España: la monarquía y sus cuentas
Marcos Roitman Rosenmann
La sociedad española está de fiesta y sus políticos cortesanos no caben de gozo. La corona, institución por antonomasia que ha prevalecido en la historia de España, decide hacer públicas sus cuentas. Sin embargo, lo hace diciendo verdades a medias que se transforman en mentiras completas. Bajo presión, sin sentido ético ni estético y tras meditar las consecuencias del caso Urdangarín, hoy definitivamente imputado, y para evitar escándalos mayores, cuyo costo en el medio plazo sería impredecible, la familia real se ve obligada a guardarse las espaldas y aparecer, ante la opinión pública y la sociedad española e internacional, como una institución modélica. No es por tanto un gesto que podríamos considerar propio de una convicción democrática.
Además, como veremos a continuación, los datos hechos públicos sólo corresponden a trazos gruesos, es decir, se limitan a considerar los gastos generales, aquello con un efecto mediático importante, pero, sin duda superficial. Después de 30 años de estar solicitando las cuentas, hoy, a regañadientes, nos dicen que la monarquía cuesta aproximadamente, según la web oficial, unos 10 millones de euros. ¡En horabuena! Toda una ganga. Juan Carlos I recibe 297 mil 752 euros al año, que dividido en 14 pagos mensuales le supone ingresar, cada 30 días, la suma de 21 mil 268 euros, cifra equivalente a 32 sueldos mínimos. En la cadena de gastos le sigue la nómina del príncipe heredero, con un monto de 146 mil 376 euros, unos 12 mil euros mensuales, y su esposa, doña Leticia, que recibe como consorte 89 mil euros, los mismos que cobra por su jornada laboral la reina y las dos infantas. En total las mujeres pertenecientes a la casa real amasan un total de 357 mil euros brutos al año.
Pero las cuentas no cuadran, al menos en el caso de Felipe y Letizia. La casa que se construyeron ha costado 12.5 millones de euros, y si la pareja sólo vive de su sueldo, tardaría 135 años en pagarla. Tampoco salen los cálculos en el caso del matrimonio real de Cristina e Urdangarin. Antes de marcharse a Washington hicieron un desembolso de 6.5 millones por la compra de un chalet en una de las zonas residenciales más caras y exclusivas de Barcelona.
La prensa del reino, adicta a su majestad, prefiere atrincherarse formando una cortina de humo y centrarse en la lógica comparada. Es la manera de reafirmar el sentido monárquico de la sociedad española. La mejor defensa, un ataque. Así, antes de comenzar a poner las cifras encima de la mesa, el periódico monárquico ABC despliega el siguiente titular ¿Cuanto hubiesen pagado los españoles por la actuación del rey el 23 de febrero de 1981, día del golpe militar de Tejero? Pueril y barriobajero es el enunciado.
Pero sigamos adelante, se busca señalar lo barato que sale tener un rey en el siglo XXI en la España de las autonomías. Para darnos una idea de lo que supone tener una corona a precio de saldo, se inicia la lista con el rey Alberto II de Bélgica, quien se dice, cobra 1.8 millones de euros. A continuación se pasa a Suecia, cuya casa real recibe 11 millones y su rey, Carlos Gustavo XVI, casi otro millón y medio de euros.
Pero la palma se la lleva la reina Isabel II de Gran Bretaña y su familia, la cual recibe un total de 49 millones de euros para cubrir gastos. Visto en perspectiva, la saga de los Borbones es un chollo. Y para rematar el cuadro se establece la comparación con el sistema republicano de gobierno, señalando que Juan Carlos I cobra menos que Sarkozy, en Francia, 228 mil euros, o Barack Obama en Estados Unidos con 310 mil euros.
Sin embargo hay un hecho que se oculta, el conjunto de partidas colaterales, las más importantes, no se suman al costo total de la corona.
Por ejemplo, el parque móvil de su majestad, coches, gasolina, choferes y mantenimiento se factura al Ministerio de Hacienda; la Guardia Real la paga el Ministerio de Defensa, y los más de 500 empleados entre costureras, cocineros, jardineros, mucamas, lo asume como propio el Patrimonio Nacional, y qué decir de los viajes, estos pasan directamente a engrosar los debe del Ministerio de Asuntos Exteriores. Suma y sigue, tampoco se contabiliza el servicio de seguridad, cuyos funcionarios reciben su sueldo directamente del Ministerio del Interior con un plus por peligrosidad, ni las 500 comidas que dicen servir diariamente a los empleados de la Zarzuela.
En esta lógica podemos constatar que los borbones no son una familia común, pero eso ya lo sabíamos. Ellos no deben retraer de su sueldo las partidas destinadas a pagar la luz, el agua, el teléfono, la calefacción, el transporte ni la hipoteca. Así es fácil vivir de la sopa boba. Ya les gustaría o nos gustaría al conjunto de trabajadores que una vez cobrado nuestro sueldo no tuviésemos que pagar nada en alimentación, hipoteca o simplemente las facturas del agua, la luz y el móvil. Sin duda la vida nos sonreiría.
En conclusión, pongo en duda las cifras y, más aún, el sentido ético y ejemplar de esta acción. Pero, aun así, otorgándole el beneficio de la duda, la diferencia de la casa real borbónica y sus pares occidentales se encuentra en que sus homólogas, a pesar de ser instituciones rancias y prescindibles, al menos hacen público el origen de su fortuna y su patrimonio, cuestión que la casa real de los Borbones ni por asomo está dispuesta a realizar. Razón suficiente para rechazar las cuentas donde se sustrae al ciudadano una información básica para saber dónde se asienta la riqueza de la corona. No hay trasparencia en las cuentas y se pretende hacer pasar gato por liebre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario