domingo, 25 de diciembre de 2011

Los jóvenes se van al campo ante la crisis.

El mundo rural resurge como refugio para algunos jóvenes frente a la crisis
Un nivel de vida más cómodo, un acceso más fácil a la vivienda y ayuda familiar | Se calcula que cuatro millones de personas tiene una relación con los pueblos



Aún no hay cifras, porque es un proceso silencioso. No es un éxodo masivo, más bien es un goteo que comienza a ser visible y del que ya hablan sociólogos y demógrafos. Algunos lo llaman neorruralismo, otros contraurbanismo, pero más allá de las definiciones lo que se esconde es el regreso al pueblo de aquellos muchachos que un día lo abandonaron en busca de un futuro mejor. O los que ya nacieron en la ciudad, pero habían mantenido un vínculo con el pueblo de sus padres. Una vuelta a las raíces no tanto en busca de una vida más tranquila, en armonía con la naturaleza, sino empujados por la crisis, el paro, la precariedad laboral, el elevado coste de la vivienda y el transporte... El pueblo resurge como una alternativa de vida en unos momentos duros, a lo que ayuda –y mucho– la gran transformación sufrida por los núcleos rurales, donde los servicios están garantizados si no en el mismo pueblo, en el de al lado.

A falta de balances generales, sí hay datos parciales que dan idea de un nuevo flujo desde las urbes. En Andalucía, por ejemplo, se han incrementado este año en un 20% las ayudas a los nuevos agricultores y otro tanto ha pasado con las destinadas a la creación de industrias agroalimentarias. Según Mónica Bermúdez, delegada de Agricultura de la Junta de Andalucía, se trata de jóvenes que, atraídos por el dinero de la construcción, dejaron el pueblo y los aperos agrícolas y se marcharon. Ahora regresan a trabajar la tierra de sus padres o a hacerse cargo del ganado. Al fin y al cabo, la población activa agraria se sitúa en el 5% en el conjunto de España.

Es el caso de Alberto Calvo, 29 años, criado en Alcalá de Henares (Madrid), cuando terminó la secundaria se puso a trabajar en la industria de la zona. Y los fines de semana, a ayudar a sus padres en un restaurante en la sierra de Guadalajara. Pero la crisis llegó y el trabajo escaseó. La muerte de su tío, ganadero en un minúsculo pueblo de la sierra de Madrid, le dio la oportunidad de seguir con el negocio de ese familiar soltero. Calvo no se arrepiente "en absoluto" de la decisión. "El campo es muy duro y los animales no entienden de días de descanso, pero soy feliz, no me falta de nada, porque tampoco pido mucho. Y soy mi propio jefe", indica.

Pero no todos los que están regresando se encargan de las faenas agrícolas, porque tampoco hay trabajo suficiente y muchos, con formación, o no les interesa o no tienen ni idea de cómo hacerlo. Los pueblos precisan también de servicios y en ellos se han volcado muchos ex urbanitas. Benjamín García Sanz, catedrático de Sociología Rural de la Universidad Complutense de Madrid, afirma que "el número de retornados va en aumento. Son gente que habían abandonado los pueblos para emigrar, aquellos que han tenido alguna huella, que no han roto la relación con su pueblo y, por lo general, conservan casa o terreno".

¿Las ventajas? Un nivel de vida más asequible, un acceso más fácil a la vivienda y los que mantienen las raíces disfrutan del apoyo de la familia (ayuda de los padres a los hijos que no tienen empleo o en el cuidado de los pequeños).

Las condiciones de vida más favorables convierten a los pueblos en un refugio para muchos. "En la mayoría de los casos, el pueblo es para residir, no para trabajar en la agricultura", recalca García Sanz. Autor del reciente estudio Ruralidad emergente, posibilidades y retos, explica que el modelo ha cambiado: en una proporción importante, la población rural trabaja en poblaciones de los alrededores o en ciudades.

Ya en el censo del 2001, el 40% de los que vivían en el pueblo trabajaba fuera del municipio (ocho de cada diez se desplazan a ciudades o pueblos grandes). En el pueblo, hay además otras oportunidades: servicios, industria agroalimentarias. Muchos de esos servicios están vinculados a la atención a los mayores y a la necesidad de aumentar la población activa rural. No hay que olvidar que, según estudios realizados por el Ministerio de Medio Ambiente, la tasa de envejecimiento del medio rural se sitúa en el 22,3%, 5,7% puntos superior a la estatal.

Junto a los que han decidido volver a su pueblo, están también los que tienen vínculos con una determinada población rural. García Sanz recuerda que en España alrededor del 40% de las viviendas es segunda residencia. Se calcula que, además de los 9 millones de personas que residen en el medio rural, otros tres o cuatro millones más tienen una relación con los pueblos".

En todo caso, los expertos alertan de la necesidad de planificar estos cambios, para evitar que una población rural más heterogénea tenga consecuencias negativas, tanto para el que inicia una nueva vida, como para el territorio.

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