Chloë Sevigny, la reina 'indie'
La bautizaron reina ‘indie’. Un título con el que no se sentía cómoda hasta hoy. Sus papeles de actriz de culto y sus diseños para opening ceremony, han convertido a Chloë Sevigny en musa e icono, a partes iguale
Todo es una extensión de sí misma. Sus diseños, sus actuaciones, su risa y sus palabras. La de Chloë Sevigny es una carcajada honesta y masculina. El mundo la descubrió en 1995 en Kids, el polémico filme de Larry Clark con guion de Harmony Korine, entonces su pareja. La bautizaron «la reina de los indies». Ella rechazó el apodo. «La reputación se debe a mi colaboración en varias revistas alternativas de los 90. Me costó aceptar la etiqueta. Hoy me siento orgullosa. He aprendido a convivir con ella. Además, es un actitud en extinción. Ya nada es alternativo. Los grandes estudios han ido comprando a los pequeños», opina.
La actriz de 37 años se conforma con lo que tiene. No es poco. La musa de Lars von Trier (Dogville, 2003), Woody Allen (Melinda y Melinda, 2004) y Olivier Assayas (Demonlover, 2002) acaba de terminar el rodaje de una miniserie para la cadena británica Sky Atlantic. En Hit and Miss interpreta a Mia, una asesina transexual a sueldo. «Me sorprendió el papel. Nunca había leído algo similar. Mia hereda una familia. Debe aprender a ser padre y madre a la vez».
No es la primera vez que da vida a un guion de esta índole. En 1999 fue candidata a un Oscar por Lana, la chica de la que se enamora Brandon Teena en Los chicos no lloran. La brutal historia, basada en la violación y asesinato de una joven que quiso vivir como un hombre adulto, conmocionó al sector. «Me atraen los papeles que desafían las normas». Hit and Miss es un buen ejemplo. «Los homosexuales se han organizado y han conseguido que se reconozcan sus derechos. A los transexuales les queda mucho. Son unos incomprendidos y sufren el rechazo».
La actriz en las calles de Mánchester con vestido de punto, cinturón y zapatos, todo de Michael Kors. Lo combina con gargantilla de cristales de Shorouk y cartera estampada de Miu Miu.
Foto: Gonzalo Machado
Sevigny ha andado un largo trecho. «Darien era muy aburrido». Se refiere a su lugar de origen, una población de unos 20.000 habitantes en Connecticut, el tercer estado más pequeño de Estados Unidos. «Pasaba horas y horas viendo cómo mi hermano y sus amigos hacían skate en el patio trasero de casa». Entonces aprendió a coser.
–Con 14 años hacía bolsos, sombreros, piezas muy simples. No era nada hábil y me frustraba.
–Pero hoy colabora con Opening Ceremony.
–Afortunadamente para mí y mis clientes colaboro, lo que no significa que tenga que coser. [Risas].
Sus diseños gustan. El toque colegial de sus faldas, el punto rock de sus botas y el estilo funk de los estampados seducen. Son un batiburrillo de sus referentes adolescentes. «Soy muy egoísta, diseño cosas que quiero ponerme». ¿Con qué disfruta más? «Con las coincidencias. Andar por la calle y cruzarme con una chica con una pieza mía. Yo la miro, ella me mira, nos miramos... ¡Es tan divertido!».
Lo de patrona de los indies viene de lejos. Tenía 19 años cuando Jay McInerney la siguió por los clubes y las tiendas de Manhattan. El resultado fue un reportaje de siete páginas en la revista New Yorker. El novelista la describía como «la nueva chica del Downtown», como «la it girl del momento». «Siempre me ha gustado el vintage. Mi madre compraba ropa cara pero yo prefería buscar en negocios de segunda mano. Era más divertido. Me satisfacía el hallazgo. Ya no quedan tiendas vintage. En las capitales sí, pero en sitios como Mánchester [donde ha rodado Hit and Miss] todo es poliéster», se lamenta. El gusto por lo antiguo la siguió a Nueva York donde se mudó con 18 años [«a Brooklyn Heights, nada que ver con lo que es hoy»]. Entonces compraba segunda mano por necesidad. «Me sigue costando justificar el desembolso de 500 dólares [383 euros] por un jersey».
Vestía vintage en los 90, actuaba en películas indies cuando eran muy independientes [Gummo, 1997] y trabajaba en revistas fashion [Sassy] cuando pocos las leían. ¿El paradigma de lo cool? «Chloë se adelanta a las tendencias porque las conoce», afirmó Vincent Gallo. La relación entre ambos no tiene desperdicio. Sevigny rodó The Brown Bunny (2003) a sus órdenes, un filme algo libertino con una escena de sexo oral (ella a él). Los críticos se mofaron de la ocurrencia [no todos, The New York Times exigió reconocimiento para la actriz]. Pero sus agentes la abandonaron.
El dinero no ha dirigido su carrera. El único papel que aceptó por la chequera fue para una producción televisiva [If These Walls Could Talk 2, para pagar la hipoteca de su madre. Lo hizo suyo]. «A algunos actores hay que mantenerlos activos, si no pierden el interés y no convencen. Con Chloë es diferente, mantiene tu atención sin esfuerzo», afirmó Kimberly Peirce [Los chicos no lloran].
Sus abuelos eran polacos. «Pero no hablo ni papa. Soy estadounidense», matiza. La criaron en un hogar católico. «Me enorgullece mi educación; me alegro de haber ido a misa y a catequesis. Me enseñaron a ser buena persona. Aunque la Iglesia ha hecho cosas que no tienen perdón. Como los mormones». Sevigny interpreta a una mujer de esta comunidad polígama en la serie Big Love (HBO). «Me fascina lo religioso. Los mormones de EE UU son extremistas. Mucha gente no sabe cómo son… Me pareció un buen momento para denunciarlo».
amien queda lejos. Sevigny afirma que le invade la nostalgia cada vez que vuelve. Su padre murió de cáncer en 1996. «Ya solo quedamos mi madre, mi hermano y yo. Como todas las familias, discutimos. Pero nos queremos mucho. Hablo con ellos cada día».
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