jueves, 29 de diciembre de 2011

Ladrona de culturas.

“Soy una ladrona de culturas y mi ficción pertenece al mundo”
El libro me tomó muchos años, porque hubo un gran choque entre lo que yo había imaginado y la dura realidad, afirma

“La libertad es algo a lo que es muy difícil acostumbrarse”


En 1983 Domnica Radulescu salió de Rumania con una pequeña maleta y sus cuentos mecanografiados, en un momento en que tener una máquina de escribir era ilegal, y eso pudo haber dado al traste con sus intensiones de escapar de la dictadura de Nicolae Ceausescu.

Llevaba con ella el sueño de ser una escritora libre. Ahora llega a México su primera novela, Tren a Trieste, publicada por Elephas, en la cual narra una historia de amor en tiempos de la dictadura, en la que Mona, el personaje principal, escapa como ella hacia otro país. Mucho de autobiografía hay en este título.

Entre su salida de Rumania y la novela, editada en inglés en 2008, transcurrieron muchos años. Tiempo en el que Mona y Domnica crecieron y maduraron juntas: la primera en la ficción y la segunda en un país que adoptó como su nuevo hogar y donde construyó una vida académica y familiar.

“Me gusta pensar que mi obra de ficción pertenece al mundo, no sólo a Rumania o Estados Unidos”, señala la escritora y profesora universitaria en entrevista.

“Me formé en Estados Unidos, es el país donde vivo, donde he escrito todos mis libros; mis hijos nacieron ahí, es mi país, es mi casa. Pero Rumania siempre será mi país de una manera nostálgica, porque siempre llevas contigo la patria en la que naciste y creciste.”

–Existe una palabra para eso en rumano, que no es posible traducir, como dice en su novela.

–Dor. Sí, dor es vivir en eso. Una parte de mí misma vive ahí y no se puede remover. Pero me gusta pensar en mí misma como perteneciente al mundo, porque he vivido en muchos mundos. Enseño literatura francesa e italiana. México me parece una cultura muy cercana.

“Robo lenguajes y culturas. Soy una ladrona de culturas.”

Veinticinco años después de su salida de Rumania, donde poco antes había obtenido un premio literario, publica Tren a Trieste. Pasó tanto tiempo “porque la vida se interpuso en el camino”: la construcción de una carrera académica, la crianza de dos hijos, pero Mona siempre estuvo ahí como un fantasma.

Decidió contar esta historia de amor, de la vida cotidiana durante la dictadura en forma de novela, “porque soy escritora. Una las razones por las que dejé Rumania fue para expresarme libremente como escritora, como artista. Llegó un punto en el que sentía que no iba a poder hacerlo si seguía viviendo ahí. También debo decir que salí por las ganas de aventura, de conocer el mundo, pero sobre todo con la idea de ser escritora.


“Me tomó tantos años, porque lo que le pasó a Mona me pasó también a mí. Hubo un gran contraste y un choque entre lo que yo había imaginado y la dura realidad de tener que sobrevivir, de ganar dinero para vivir, tener que crecer y entender y reinventarme en una cultura y lengua nuevas. Construí una carrera académica. Crié dos hijos.

“Eso no fue todo como exiliada, cortar con las raíces fue brutal. La forma en la que nosotros, los refugiados de esa época de los países de Europa del este nos desenraizamos a nosotros mismos, porque fue algo muy radical. Salimos sin saber si podríamos volver. Cuando eso ocurre tienes que reinventarte, tienes que encontrar tiempo para rencontrarte, para entender quién eres, para sumergirte en la nueva lengua, en el paisaje de esa nueva cultura. Así que eso tomó un tiempo.”

Y también pasó tiempo antes de descubrir que era libre para escribir. “Porque la libertad es algo a lo que es difícil acostumbrarse; la libertad no es tan libre cuando tienes que preocuparte por sobrevivir, ganar dinero, terminar la escuela, esos son aspectos de la existencia que detienen tu libertad. Es como decir soy libre, ¿ahora qué hago con esta libertad?”

Historias de terror y opresión

Tren a Trieste es la historia de Mona, quien se enamora de Mihai y después, con la dictadura, surgen demasiadas dudas sobre él. Es tanto una historia política como una historia de amor.

“Una de mis grandes obsesiones como escritora es tratar de captar cómo la gente amaba, vivía y disfrutaba las pequeñas cosas; cómo podía saborear la vida y su belleza en las peores condiciones posibles. Crecí como hija de padres intelectuales que habían pasado la Segunda Guerra Mundial, el fascismo, el estalinismo y la dictadura comunista. Crecí con estas historias de terror, de violencia, de opresión y aún así la gente amaba, y creo que de forma más intensa que en los tiempos normales.

“Quise retratar en este libro que de alguna manera, cuando las condiciones políticas y la vida cotidiana no fluyen, en esas condiciones difíciles de opresión, hay mucha intensidad en la forma en que las personas experimentan la vida, las pequeñas cosas, sus conexión con la naturaleza, con el amor.”

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