martes, 14 de febrero de 2012

La telenovela mexicana.

La telenovela electoral mexicana
Luis Hernández Navarro



La trama de la telenovela electoral mexicana ha dado un vuelco en las últimas tres semanas. En el último capítulo de la serie, la nave tricolor y su piloto hacen agua. Enrique Peña Nieto, el joven galán que prometía renovar el país, ha resultado ser un macho irresponsable que procreó hijos fuera del matrimonio y atormentó a su primera esposa con sus infidelidades. Si así se porta con sus seres cercanos –dicen los mensajes transmitidos por las redes sociales–, ¿qué no le hará al país?

Resulta además que el transporte en que Peña Nieto viaja camino a Los Pinos, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), no es el eficaz y moderno vehículo que presumía ser, sino la misma carcacha de siempre, la que condujo al país al desastre en el que se encuentra. El golpeteo sobre la nave tricolor ha sido despiadado y la fantasía de su reinvención se ha ido desvaneciendo conforme avanzan los días, tanto así que la ilusión de que la gasolina del voto duro le alcance para llegar como puntero a julio se ha ido desvaneciendo.

El que encuentre el nuevo PRI, que lo devuelva. Cinco años construyendo una imagen novedosa, rejuvenecida del partido han comenzado a irse por la borda. Y eso que las campañas electorales no comienzan aún oficialmente. No deja de ser significativo que, a pesar de todo el dinero invertido, ningún intelectual de peso haya expresado simpatía por Peña Nieto.

La nueva estrella de la telenovela es Josefina Vázquez Mota, que triunfó en las elecciones internas del Partido Acción Nacional (PAN) presentándose como la abanderada del “cambio sin ruptura”, como la candidata de los ciudadanos que, sin romper con Felipe Calderón, pero sin plegarse incondicionalmente a él, quiere un nuevo rumbo para la nación, al tiempo que impide el regreso del PRI a Palacio Nacional.

En un país de machos –dice el nuevo guión de la tragicomedia nacional– Vázquez Mota representa la posibilidad de que una mujer sea, por primera vez en la historia, presidente de la República. Asesorada por un equipo de personajes notables que la han acompañado en su peregrinar por la administración pública y los puestos de elección popular, ella encarna –según sus publicistas– la verdadera modernidad.

Y como los guionistas quieren que la contienda electoral sea solamente de dos, han decidido arrumbar a Andrés Manuel López Obrador y su república amorosa, a fuerza de encuestas, al tercer lugar de la competencia. “No crece”, dicen, mientras en los medios de comunicación arrecia la campaña contra el tabasqueño.

Pero, por más que ése sea el mensaje que se quiere enviar, Vázquez Mota no representa la modernidad y su independencia de Calderón está en entredicho. Como documentó la prensa nacional desde el día mismo de la elección interna, ella triunfó con el apoyo de funcionarios federales y estatales que utilizaron recursos públicos para inducir el voto a su favor. Utilizó los viejos métodos corruptos puestos en práctica durante décadas por el PRI. El sello de su victoria fueron los sobornos, las amenazas, la entrega de despensas a los votantes más pobres y el uso del gobierno con fines facciosos.


Proveniente de las filas del sindicalismo empresarial más conservador, Vázquez Mota es impulsada por una importante coalición de fuerzas de ultraderecha, el Yunque incluido. Forjado como sociedad secreta en las catacumbas para “defender la religión católica y luchar contra las fuerzas de Satanás, así sea mediante la violencia” e “instaurar el reino de Dios en la Tierra”, la bendición del Yunque fue muy importante para la diputada con licencia.

Como señaló en estas mismas páginas Soledad Loaeza, a lo largo de su campaña Josefina había logrado despertar simpatía en quienes ven con buenos ojos que una mujer gane los comicios presidenciales del próximo 1º de julio. Sin embargo, su integrismo religioso decepcionó a quienes sin ser panistas temen el regreso del PRI al poder y ven con recelo a López Obrador.

Cuando el pasado 31 de enero, la aspirante pidió a los militantes de su partido que el día de las elecciones internas fueran primero a misa y luego a votar, el desencanto cundió. La autora de la más importante historia del PAN lo llamó el voto del Espíritu Santo. El exhorto a ir a misa fue visto como llamado a un pasado que se creía desaparecido y como la constatación de que el PAN no es un partido confesional.

Pero, además, como han señalado diversas agrupaciones feministas, la candidatura de Vázquez Mota pone en entredicho la defensa de los derechos sexuales y reproductivos. El PAN está en contra de que las mujeres decidan sobre su propio cuerpo. Ninguna de las ocho iniciativas que ella propuso en la Cámara de Diputados tiene que ver con los derechos de las mujeres.

Vázquez Mota fue secretaria de Educación Pública. Allí construyó una estrecha alianza con un grupo de poderosos empresarios que impulsan la privatización de la enseñanza, promueven el abandono de la educación laica en las escuelas públicas y quieren impulsar una ambiciosa ofensiva contra el sindicato magisterial y sus maestros.

Ése es el caso de Mexicanos Primero. El organismo nació por iniciativa de Alejandro Ramírez Magaña, hijo del dueño de Organización Ramírez-Cinépolis. Egresado de Harvard, trabajó en la Sedeso con Vázquez Mota como secretario técnico del gabinete de Desarrollo Humano. A pesar de que Mexicanos Primero fue fundada en 2005 –curiosamente cuando Ramírez era funcionario de Sedeso–, su lanzamiento público coincide con el momento en el que Josefina fue designada titular de Educación. Tras la salida de Vázquez Mota de la SEP, el grupo privado empezó a criticar a la secretaría.

Para presentarse como opción moderna, Vázquez Mota, la heroína en ascenso en la nueva trama de la telenovela electoral, tiene ante así el reto de ocultar el abanico de las fuerzas reaccionarias y confesionales que la apoyan. Habrá que ver si lo logra.

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