Nuevo en los áticos de la Puerta del Sol.
La maquinaria del reloj está hecha de bronce, acero, latón y la madera que lo sujeta. Dan cuerda cada sábado empujando una manivela y revisan que esté bien engrasada, que las pesas estén en su sitio, que cada pieza cumpla con su labor y que la bola esté limpia. «Los grandes científicos de la historia se han preocupado por los relojes, por la precisión y su ciencia. Se pueden ver los avances de la historia a través de los relojes, porque desde Galileo hasta nuestros días la evolución técnica se plasmaba en ellos. Ya no, ahora los avances van por otros derroteros», explica Jesús. Da gusto observar el cariño con que limpia cada diente de la máquina, cómo quita la grasa y le da cuerda como parte de una coreografía. Porque tras la esfera que marca los primeros momentos del Año Nuevo hay tres alquimistas de los segundos preparados para que, como canta Mecano, «entre gritos y pitos, los españolitos, hagamos por una vez, algo a la vez».
01. El péndulo y su movimiento es lo primero que revisan. Es también la primera pieza del reloj que se encuentran. «Observando y escuchando su ritmo uno ya sabe si la máquina está funcionando correctamente», explica Jesús.
02. Las pesas. Tardan automáticamente una semana en bajar, «y en subir, según lo vago que esté ese día».
03. Losada conoce la maquinaria como la palma de su mano. Cuando se restauró la torre del edificio de Correos, fueron los encargados de desmontar y montar el reloj. Subieron y bajaron todas las piezas por la escalera de caracol.
04. Está compuesto de tres movimientos: el del minutero, el de los cuartos y el de las horas. En la parte de arriba está el distribuidor del movimiento de las agujas, sincronizadas con las cuatro esferas que se ven desde fuera.
05. En su taller y tienda de antigüedades restauran los mecanismos. «Un reloj es bueno si se pueden cambiar las piezas», afirma Jesús. Ahora están trabajando en un Losada de bolsillo. Es una joya como el de la Puerta del Sol pero en miniatura, y lo guardan entre cristales para que el polvo no estropee su funcionamiento. También tienen piezas del siglo XVII.
06. La bola está hecha de cemento y forrada de chapa. Solo funciona el 31 y los días de prueba, que se celebran como si fueran Nochevieja. Cuando faltan 28 segundos para las 12, baja en ocho segundos y anuncia que empiezan los cuartos.
07. Las campanas son el último elemento del reloj. En una de ellas se halla la inscripción que testifica la autoría del reloj: «José Rodríguez Losada a la Villa y Corte de Madrid».Las 12 campanadas tardan 36 segundos en tocar su fin.
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